Capítulo 18

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– ¿Qué quiso decir con que necesita una pluma para convertir a un demonio en humano?

La cara de confusión de Sidahí era épica, hasta casi daba ganas de reír.

Casi.

Estábamos en la sala de estar analizado las palabras de Gerald; sabía que los demonios estaban locos pero ahora había comprobado qué tanto.

– Ya me hes suficiente con su presencia – murmuré – no quiero a otro de ellos aquí.

Sidahí frunció el ceño.

– Querrás decir, allí – con su dedo índice señaló hacia el suelo.

Una risita tonta se deslizó por mi garganta.

– No lo sé, Sidahí. Me parece que mejor deberíamos hacer esto nosotros mismos, sin él – enfatice la última palabra.

– Él no es tan malo – la fulminé con la mirada.

– Lo mismo dijiste de Amir.

En su rostro se dibujó el dolor ante esas palabras.

Comporta tu maldita lengua, dijo la voz en mi cabeza.

En el camino a abrir mi boca para que de esta siguiera saliendo mierda, un espeluznante aullido proveniente del piso de arriba hizo que Sidahí y yo nos mirásemos con los ojos muy, muy abiertos.

Le hice un asentimiento con la cabeza a Sidahí, lentamente negó el entrecerrando sus ojos grises.
Levantó la mano derecha y con su pulgar señaló detrás de su espalda, yo no quería ir a ver, no porque tuviera miedo, sino, porque no quería ver morir a uno de los nuestros.

Negando de igual manera que había hecho Sidahí antes, la miré expectante.
Ella se inclinó hacia mí desde donde estaba y me indicó que me acercara.

–  Cobarde – susurró. 

– Yo no soy cobarde – suspiré indignado.

– Sí que lo eres – aseguró – tienes que ir a ver qué pasa con él.

– Bien – acepté – pero si es una especie de trampa y él llega hasta ti, yo no ayudaré a tu trasero a salir de problemas.

Me levanté y comencé a caminar hacia las escaleras. Los balbuceos de Sidahí me llegaron hasta ahí, pero eran ininteligibles. Un cálido viento hizo a mi sudadera agitarse, en lo alto, al lado de mi habitación se encontraba Sidahí.

– ¿Quién es el cobarde ahora – resoplé.

– Cierra la boca – dijo aún entre susurros.

Me planté a su lado y al abrir la puerta nos encontramos con algo que apostaba ni Sidahí tenía en mente. Mis ojos no podrían estar como platos más tiempo. La vista era repugnante, Gerald tenía su mano metida en el estómago de Amir mientras éste tenía los ojos desorbitados y su brillo celestial parpadeaba un tanto fluorescente. Su boca estaba completamente abierta y sangre negra emanaba de ella.
Por inercia, Sidahí y yo nos llevamos las manos a la nariz cuando nos llegó el hedor nauseabundo; no tenía ni idea de si el hedor provenía del estómago de Amir o del líquido espeso que se comenzaba a coagular entre gran parte de mi almohada y edredón.

– ¿Pero qué mierda estás haciendo? – graznó Sidahí, debido a que tenía atrapada su nariz con el pulgar e índice.

– Solo me estoy divirtiendo – se encogió de hombros el demonio.

– ¿Qué? – dijimos Sidahí y yo al unísono.

– ¡Ángeles! – suspiró mirando al techo – solo estábamos charlando, el prometió decir algo que yo quería saber, sino, ambos íbamos a divertirnos.

– Él no parece feliz – miré hacia la ventana aguantando como fuera posible la respiración.

– Justo se estaba riendo – metió más a fondo la mano, Amir hizo un sonido gutural – ¿Ves?

Sidahí fue la primera en dar un paso al frente, se detuvo a un paso de Gerald porque éste levantó la mano desocupada amenazando con llenarla de sangre. Ni siquiera me había dado cuenta de que también tenía esa mano sucia.

– Déjalo en paz – ordené.

– Ya casi está – bajó la mano – observen esto.

Empujó su mano de nuevo más adentro hasta que estuvo imposiblemente la mitad de su brazo ahí.

– Ahora – acercó su rostro al de Amir – di lo que falta, sabes que no pararé hasta que abras la puta boca y digas algo y ese algo no sean tus insignificantes gritos de perra en celo.

En su lugar, Sidahí me miró con evidente terror.

– Pu...

– ¿Qué dice? – presionó el demonio.

– Púdrete – escupió Amir.

La tensión quedó impresa en la habitación mientras me imaginaba a Gerald arrancar la lengua del agonizante ángel.
Pero todo se puso más lúgubre cuando el demonio soltó una gran carcajada que hizo que los muebles de la habitación temblaran e incluso puso a las luces en ésta a centellar.
No miré el momento en que Sidahí llegó a mi lado, solo que ella estaba literalmente subida a mi espalda como mono asustado.

– No lo volveré a pedir – gruñó Gerald – ambos sabemos que mi Jefe y tu Jefe no vendrán a salvarte ni estarán esperándote con los brazos abiertos.

¿Qué quería decir con que Nuestro Señor no lo estaría de buena manera?

– Sí – balbuceó Amir – es ella...

– Habla más alto – Gerald apretó furiosamente las mejillas del ángel.

Amir intentó hablar pero la rudeza de la mano del demonio se lo hacía imposible, al darse cuenta lo soltó aún con su otra mano causando tragedias.

– Es esa chica, la que tú crees que es –una mueca retorcida de dolor cubrió su rostro – ella es la elegida este siglo.

– ¿Y por qué ayudaste a Belial? – espetó.

– Porque él la eligió antes que nadie, se supone que sería un varón pero él sabía lo que pasaría en dieciocho años y no tuvo de otra que evitarlo – más sangre brotó de la boca de Amir.

Esto último que dijo Amir me llamó mucho la atención, quise abrir la boca para preguntar algo pero dada las circunstancias, decidí callar y preguntar después.

– ¿Te refieres a mi Jefe? – gruñó Gerald – esto es casi costumbre para él y ambos sabemos que no tiene nada en contra.

– Tú nunca sabrás quién es tu Jefe, así como yo nunca supe la verdad sobre el mío.

– ¿Qué quieres decir? – solté.

Los ojos rojos de Amir se enfocaron en mí.

– Tu querida hum ...

Amir no pudo terminar de hablar porque Gerald de un solo tirón, arrancó su aún palpitante corazón.

¿A quién rayos teníamos de pie ante nosotros?

El Pecado De Ared (Sinner #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora