𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟐: 𝟖:𝟎𝟑 𝐀.𝐌.

29 8 2
                                    

- ¡¿¡¿Espera... QUÉ?!?! Pero, ¿Cómo es posible? - Pensé al instante de ver mi teléfono.

Estaba completa y totalmente desconcertado, hace solo apenas unas horas era Lunes 24 de Abril y ahora ¿¡¿Nuevamente era 24?!?. No entendía como podía estar sucediendo aquello; pero sin ponerle mayor importancia a ello, decidí proseguir con mi día de una manera normal.

- Debió ser sólo un sueño - pensé, y aunque aún me daba vueltas está idea en la cabeza, hice hasta lo imposible por convencerme de que había soñado todo lo sucedido un día antes.

Decidido a comprobar que todo había Sido producto de mi imaginación, bajé las escaleras para ir a desayunar. Mi gran sorpresa fué, que mi madre iba vestida con el mismo pijama que en mi «Sueño», y repitió, textualmente cada una de las palabras que había dicho:

- Hola Raúl, corre a desayunar que los hotcakes se te van a enfriar. - Me dijo con una taza de café en las manos.

Yo al oír esto, sentí nuevamente un escalofrío recorre toda mi espalda, pero (muy ingenuamente), volví a tratar de convencerme que eso no era real.

- Esa es una frase muy habitual, que cualquiera podría decir una mañana como hoy.- Pensé para tranquilizar mis emociones.

-Muy bien, ¿Qué era lo siguiente que me pasaba?... ¡Oh sí, se me hacía tarde!; Muy bien, vamos a hacer todo lo posible para que eso no suceda en este «Presente». - Así que corrí a toda velocidad para tomar una ducha, no sin antes darme cuenta que aún tenía media hora para que el transporte pasara por mí.

Al salir de bañarme, mientras amarraba los cordones de mis zapatos, decidí voltear de reojo a ver el reloj en mi celular.

- Mierda 8:4... Espera un momento ¿Cómo se me hizo tarde sí aún tenía media hora? - Dije en voz baja con el corazón sobresaltado y un nudo en el estómago.

Corrí escaleras abajo, tome la «Bolsita» de mi almuerzo y subí al autobús escolar. - Cuatro y van cero, esto comienza a asustarme enserio. - Reflexione en voz baja, al ver que todos los asientos estaban llenos, exceptuando (claramente) el que estaba junto al mismo tipo con la saliva de fuera.

-Viejo, duérmete más temprano - Dije en voz alta, para ver si algo en aquella situación cambiaba, pero evidentemente, el tipo siguió dormido y lo peor de todo, con la saliva de fuera.

Al llegar a la escuela, no me impresionó mucho, porque era de pies a cabeza (o en este caso de varilla a concreto), idéntica a la de mi «sueño» (que por cierto, decidí denominarlo así, porque no encontraba un mejor nombre que describiera aquella situación tan perturbante).

- Muy bien, solo entra ahí y deja que todo sea natural. Ya nada puede hacer que este día sea más raro - Una vez adentro, deseé no haber pensado tales cosas, pues, después de que la misma señorita, me llamara de la misma manera, ví mi horario y... Oh, sorpresa , estaba acomodado de la misma forma, ¡CON LAS MISMAS HORAS MARCADAS!

- Relájate, actúa normal y deja que el día pase, mañana todo volverá a ser normal - Desde ese momento, esa combinación de palabras, se convirtieron en mi «mantra» para terminar aquel día.

Se estaba volviendo tan agobiante, que tenía dolor de cabeza, empezó como una pequeña jaqueca y fue cada vez más fuerte, hasta que al ver a Scott a lo lejos, se convirtió en una gran migraña.

Scott se acercó a mí para explicarme la logística de la escuela y yo traté de actuar de la forma más casual/natural posible, como si no conociera nada de esa escuela.

Terminando las clases, subí al autobús de regreso a casa; llegando a mi casa, yo sabía que mi madre no iba a estar ahí, pero de todas formas, de manera inconsciente pronuncié las palabras
«Ya llegué má», lo más fuerte que pude.

- ¡Ja, como si algo fuera a cambiar! - dije en voz alta y me resigné a seguir como rutina todas y cada una de las acciones que realizé en aquel «sueño». Subí a mi cuarto, me quité los zapatos y en su lugar, puse mis cómodas pantuflas, Hice un poco de tarea y como mi mamá no llegaba, bajé a buscar una ramen instantánea, está vez, tratando de hacer algo diferente, tomé un sabor no habitual «Fuego».
- Suena bastante picante. - pensé y proseguí religiosamente con aquella rutina.

Ya con mi "sopita" echa, subí corriendo las escaleras y (nuevamente) derramé un poco de caldo en ellas, así que tuve que limpiar; seguí con el viaje a mi cuarto y me puse a ver videos en YouTube, mientras comía mi (está vez no tan rica) sopita.

- ¡Diablos! Ahora recuerdo el porqué siempre escojo «pollo» y yo agrego la salsa; los camarones que trae está sopa saben horribles... ¡No vuelvo a comer esté sabor! - dije en voz alta, con cara de asco y seguí viendo vídeos en YouTube.

Calculé el tiempo en el que iba a llegar mi mamá, cuado sentía que era tiempo, bajé las escaleras para resibirla en la puerta de la entrada. Justo cuando mi pie tocó el último escalón, oí la puerta abrirse poco a poco y seguido de ello ví la silueta de mi mamá con unas cajas en la mano, a través de la ventana.

- ¡Hola má!, ¿Trajiste pizza? - Pregunté lo más asombrado posible.

- ¡Sí, pepperoni, tu favorita! ¿Como supiste? -

- Emm.... ¡El olor! ¡Sí!, Me llegó el olor a pizza. -

***
Al terminar de comer, subí a mi cuarto corriendo y ví el reloj «7:05»

- ¡Genial!, Sigue siendo muy temprano para dormir -

Aún no tenía sueño, pero como estaba harto de aquel día, hice todo lo posible por intentar dormir... Después de intentar mil posiciones en la cama (n/a: para dormir, que los conozco cómo son de cochinotes. Fin de mi intervención), mil remedios caseros y hasta masajes de relajación, por fin conseguí quedarme dormido; con la esperanza de que al despertar el día siguiente, se acabara aquella tortura.

Deja VúDonde viven las historias. Descúbrelo ahora