second star

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—¿En serio es necesario llevar todo esto, Mike? —preguntó desganado, observando toda la ropa esparcida en su cama cuidadosamente

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—¿En serio es necesario llevar todo esto, Mike? —preguntó desganado, observando toda la ropa esparcida en su cama cuidadosamente.

—Sí, Luke —le respondió, con un tono de regaño. Al parecer el rubio aún no podía entender cuán útil les sería toda la ropa abrigada y voluminosa—. A menos de que quieras morir de frío, tenemos que llevar todo esto —hizo un círculo con sus manos, indicando que, precisamente, era demasiada.

—Se le dice hipotermia —le contestó, con una sonrisita asomándose en su rostro—. Pero, aún así, no sé cuán probable sea que eso pase, nuestro cuerpo se encuentra normalmente a treinta y seis grados y... —volteó a ver a su amigo, quién lo miraba con una mueca, pues sabía que simplemente estaba tratando de evitar todo, y su emoción por viajar era inexistente—. Está bien, lo siento. Sólo que planeaba estudiar toda la semana, y ayer ya había tenido un día libre al encontrarme contigo.

—Lo sé, Luke —bajó la cabeza, replanteándose la idea en su mente—. Pero serán tan sólo dos días, y si quieres, puedes llevar tus libros —se paró, y empezó a doblar la ropa cuidadosamente—. Así, cuando volvamos al hotel, puedes leer. Sabes que no me molesta dormir con luz.

El rubio le había intentado cancelar como unas tres veces en menos de veinticuatro horas, pero Michael no había desistido porque necesitaba hacer esto. Por Luke, por él mismo. Además, si lo pensaba bien, él era el más perjudicado, porque él sería quién faltaría a clases, mientras Luke tenía una semana libre en el hospital, y los exámenes venían dentro de un mes. No tenía mucho que perderse, sea o no, el viaje un éxito.

✩★

Exactamente al medio día, ya se encontraban en el aeropuerto, con su equipaje registrado y un maletín de mano que ambos compartían con cosas esenciales que preferían no perder; como sus credenciales y dinero, además de unos dulces y bombas de chocolate para comer cuando ya hayan pasado al menos unas cinco horas de viaje.

—¿Por qué no me quieres decir por qué vamos ahí? —le preguntó Luke, mientras desenvolvía el aluminio del pequeño recipiente que se les había entregado como almuerzo, ya en el avión y con tan sólo dos horas de viaje recorridos. Lo olió y revolvió con el tenedor, y luego de una mueca y un rugido en su estómago, decidió probar un bocado.

—Quiero que sea una sorpresa —dio un bocado también, e hizo un sonido de aprobación seguidamente, a pesar de que el arroz sabía algo seco y había una hierba indescifrable como condimento para la carne.

Luke rio suavemente y lo miró por unos segundos, poniéndolo algo nervioso—: Sabes que te vi meter tu telescopio en tu equipaje, ¿no?

—Oh —alzó las cejas en signo de sorpresa y dejó de masticar, recriminándose cuán tonto y descuidado había sido para que eso pasara. Se removió en su asiento, dirigiendo su vista hacia la ventana—. Pues pretende que no lo viste —farfulló, inflando sus mejillas.

Casi seis horas habían pasado ya, y ya podía imaginar cuán cansados llegarían a su destino. Luke se encontraba dormido, pero Michael no había podido conciliar el sueño por más de media hora. Se encontraba tan ansioso de llegar al lugar —que también era un camino agotador, pues era algo alejado del hotel que había reservado y tenían que conducir en esas pesadas y, generalmente, incómodas camionetas para llegar a la cima, para luego desmontar el pesado telescopio y acomodarlo con cuidado— y poder mostrarle a Luke todo lo que tanto lo apasionaba y llevaba estudiando por mucho tiempo.

Ahí, ni siquiera necesitaría un telescopio para apreciar las hermosas auroras boreales y las miles de estrellas al rededor. Se preguntaba cómo sería escuchar el sonido que producían y si serían totalmente verdes, o tendrían algún otro tono acompañándolas. Se preguntaba si tendrían reflejo en el volcán rojizo, y si la magnitud y majestuosidad de la que todos hablaban era cierta —lo era, apostaba que lo era, pero quería asombrarse tanto como esperaba que Luke se asombrara—.

Con un montón de ilusión y emoción llenando su pecho, lo único que podía hacer era agradecer al universo por haber coincidido el descanso de Luke con las altas probabilidades, según su calendario, de ver los fenómenos atmosféricos.

Pero, lo que más le emocionaba, era mostrarle al rubio a través del telescopio la constelación que había buscado años atrás, pero le había parecido tan estúpido sólo enseñársela y decirle que la había buscado para él. Ahora, con conocimientos más avanzados de cómo enfocar el telescopio e incluso tomar buenas fotos a través de él, esperaba que mostrársela en vivo y en directo tuviera un poco más de significado.

Volteó a su izquierda, mirando cómo Luke encogía su grande cuerpo dentro de la manta que le había puesto encima. Sus bucles de oro caían con elegancia por su frente hasta cubrir sus ojos, y su boca abierta y reluciente —tal vez por la saliva— no arruinaba la imagen tan hermosa de él, simplemente dormido, en un incómodo asiento de avión. Michael suspiró, y resistiendo las ganas de acomodar uno de sus mechones de cabello detrás de su oreja, deseó con todas sus fuerzas que de verdad significara algo para él.

look at the stars and how they shine 💫 mukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora