Hijo de la luna

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—¡Galahad! — El grito de Arthur hizo eco en el bosque.

El erizo azul se había recientemente vuelto rey de Britania, y las cosas se habían vuelto difíciles. Su nombre había sido oficialmente cambiado a Arthur Sonical Pendragon. Ahora, el estaba corriendo detrás de uno de los caballeros de la mesa redonda, Sir Galahad. Por alguna razón se había peleado, por quinta vez, con Sir Lancelot y ahora se había retirado. Arthur sabía que su responsabilidad era mantener la paz, así que sin más opciones fue tras él. El caballero plateado llegó hasta un lago, el atardecer pronto iba a acabar, y la luna saldría. Bueno, no...Sir Galahad sabía que eso no ocurriría, no cuando él se veía y sentía tan miserable.

Arthur se detuvo, prefiriendo observar al caballero, sin saber si intervenir todavía. Aun siendo rey, el de plata lo consideraba un amigo, tal como aquel erizo del futuro que nunca volvió a ver.

—Madre... ¿Qué puedo hacer?

—¿Que te sucede sir Galahad?— la pacifica voz lo hizo saltar, el caballero volteo hacia ella con un suspiro aliviado. Era una gata castaña, vestida de gitana, mirándolo con curiosidad con aquellos ojos morados que el tanto amaba.

—No entiendo por qué mi padre me odia tanto Lina— contesto Galahad sinceramente a la gata.

—¿Quién es tu padre?— preguntó Lina sentándose a su lado.

—Sir Lancelot— contesto el caballero son desdén.

—¿Así que por eso corriste?— Arthur había decidido interrumpir la conversación. Si quería información, era mejor preguntar.

—¡Su majestad!— los dos dijeron sorprendidos, Arthur solo río calmado.

—Solo quería ver si Gal estaba bien.

—Lo estoy mi señor— dijo Sir Galahad con una falsa sonrisa.

—Vamos amigo, bien sabemos que no es así

—Tiene razón su majestad— otra voz dijo, no, no era Nimue, era una coneja completamente vestida de blanco. Sus ojos completamente negros exceptuando las estrellas que estaban dentro de ellos. La oscuridad de la noche la hacía parecer brillar más.

—Madre...— Murmuró Sir Galahad. —Explica lo que está ocurriendo. Por favor, madre, tu hijo lo suplica.

—Supongo que es hora de contarles a los tres...Cómo mi niño fue mío para empezar.

Los cuatro se sentaron en un círculo, escuchando atentamente a la mujer.

Hace mucho tiempo, una hembra gitana de nombre María se conjuró a mi hasta el amanecer. La eriza amarilla llorando paría desposar un calé.

—Tendrás a tu hombre, piel morena,— le dije a la rubia. —pero a cambio quiero el hijo primero que le engendres a él.

Como sabéis quien su hijo inmola para no estar sola poco le iba a querer. Su desesperación era evidente hijo mío.

—Le daré lo que pide, oh Luna— me dijo con una sonrisa.

Recuerdo que todas las noches antes que su deseo fuese concedido venía a visitarme. Y una vez atrevió a decirme una verdad innegable.

—Luna quieres ser madre y no encuentras querer que te haga mujer. Dime, luna de plata, ¿qué pretendes hacer con un niño de piel de nuez?

Claro que la eriza no lograba entender como podría yo querer a su hijo por el color de su pelaje. Pero yo, como deidad del destino y amor, no entiendo por qué una madre sacrificaría a su hijo de una forma tan pacifica e indudable. El amor de una madre hacia su bebé siempre ha sido el más puro que he presenciado y no lo he logrado comprender aún.

Sin embargo, siempre respondí igual: —El amor de madre a hijo y de hijo a madre es lo único que he deseado.

Un mes exactamente paso y la gitana conoció a quien le juré: Sir Lancelot. Recuerdo observarlos a ambos, la noche que el la rescato de unos desdichados que deseaban hacerle ma.

—¿Como se llama usted?— le pregunto el caballero de las sombras a la gitana.

—Me llamo María— le contesto ella, el caballero se inclinó y beso la mano.

—Joven Caballero, ¿Podría honrarme con su nombre?— pidió la joven con timidez.

—Sir Lancelot

Cuatro meses después se casaron, felizmente viviendo antes de la corrupción del anterior rey. Sin embargo, la hora llego para que tú, mi niño, nacieras. Tus ojos del color del sol, tu pelaje igual al mío, tu poder proveniente de mis estrellas. Tu padre, Sir Lancelot no lo podía tolerar. El parecido a él era inexistente, y decidió sin consultar que su amada gitana había caído en adulterio.

—¡Maldita su estampa! Este hijo es de un payo y yo no me lo callo.— Había gritado cuando te vio en la cuna.

El caballero fue a donde su esposa, quien se encontraba sentada en la ventana. Se preguntaba si yo la maldije, pero no, mi magia tiene precios, y tú eras mi niño desde el momento que fuiste concebido. Estaba lista para entregarte a mí, cuando Sir Lancelot, creyéndose deshonrado con daga en mano la agarró de los hombros, volteándola hacia él.

—¿De quién es el hijo? me has engañado fijo.

—T-Tuyo— susurro la gitana, jamás había puesto sus manos en ella de tal forma, estaba evidentemente aterrada.

—¡ME HAS ENGAÑADO TODO ESTE TIEMPO! ¡Debí de haber sospechado casarme con una gitana ocasionaría esto!— gritó Lancelot. María temblaba, nunca le había sido infiel a él. Estaba inmóvil, cerrando los ojos cuando sintió la daga enterrarse en su estómago.

—Te amo— fue el último susurro ella. Solo tu padre y yo presentes observando como agonizaba y lágrimas brotaban de sus ojos azules. Su cuerpo delicado en el suelo lo hizo despertar de su enojo, abrazó el cuerpo muerto de su esposa, tomándola en brazos y enterrándola entre mil rosas de colores para ella. Regresó a su hogar, tomándote en brazos y se hizo al monte más alto que encontró.

—Tú eres la causa de esto niño bastardo— murmuro Sir Lancelot abandonándote a mi cuidado. Desde ese día, pequeño, has sido mío. La tragedia que no predije ocurrió, y lamento tu dolor hijo mío. Lo lamento.

—Oh, Madre, ¡solo deseabas un hijo! ¡Yo soy la abominación! ¡Todo fue mi culpa!— grito Galahad.

—¡Sir Galahad! ¡No es tu culpa! —dijo Lina abrazando a su alma gemela para calmarlo —Créeme, no pudiste controlar lo que hizo tu padre.

—Ella tiene razón. Es quizás culpa de la corrupción de su anterior rey lo que lo envenenó... ¿recuerdas lo hostiles que se volvieron los caballeros?— dijo Arthur calmado. —Además, todos tenemos tragedias. Hablemos con tu padre, ¿va?

—Pero...—cuando iba a decir algo Lina beso los labios de su amado para evitar que protestara. Luna y Sonic soltaron sonrisas, ya era hora que esos dos se expresaran apropiadamente.

—¡Al fin! ¡Ya se habían tardado!— dijo el erizo azul riendo. —Hey, Luna, que tal si hacemos esto a veces...quiero conocer más chismes de mi reino.

—Sería un honor su majestad— dijo la luna tomando a su hijo quien ya se había separado de su amada y besando su frente. —Mi niño de plata, mi querido Galahad, te veré pronto

Y con eso, desapareció, dejando a tres chicos felices bajo la noche estrellada.


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