Sus ojos marrones me observaron con confusión; mi mirada bajó a sus calzoncillos grises que envolvían unas piernas fuertes.
—Ojos arriba, preciosa —se burló con claro acento español mientras se apoyaba en el marco de la puerta con una altura y un porte impresionante. Una cadena con una pequeña placa de plata descansaba en su pecho desnudo y bronceado.
—¡Francesca! —La voz de una chica sonó a lo lejos llamando la atención de ambos.
Observé hacia adentro del lugar: una joven con anteojos, cabello lacio negro y rasgos asiáticos se acercaba a toda marcha a la puerta.
—Francesca, ¿no? —preguntó ahora con algo de duda.
—Sí, Francesca Ragen. —mi voz sonó extraña.
Ellos eran extraños.
El chico en ropa interior se movió a un costado pero sin quitarme sus ojos de encima.
—Muévete, Toro —dijo la joven refiriéndose al morocho—. Ven, pasa. Sin más, entré al departamento; este era amplio y estaba decorado con colores claros. Había un sillón celeste frente a un televisor y, a lo lejos, cerca de la terraza, una mesa y luego una abertura que iba al pasillo. Del otro lado se veía una puerta que dirigía a la cocina; distintos ruidos de cacerolas y lo que parecía alguien silbando provenían de allí.
—Pensé que llegarías más tarde —comentó la chica acomodándose los anteojos.
—Al final llegué a horario —dije aferrándome a mi valija. El mismo chico de antes ahora volvió a entrar con un jogging gris manteniéndose sin camiseta, lo que dejaba ver su torso trabajado. Su presencia me generaba algo de ansiedad.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó cruzándose de brazos.
—Nuestra nueva inquilina, te he hablado de esto —le dijo Nara al chico nuevo.
—No habíamos quedado en esto. Mi amigo Hernán necesita un lugar, te lo había mencionado —comentó con dureza.
Esto era de muy mal gusto.
—Ya dijimos que no más hombres; suficiente con lo que ocurrió con Pablo—dijo viéndolo fijamente.
—¡Hostias! Soy el que pone más dinero y ni siquiera tengo poder de decisión —habló el joven molesto.
—Si necesitan puedo ir a esperar...—No pude terminar la frase ya que un hombre de cabello rubio ceniza apareció por la cocina.
—¡Ciao! Debes ser la nueva —comentó el joven estirando su mano para estrecharla con la mía luego de haberse secado con un repasador. Claramente era italiano—. Io sono Sebastián, me dicen Chiri —se presentó con una pequeña sonrisa. Sus ojos eran tremendamente claros y algo saltones; tenía una vibra algo hippie y un porte relajado.
—Francesca —dije con una pequeña sonrisa—. Y no tengo apodo.
—Francesca —repitió con el acento Italiano bien marcado—. No te preocupes, te encontrarán uno rápido. Hay un experto —dijo ahora mirando divertido al castaño que seguía callado y con los brazos cruzados—. Espero que tengas hambre; en un rato salen unas pastas para chuparse los dedos —comentó divertido.
—Chiri, hiciste la salsa que me gusta a mí, ¿verdad? —preguntó Nara con una sonrisa. Chiri asintió complacido—. Ven, te mostraré tu habitación—dijo ahora la chica llevándose mi atención. Observé ahora al cuarto que me daba una última mirada para luego sentarse en el sillón. No sabía su nombre y por el momento no me interesaba conocerlo.
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Fresas con Chocolate - Jaz Riera
RomanceFrancesca decide viajar de intercambio a Barcelona, y así se atreve también a alejarse de su vida rutinaria por unos meses. Compartirá piso con otros estudiantes de diferentes partes del mundo, pero lo que desconoce es que su vida cambiará por compl...