¡Cásate Conmigo!

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—Cásate conmigo.

Leorio lo observó fijamente. Levantó la ceja izquierda y le sonrió de manera desinteresada. Era de noche, casi la una de la madrugada. Estaban sentados en una banca blanca enmedio de un parque con árboles, parecido a un pequeño bosque. La luz de la luna permitía que pudieran ver el rostro del otro.

—No.

—¿Por qué?— inquirió. A pesar del distinguible y forzado tono triste de sus palabras, su rostro no demostraba expresión alguna.

—Kurapika. — empezó señalándole. — Nos queda mucho tiempo.

—Bueno, te recuerdo que técnicamente me restan diez años de vida.

Una gota de sudor recorrió la sien de Leorio, resbalándose por su mejilla y cayendo por su mentón. No le gustaba recalcar el tiempo que Emperor Time hizo que Kurapika perdiera.

—De cualquier manera, tu longevidad sigue siendo generosa. Recuerdo que me habías contado que los Kuruta viven más años de lo que una persona normal lo haría.

La noche era joven, al igual que ellos. Ambos tenían un descanso de unos días a petición de sus jefes; eran los mejores trabajadores de sus respectivos empleos.

La vida de médico conlleva una gran responsabilidad; la vida y salud de cientos de personas están en tus manos. Sin embargo, para Paladiknight le resultaba satisfactorio haber alcanzado tal puesto. Cheadle, la décimo tercera presidente de la Asociación de Cazadores le fue de mucha ayuda, pues gracias a ella se había graduado exitosamente.

Después del viaje al Continente Oscuro y cuidar de la príncipe Woble junto a la reina Oito, habían pasado cosas, muchas cosas. El pasar tanto tiempo junto a ellas y Bill le hicieron alejarse del deseo de cumplir su venganza, aunque el recuperar los ojos de su tribu era parte de sus planes. Recuerda que todo le daba vueltas cuando encontró los occisos de dos miembros del Gen'ei Ryodan; la tipa de la aspiradora y el hombre de la katana. Ambos junto a un Joker del póker. Ahí supo que Hisoka se encontraba en la Ballena Negra y él había sido el causante de tales atrocidades. La historia es demasiado larga para contar.

—Deberíamos hacer algo más divertido.

—¿Cómo qué? ¿Ir a casa?

—No lo sé. Pasear o algo por el estilo.

Kurapika giró la cabeza, centrando sus felinos ojos sobre el médico. —¿Por qué te enamoraste de mí?

Él chasqueó la lengua, y mirando hacia el satélite natural enfrente de él, sostuvo la respiración. —Esa misma pregunta debería hacerte.

—Si me preguntas, te respondería que no lo sé. Llegó de la nada, supongo.

—¿Qué? Creí que mis llamadas te habían enamorado. O quizás todas las veces que me preocupé por ti en vano. Tal vez cuando te cuidé en el momento en que estabas decumbente... — le llamó la atención en voz alta, casi gritando. Kurapika se exaltó pero se calmó a los segundos.

—Ahora que lo dices...

—No puedes decirme que no te diste cuenta de eso. — se detuvo un momento, y luego lo volteó a ver. Se alejó un poco al ver los enormes ojos grises que su amante tenía sobre él; — Creo que fue justamente por eso.

Las facciones de Kurapika se vieron alteradas a confusas al escuchar una pequeña risa del mayor. —¿Cuál?

— El brillo en tu ojos.

Kurapika rió y empujó suavemente la mejilla de Leorio.

—Aunque las veces que bailábamos salsa de noche también ayudaron. Eres bueno bailando. — sonrió con un deje de ternura, y dirigió su mano a la que Kurapika tenía en su mejilla, tomándola y proporcionándole suaves caricias.

Marry YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora