Blonde Guy

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Mateo trabajaba como mesero junto a su mejor amigo Aristóteles, después de la prepa ambos habían tomado ese empleo para pagar la universidad. Ahí conocieron a Carlota, la hija del gerente y capitana de meseros, además de una gran persona.

—Carlota, por favor. Es un idiota, no lo soporto.

Suplicaba Aristóteles cada vez que un chico rubio, notablemente teñido, se sentaba en una de las mesas que le tocaba atender.

—Ari —Le respondía Carlota—. No puedo cambiarte la mesa cada vez que él vine al restaurante, además, hoy viene con el chico tan lindo que dices que te gusta.

—Es lindo cuando viene solo, pero cuando viene con el rubio no lo deja ni hablar conmigo... por favor.

Siempre era la misma discusión, Mateo sólo sonreía porque se sabía de memoria lo que pasaría.

—Mateo, ¿podrías...? —El aludido asintió antes de que la mayor pudiera terminar—. Gracias.

Realmente no le molestaba cambiar esa mesa con el chico, y, aunque éste juraba que el rubio era un idiota, Mateo era incapaz de entender por qué, más de una vez la sonrisa del teñido era enorme cuando se acercaba, decía "por favor", "muchas gracias", dejaba buenas propinas y a veces incluso parecía que le coqueteaba.

Y esa tarde de abril no fue diferente, Aristóteles y Carlota discutieron, Mateo tomó la mesa del chico, pero ahora no venía con el tipo que le gustaba a Aristóteles o solo, una mujer de al menos unos cuarenta años de edad lo acompañaba, sonreían y hablaban de manera queda. Mateo se comportó como son cualquier cliente, sonreía al chico al igual que a la mujer.

— ¿Podrías dejar de sonreír de esa manera? —Dijo el rubio cuando les entregaba el postre que habían pedido—. Estoy con mi madre y es muy difícil pretender que soy heterosexual si sigues sonriendo así.

Desde ese día Mateo amó atender la mesa del chico rubio.

Chats Aristemo/ Emiliaco 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora