Capítulo 5: La vergüenza del deseo.

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—Franky, te extraño mucho —dijo Dante desde el otro lado. Su cabello castaño claro estaba despeinado, las mejillas rojas contrastaban con su piel pálida y una musculosa dejaba ver unos hombros trabajados. Había estado haciendo ejercicio.

—Yo también, siento que no te veo hace muchísimo. Las cosas que están pasando aquí son grandiosas. Deberías venir —le comenté con una sonrisa.

—Me matarían en mi trabajo si me voy ahora de viaje.

—Entonces te contaré todo cuando vuelva —dije lentamente.

—Ugh, pero faltan como tres meses para eso —bufó.

—Esta semana fui a muchos lugares, incluso a la playa —dije emocionada.

—¿La playa? Qué raro imaginarte bajo el sol. —Se rio—. Espero que te diviertas, pero no estarás descuidando tus estudios, ¿no? —comentó con cautela.

—Lo sé. No, estoy genial. Tuve semanas de entregas, así que todo marcha bien. Solo fui a recorrer algunos lugares e investigar. En serio, te encantaría Barcelona. No podía dejar de sonreír recordando estos días. Toro me había llevado a distintos lugares que él consideraba era obligatorio conocer, y uno había sido más interesante que el otro.

—¿Estás paseando sola? ¿No es algo arriesgado? —preguntó con el ceño fruncido.

Me quedé en silencio por unos segundos.

—No, estoy yendo con Gogo, una amiga —mentí. ¿Por qué estaba mintiendo? No tenía por qué.—Y un amigo... Toro —agregué rápidamente.

—¿Gogo? ¿Toro? —Rio—. Qué apodos extraños. A ti cómo te llaman: ¿Chesca? —se burló.

—Avispa —comenté divertida. Dante frunció el ceño sin entender.

—Sí, yo tampoco sé muy bien por qué. Pero es divertido... —dije. Observé que se distraía con algo en su celular para luego suspirar.

—Estoy harto del trabajo —bufó ahora volviendo a nuestra conversación.

—Cuéntame.

—No, estamos hablando de ti. ¿Qué más hay de nuevo? —insistió con una pequeña sonrisa. Pero lo conocía, sabía que necesitaba desahogarse.

—Prefiero guardarme algo para contarte a mi regreso —dije suave—. Vamos... ¿Qué tienes en la cabeza?

Dante suspiró y se dejó caer en la silla frente a la cámara.

—El otro día le pedí a unos de mis jefes una reunión y ¿sabes lo que me contestaron? —preguntó molesto. Por un segundo me sentí de nuevo inmersa en nuestra cotidianeidad y era como si nunca me hubiese ido.

—No, ¿qué? —me limité a contestar.

—Que por el momento tenían suspendidas las reuniones con personal de mi área... —prosiguió hablando; lo observé mientras no paraba de despotricar hasta que mi mirada se movió a mi imagen y una sensación extraña me atrapó. Era como si esta fuera la primera vez que me veía realmente.

—Se te ha congelado la imagen —dijo Dante con el ceño fruncido.

—¿Qué? —pregunté sin entender.

—Ahí has vuelto. ¿Estás segura de que quieres hablar de esto? Es aburrido. —Asentí—. Bueno, te contaba que.... —siguió. Volví a encontrarme con mis ojos y por un segundo me sentí una extraña.




He is so familiar —susurró la Americana tirada en el sillón mientras veíamos la tele.

Fresas con Chocolate - Jaz RieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora