001: redención inevitable

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Los mosquitos no dejaban de molestarle, llevándolo a rendirse en eso de estar al aire libre. Él sólo quería disfrutar de su verano, pasar un rato en el lago y tomar el sol, pero al parecer a esos pequeños bichos les importaba una mierda. Bufó irritado al haber olvidado su repelente, levantándose sin otra opción de la toalla en la que descansaba, la cual evitaba que el césped picara su piel.

Voces a lo lejos llamaron su atención, así que, desde su ubicación, dirigió su mirada hacia las cristalinas ventanas que daban dentro la casa de campo; pudiendo divisar la sombra de figuras moviéndose por ahí. «Parece que llegaron» pensó, dejando ir una involuntaria y socarrona sonrisa.

En tal caso, ajustó muy bien los cordones de su traje de baño para evitar situaciones múltiples en las que se quedaría en pelotas frente a todo mundo y levantó del suelo la toalla morada que trajo consigo, agitándole la tierra para así secar su pecho y cabello todavía húmedos, aun cuando ya había pasado mucho desde que regresó del lago y se quedó bajo el sol a disfrutar del apacible viento.

Al estar medianamente presentable, puso dicha toalla sobre uno de sus hombros y caminó cuesta arriba por las viejas escaleras de piedra, pasando bajo arcos de hermosos árboles delgados con hojas amarillentas hasta llegar al patio de la casa de campo e ingresar a la sala de estar por la puerta corrediza, llamando la atención de los invitados con su repentina presencia. Su madre de inmediato lo miró con reprimenda, sus ojos ladrándole un "te dije que te fueras a cambiar antes" mordaz.

── ¡Minho! ──exclamó Jireum, la señora Han, deteniéndose a observarlo de pies a cabeza. Tapó su boca en asombro── Oh, mi Dios, creciste tanto.

El susodicho sonrió alagado, pudiendo ver la irritación en la cara de Jisung. Desde que eran pequeños, Jireum siempre disfrutó de tratarlo como el segundo hijo que nunca tuvo, esto no dejando de molestarle al de mejillas regordetas.

── Yo lo veo igual... ──susurró Jisung en un mohín, recibiendo un pellizcón en su brazo. Cortesía de su madre. Minho se abstuvo de responder un "digo lo mismo, enano" y en vez, le sonrió altanero.

── ¿Cómo has estado? ──ahora habló Sungjeon, el señor Han, con un gesto afable.

── Genial. ──Minho levantó su pulgar confiado, y en respuesta, el mayor alzó sus cejas sorprendido.

── Vaya... Me alegra. ──le dio una sonrisa cómplice al ver que no mentía y Minho negó repetidas veces, incomodándose al idealizar a lo que se refería Sungjeon. Los adultos presentes sólo rieron ante su reacción.

«¿Por qué siempre tienen que relacionar todo lo bueno que me pasa con una relación o sexo?» pensó el chico, escondiendo su irritación con una sonrisa que apoyaba la diversión de los mayores.

Fue en eso que, los recién llegados enfocaron su atención en Minho, preguntándole como le iba en la universidad, si ya tenía nuevos amigos, si mantenía su beca estable, etcétera, etcétera. Debido a ello, Jisung se apartó un poco, pensando en qué hacer para salir del encuadre y disipar la incomodidad que sentía por su cuenta.

── ¿Y cómo te fue en el campamento, Jisung? ──soltó Minsu, la señora Lee; al parecer, ahora siendo el turno de los anfitriones para preguntar acerca de la vida del otro.

Jisung no se esperó aquello, pues salió de su ensimismamiento con sorpresa y levantó su vista de golpe. Momentos después, una leve mueca de disgusto se formó en sus labios al recordar las veces en que se lastimó en aquel lugar. Ese maldito campamento había sido una tortura para su no tan delicado, pero sí despistado ser. Nunca fue muy fan de los deportes, lo cual para sus padres significaba todo lo contrario, que tenían que meterlo a cualquier actividad deportiva extracurricular que pudieran por su bien y salud.

❛ un reencuentro veraniego ❜   minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora