Capítulo Uno

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Aaron Hofstein apretó con fuerza el vaso de whisky que le acababa de servir el camarero. No era proclive al alcohol, pero ese día las cosas en el banco habían ido mal, al punto de haber perdido una inversión importante de varios millones de dólares en la sucursal de Sudáfrica. Maldijo en su mente haberse sobre confiado de un socio tan desleal y mezquino como Zachary Newman. Resopló para calmar su furia y de nuevo dirigió su mirada a la chica que contorneaba su cuerpo sobre la pasarela.

Desde su llegada al desfile de moda aquella mujer de cabellera negra y ondulada le había llamado la atención de una forma casi obsesiva. Tal vez se debía a sus ojos azul cielo o a su tentadora boca rojo fuego.

Como socio y dueño del antiquísimo y lujoso hotel Buckminster de Nueva York y amigo personal de Gregory Müller, Aaron tenía acceso al área en donde se paseaban las modelos de fama mundial durante el desfile. No podía negarlo, era un gran admirador de la belleza femenina. Más bien un coleccionista de mujeres hermosas. Lo imprescindible era que las chicas no se entusiasmaran con una larga estadía en su vida.

La morena volvió a girarse sobre sus tacones de seis pulgadas y Aaron sintió una punzada de excitación en su entrepierna. Imposible que se anduviera encandilando con una mujer que acababa de ver, pero tenía que reconocer que era hermosa. La quería en su cama esa misma noche. Le sobraba dinero para tenerla.

Le hizo señas al mismo camarero que le acababa de servir la bebida para que se acercara. De forma automática el hombre iba a llenarle el vaso, pero Aaron hizo un gesto de rechazo.

—¿Quién es ella? —preguntó Aaron con su típica voz grave, parecida a la de un tenor.

—Es Cloé Watson, señor —dijo el joven camarero sin dejar de observar a la despampanante mujer.

—¿Es nueva? No la había visto antes.

El camarero asintió.

—¿No sabes si está en el programa?

Aaron se refería a las chicas que conformaban el servicio de citas que también regentaba el diseñador de modas Gregory Müller.

—Tengo que verificar, señor Hofstein.

—Sé discreto, por favor —Aaron le entregó un billete con el fin de que el camarero no fuera a dejarlo mal parado frente a otras personas.

La discreción era muy bien valorada en estos casos. No todos tenían la mente tan abierta para entender por qué un banquero tan exitoso pagaba por compañía femenina. Sin embargo, Aaron lo tenía muy claro, en este momento estaba concentrado en hacer dinero, no quería una mujer permanente en su vida que se hiciera de ideas erróneas, tales como: matrimonio, hijos o vacaciones navideñas en Suiza. Mucho menos deseaba tener una mujer remilgosa para el sexo en su cama. Demandaba pasión según la daba.

Cuando el joven camarero desapareció entre los invitados, Aaron se arrellanó sobre el taburete, apoyó los codos sobre la mesa de coctel y continuó deleitándose con la belleza de la tal Cloé Watson. Hacía mucho que una mujer no lo atraía tanto. Pensó en que hacía exactamente cinco años no estaba tan interesado. Todavía para esa época Laura formaba parte de su vida.

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