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Ningún encantamiento es de utilidad

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Ningún encantamiento es de utilidad. No pueden localizar la salida colocando la varita sobre las palmas de sus manos, abrirse un nuevo camino, ni mostrar su posición en el cielo para que alguien recibiese una señal de su presencia y fuese por ellos.

Rendido, ve que Draco conjura un patronus de abraxan, de gran parecido con su Solair, y lo envía a Antoine. Parece funcionar. Una parte de él se siente frustrada por no haber pensado en nada lo bastante bueno como para sacarlos de ahí y que tuviese que recurrir al perfecto dauphin. Otra, la que considera más razonable, está satisfecha con que tenga alguien a quien recurrir que  pueda ofrecer una idea de lo que deberían hacer.

Draco vuelve a sentarse en el banco, con la varita entre las manos y el entrecejo arrugado. Un rato atrás, se quitó el chaleco, así que este reposa, doblado, sobre uno de sus antebrazos. Harry tiene que ponerse a caminar para distraer su mente y no quedársele viendo con expresión de idiota. No necesita empeorar su situación; estar atrapado con tu amor platónico puede sonar muy bien, hasta el momento en que caes en cuenta de que no tienes ninguna idea sobre qué decirle y te aterra hacer el ridículo.

Cada pocos pasos, se reacomoda la corona que aún lleva sobre la cabeza. La que él le dio. El recordarlo le produce una sacudida en el estómago, lo bastante intensa como para descolocarlo durante unos segundos y arrebatarle el aliento.

Está en problemas. Tantos problemas.

Cuando escuchan una rama seca que se rompe, ambos buscan de dónde proviene el sonido. Pasos se acercan. Oye a Draco suspirar al levantarse.

—Por la Doncella, Antoine, ¿cuándo pensabas...?

Un gruñido. Draco se queda con las palabras en la punta de la lengua. Harry comienza a tensarse.

Abajo, le dice el instinto. El sonido se repite, más próximo. Abajo y fuera de su camino.

Medio segundo más tarde, Harry se abalanza sobre el otro chico, derribándolos a ambos en el suelo. Escucha que ahoga un quejido, una de sus manos va a parar a su pecho para apartarlo, pero queda paralizado cuando distingue la sombra de movimiento que les pasa por un lado. Su trayectoria erró porque se apartaron; de otro modo, se hubiese lanzado contra alguno de ellos. No quería imaginarse las consecuencias de dicho acto.

Aller droit au coeurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora