Viernes

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Los rayos del sol se filtran en el cristal de la ventana volviendo naranja el reflejo de sus cabellos. Él conduce sin ninguna prisa observando la solitaria carretera por la que van mientas ella tararea una vieja canción que están transmitiendo en la radio. En el exterior el cielo está teñido de naranja y púrpura como una clara señal de que la tarde está a punto de caer sobre las frescas colinas del inhóspito pueblo de Olympus.

Los minutos pasan mientras ellos poco a poco se acerca a la cabaña que rentaron en aquel misterioso lugar. Ni siquiera saben a ciencia cierta dónde está, pero han seguido bien las instrucciones que les dieron.

Solo quieren llegar y relajarse después de todas esas horas de viaje. Pronto pasa media hora y finalmente llegan a un pequeño claro donde les indicaron que estaría la cabaña y finalmente ahí está frente a sus ojos.

La cabaña no es muy grande, pero se ve en muy buen estado.

Ambos jóvenes bajan de la camioneta mientras observan la zona a su alrededor. Es un lugar más solitario de lo que esperaron, pero da igual. Solo será un fin de semana el que pasarán ahí.

Con maleta en mano caminan por el pequeño jardín rumbo a la cabaña, al llegar él deja las maletas aun costado mientras ella busca las llaves bajo la pequeña alfombra que está en la entrada. El cuerpo de la chica salta cuando nota un par de pies junto a ella.

—Lo siento, no quise asustarte —murmura con voz cansada la anciana que está frente a la chica.

Ella ríe con un ligero tono de vergüenza y nerviosismo cuando vuelve a ponerse en pie.

—No se preocupe —dice dedicandole una suave sonrisa.

—Usted debe ser la señorita Annabeth Jackson —asegura con un dulce tono que solo una cariñosa abuelita puede expresar.

—Sí —dice extendiendo su mano hacia la viejecilla—, pero en realidad soy la señora Jackson, él —señala al chico que se había situado junto a ella— es Percy Jackson, mi esposo. Asumo que usted debe ser la señora Robins.

—Si, lo soy —responde—. Solo pase a entregarles las llaves personalmente —dice entregando las llaves a la rubia—, no me gusta dejarlas a la deriva... alguien podría entrar.

—Claro entendemos —le sonríe Percy.

—Bueno me voy —murmuró la anciana—, espero que estén cómodos en su estadía.

—Gracias.

Después de que la dulce anciana se hubiese ido Percy y Annabeth entran a la cabaña disponiéndose a desempacar y a observar el interior de esta.

El interior poseía una decoración algo antigua, pero era un lugar muy cálido. Ambos jóvenes pasan alrededor de veinte minutos inspeccionando cada habitación de la cabaña hasta que prefirieron mejor ir a preparar la cena.

—Hicimos una buena elección —murmuró Annabeth aun con la mirada perdida en el diseño antiguo y algo rústico de la cabaña.

—Esta vez no puedo estar más de acuerdo contigo, es un lugar impresionante.

Los minutos pasaron mientras continuaban disfrutando de sus alimentos.

—Sabes lo único que me parece extraño de este lugar son todas esas maletas —comenta Percy—, parecen como si otros huéspedes las hubieran abandonado u olvidado al irse.

—Pues si, es algo extraño —tomó su mano en medio de una sonrisa tranquilizadora—. Qué te parece si vamos a la cama, fue un día bastante largo y estoy muy cansada.

—Tienes razón —estuvo de acuerdo.

[***]

La obscuridad de la noche se filtra por cada una de las ventanas al igual que la pálida luz de la luna.

La cabaña del prado Olympus |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora