XI

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Al día siguiente me levanté con el estómago rugiendo en protesta por no haber cenado nada anoche, pero aún tendría que esperar un poco antes de que recibiera algo de comida. Tomé las sábanas que me estaban cubriendo de pies a cabeza y las hice a un lado, arrepintiéndome un segundo después al sentir el frío de la habitación.

Me recargué sobre mi codo, levantándome lo suficiente de la cama para poder ver el pequeño reloj que estaba sobre mi mesa de noche; era cerca de las 9 de la mañana, el tiempo suficiente para ir a desayunar y luego bajar a ver el partido de hoy.

La única que seguía en la habitación además de mi era Hermione, estaba parada frente al espejo, cepillando su cabello como cada mañana para intentar que estuviera lo más arreglado posible. Cuando me vio en el reflejo, paró lo que estaba haciendo y se volteó a verme, pero la ignoré y me metí al baño, cerrando la puerta con mayor fuerza de la necesaria.

Cuando terminé de bañarme, era la única que quedaba en la habitación, lo cual me sorprendió de cierta manera, pensando que Hermione se quedaría a esperarme e intentar hablar conmigo.

Al acercarme a mi baúl para sacar ropa limpia, noté que había un pedazo de pergamino sobre la cama, doblado y con sello de cera que tenía una H, muy parecida a la carta que llegan en verano antes del inicio de clases.

Tomé la carta y rompí el sello, sacando el papel que había dentro.

Eileen Snape.

Su castigo tomará lugar en la biblioteca hoy a las 11 de la mañana. La bibliotecaria le explicará lo que tendrá que hacer.

Minerva McGonagall.

No podía creer mi suerte, ahora tenía sentido porqué a Fred le dio su castigo ayer y probablemente solo fue algo simple y rápido; a pesar de que a la profesora no le gusta que quebrantemos las reglas, le importa más ganar la copa de Quidditch.

Rompí la carta en dos y la tiré al suelo. Realmente este día no podía ir peor.

Saqué ropa de mi baúl y comencé a vestirme. Salí de la sala común y habían muy pocas personas ahí dentro, las pocas que habían se estaban preparando para el partido de hoy, pintándose el rostro con los colores de Gryffindor.

Entré al comedor y vi que Harry, Ron y Hermione estaban sentados juntos, pero decidí seguir caminando e hice algo que ni si quiera sé porqué lo hice; sentarme en la mesa de los Slytherins, frente a Draco.

—Parece que alguien finalmente se dio cuenta cuál es la casa suprema. —Crabbe, Goyle y las pocas personas que estaban a nuestro alrededor se rieron del chiste de Draco, yo solamente le lancé una mirada que claramente decía no me molestes y tomé una tostada.— ¿Qué es lo que estás haciendo aquí?

—Comiendo ¿no lo ves? —Dije mientras ponía mi tostada en su rostro.

—A lo que me refiero es, ¿por qué no estás comiendo con tus amigos?

—Si quieres que me vaya solo dilo.

—No, no, solamente era curiosidad. Así que, Slytherin contra Gryffindor hoy ¿quién crees que gane?

—La respuesta es obvia, ¿no es así?

—Tienes razón, los Gryffindors no tienen ninguna oportunidad de ganar.

Rodé los ojos al comentario de Draco, pero no dije nada, estaba felizmente comiendo una segunda tostada cuando escuché una voz detrás de mí.

—Los estudiantes no pueden sentarse en una mesa que no sea la de su casa.

—¿Quién lo dice? —Pregunté, volteando a ver a mi papá.

—Las reglas de la escuela. 1 punto menos por cuestionarme.

Eileen Snape y la Piedra FilosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora