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     Tennessee era un lugar muy caluroso para mi gusto, ya estaba acostumbrada al frío de Nueva York. La mañana siguiente me levanté bastante motivada, bajé las escaleras como cuando tenía once años; me encantaba el café que hacía mamá por las mañanas. La saludé con un beso y me senté en uno de los taburetes que estaban en el desayunador

–¿Como amaneciste hija?
–Muy bien mamá, en casa siempre voy a estar bien ¿y tú qué tal?
–Muy bien. Aria sé que algo va mal e iba a aguantarme para no preguntarte y dejar que me contaras tú misma–Sabía a lo que iba.
–¿Hablas del por qué llegué sola cierto?
–No quiero presionarte y...
–Terminé con él mamá, lo hallé besándose con otra mujer en la fiesta.
–Sé lo que ha de doler pero tú vales más que eso, dejarlo fue la mejor decisión–tomó mis manos y me miró de una forma tierna.
–Lo sé mamá solo que no sé si el dolor algún día va a irse.
–¿Recuerdas cuando te decía que estamos en un océano lleno de muchos peces cada uno más interesante que el otro?– Lo recordaba, cuando era niña un día llegué llorando a casa porque un chico había roto la carta que había escrito para él, desde ahí mamá me ha apoyado en este tema.
–Sí lo recuerdo, me decías que pese a que habían millones de peces siempre habría uno especial para mí.
–Exacto, solo es cuestión de esperar a que el destino haga su trabajo.
–Pero, ¿como haré para saber que es él?
–Lo sentirás.

¿Lo sentiría? Pero ¿de qué manera?, recordé al tipo del accidente; sí, confieso que me había descolocado un poco pero ¿por qué no dejaba de pensar en ese instante? Era ridículo pensar si quiera que lo volvería a ver en mi vida así que descarté por completo esa opción.

La tarde pasó muy tranquila con los chistes del tío Erl, el pastel de calabaza de mi mamá y el vino de mi papá todo dolor aminoraba. Y así también pasó una semana.

Tras acompañar a mi papá al viñedo y tener una muy rara conversación sobre mis futuros hijos lo cual sonaba patético porque era doctora, es decir, sabía por lo que las mujeres embarazadas tenían que pasar y yo daba un rotundo no a eso, preferiría adoptar o criar gatos pero, papá decía que quería conocer a sus nietos antes de irse para el otro mundo. Pensé en que mis hermanos podrían dárselos; claro si tuviera hermanos...

El festival del vino pasó en un abrir y cerrar de ojos, mi papá obtuvo el título "mejor vino del condado" y se miraba realmente emocionado.

Conocí a mucha gente y alguno que otro pretendiente pero, preferiría estar sola por ahora. Todavía tendría que aclarar una situación.

Mañana era domingo y, según me había informado Lisa, empezábamos a trabajar el lunes. No me había querido dar más detalles pero solo con pensarlo estaba totalmente emocionada.

–Hija, necesito que me acompañes al despacho.– mi papá se escuchaba más serio de lo normal. Miré a mamá de soslayo y ella encogió los hombros a manera de duda. Caminé por el pasillo, la casa era grande y acogedora pero el despacho de papá hacía que el tono hogareño se fuera por completo.
–Cierra la puerta Aria.– era patético porque todo de mi temblaba como cuando era pequeña y papá me traía acá para regañarme.
–Claro–la cerré con mucho cuidado y me senté en uno de los muebles frente al escritorio.
El despacho tenía una vista impresionante hasta el viñedo, muchas pinturas al parecer abstractas colgaban de la pulcra pared dándole un toque demandante sin embargo, una fotografía de cuando estaba pequeña descansaba en el escritorio quitándole la hostilidad a todo.
–El negocio está creciendo y muchos inversionistas, dueños de empresas de todas partes se han fijado en nuestro legado– No quería decirle, no quería dañarlo pero desde hace mucho mi legado era la medicina.
–Vé al grano papá, me asustas.
–Necesito ayuda en esto, necesito que me ayudes en la empresa, con el viñedo.
–Papá yo sé hacer suturas, ayudar en partos, operar córneas, curar hemorragias y, sin sonar altanera, operaciones a corazón abierto pero, no sé nada de negocios o de vino.
–Lo sé hija pero tu habilidad para convencer es impresionante y necesito que me ayudes con eso.
–¿De qué manera podría ayudarte?
–Tengo una reunión con el dueño de una empresa dentro de unos meses, necesito que tú asistas a esa reunión por mí, necesito que lo convenzas de invertir en nuestros viñedos.– el hombre que me había dado la vida, la educación y había cumplido mis caprichos desde pequeña, necesitaba mi ayuda; obligada o como sea tendría que aceptar.
–Pero no sé nada de esto papá.– abrió el archivador y de este sacó una carpeta, la tiró en el escritorio.
–Esto va a servirte, son las estadísticas, la calidad, el tipo de vino y las condiciones ambientales en las que se encuentra.– tomé la carpeta, y en definitiva era toda la información que necesitaría.
– Tendré qué ponerme un bonito vestido y arreglar mi cabello ¿cierto?.
–Apuesto a que sí.– lo quedé viendo de manera reprobatoria.
–Agradecería estar con alguien en estos momentos.
–Pero no tienes novio así que no veo inconveniente.
–Bien, bien papá, ¿cuando será y con quién?.
–La fecha exacta no la sé, no hemos concretado el lugar tampoco así que solo me confirman y te doy todos los datos. E hija, gracias, tú sabes que siempre me encantó la idea de que formarás parte de esto pero entendí cuando me dijiste que te gustaba la medicina.
–Lo sé papá, yo también me siento muy contenta de ayudarte aunque sea un poco.

El Otro Lado Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora