3. Capitulo 2

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Harry estaba sentado en su cama, leyendo uno de los libros que el profesor Snape le había dado tiempo atrás. Según el hombre, estos podían servirle en su tercer año, y debido a ello y a que eran muy interesantes, el joven aprovechaba los momentos en los que no podía dormir para leer y matar el rato nocturno.

Una hora antes, se había despertado bruscamente, producto de un estruendo y el haber sentido como si algo o alguien hubiese golpeado su cuerpo. Al no poder volver a dormir, decidió comenzar a leer, esperando que eso no le diese sueño. Quizás se agotaría al día siguiente con las tareas de sus tíos y en la noche podría dormir un poco. Cada tanto, oía pasos pesados en el pasillo y sabía que era su tío, que iba a comprobar que él estaba dormido y que no estaba haciendo magia ni nada que pudiese espantar a Marge, incluso si ella estaba roncando en otra habitación. Al escucharlo, cerraba el libro y lo escondía bajo sus sabanas, mientras volvía a recostarse y fingir dormir. Un segundo después, la puerta se abría y el bostezo de su tío le confirmaba que era él. Luego de un momento, el hombre volvía a irse con un bufido y dejaba la puerta sin llave; al menos tenían la «consideración» de dejarlo ir al baño o a beber agua. Eso ya era mucho viniendo de ellos.

Cuando estuvo seguro de que el hombre se había ido definitivamente, se incorporó y siguió con su lectura. El día anterior había estado leyendo el que los Malfoy le habían regalado en su cumpleaños, pero al ser tan extenso y al haber tenido un año bastante movido, apenas había podido avanzar mucho. Sin embargo, eso no evitaba que viese lo interesante que era. Pero ahora prefería adelantarse un poco con su estudio e intentar superar sus notas pasadas y, amistosamente, intentar igualar a Hermione y a Luna, aunque lo veía complicado, pero no imposible.

Luego de un buen rato leyendo, comenzó a sentirse cansado, pero cada vez que intentaba dormir, miles de cosas pasaban por su mente y le resultaba imposible dormirse de una vez. Si no lograba dormir aunque fuese cuatro horas seguidas, estaba convencido de que no podría avanzar mucho con las tareas del hogar y eso no iba a ser del agrado de sus tíos. Si fuera por él, se quedaría acostado todo el día hasta dormirse, aun sabiendo que eso le podía cambiar totalmente los horarios del sueño, pero al menos eso le permitiría cierta cantidad de horas para hacerlo. Sin embargo, al estar con sus familiares, sabía que eso era una mala idea. Sus tíos sólo encontrarían «motivos» para gritarle y, si se enojaban mucho, darle una bofetada.

No puedo creerlo, pensó con fastidio, girando varias veces para ponerse de costado, intentando encontrar una posición cómoda. Incluso con un constante y extraño zumbido en sus oídos, todavía era capaz de escuchar los suaves sonidos que hacía su lechuza al dormir; parecía que roncaba suavemente. A veces envidiaba lo tranquila que ella estaba incluso en esa turbulenta casa. Algunas veces, sin embargo, él notaba que parecía mirar con ira y odio a su primo cada vez que él iba a molestarlo; era como si entendiese perfectamente las cosas hirientes y horribles que le decía. Otras veces, volaba y hacía un amago de lastimarlo con su pico o sus garras y Dudley huía despavorido. Por miedo a lo que podía pasar si le hacían algo al ave, sus tíos sólo le decían que la controlara o la terminarían devolviendo.

Harry sonrió torpemente cuando se dio cuenta de que estaba divagando. Respiró profundamente para intentar calmarse y por esa misma acción, fue capaz de sentir ese aroma tan peculiar que había sentido durante toda su vida, aunque esta vez era algo diferente: olía más dulce, como a chocolate y una mezcla de una fragancia que no conocía muy bien.

De repente, lo invadió la curiosidad de saber si su tía se había despertado y fue a preparar algo por un antojo. Se levantó de la cama, se puso los zapatos y salió de su cuarto con sumo cuidado, intentado hacer el menor ruido posible. Las luces estaban apagadas, salvo por una al final de las escaleras, seguramente por si uno no se despertaba completamente en la mañana y olvidaba que estaban en un segundo piso. Ya le había pasado una vez a su primo y fue gracioso, al menos para él.

Siempre contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora