Sábado. Segunda parte.

147 18 1
                                    



Pronto Annabeth termina de preparar el chocolate caliente entonces vuelve a la sala donde se encuentran Percy y la señora Robins.

—Porque no pruebas las galletas cariño —la incita la anciana cuando los tres sostienen sus tazas de chocolate— Percy ya las probó.

—Claro —sonríe Annabeth mientras toma una de las galletas—. Y usted ¿no piensa probarlas?

—No suelo comer muchos azúcares, soy prediabetica —explica—, pero no se preocupen disfrútenlas ustedes.

Un par de minutos pasan en el absoluto silencio mientras la anciana los observaba. Su castaña y cansada mirada poco a poco se va entristeciendo mientras los mira.

—¿Pasa algo? —le pregunta Percy al ver la melancólica expresión que se refleja en su rostro.

—Sí, solo estaba recordando cuando solía prepararle estas galletas a mi hija—musita.

—¿Y su hija vive en el pueblo con usted? —pregunta Annabeth ante la mención de la desconocida.

—No —responde la anciana y mientras lo dice el dolor es perceptible en sus palabras—, mi hija murió hace veinte años.

—Disculpe yo... —dice la rubia por su indiscreción—, lo siento mucho.

—No te preocupes cariño, eso pasó ya hace mucho tiempo.

—Emm —murmura Percy en busca de un nuevo y más agradable tema de conversación—. ¿Tiene mucho tiempo viviendo en el pueblo?

—Casi diecinueve años. Yo solía vivir en esta cabaña con mi hija, pero después de que ella murió fue muy difícil para mi seguir aquí y me mude al pueblo.

—Si, me imagino lo duro que debió ser.

La anciana desvió su mirada de Percy mientras recordaba aquellos días.

—Isolde, mi hija era una joven tan llena de vida, parecía alegrar todo con su sola presencia. Yo la amaba muchísimo, ella era mi única hija, perderla fue lo peor que puedo haberme pasado.

Annabeth coloca su taza sobre la pequeña mesita y se acerca a la anciana conmovida por su dolor. Ella no es madre, pero se imagina que perder un hijo puede ser por mucho una de las peores experiencias por las que alguien puede pasar.

—Lo siento mucho —le dice envolviendo sus brazos alrededor de la anciana en un intento por reconfortarla.

Finalmente, ambas se separan y un par de lágrimas corren por las mejillas de la anciana cuando mira a Annabeth.

—Muchas gracias, cariño —murmuró al separarse—. Hace tanto que perdí a mi niña, pero aun es tan dolorosa su pérdida.

—¿Y de qué murió su hija? —le preguntó Percy con curiosidad por lo que recibió una mirada reprobatoria por parte de Annabeth.

—Ella... fue asesinada —su voz se tornó oscura—. Mi pobre Isolde solo tenía 20 años, tenía tantos sueños... cuando ese hombre la asesinó. Yo debí estar aquí, para protegerla —se lamentó mientras su voz se rompía en llanto.

Annabeth envolvió nuevamente sus brazos alrededor de la señora Robins mientras esta continuaba relatando su historia.

—La deje sola y el miserable de su novio entró, él abusó de mi niña y después la asesinó... si tan solo yo hubiese estado aquí y ella no se hubiera quedado sola con él —continuó sollozando mientras se aferraba al abrazo de Annabeth.

Percy y Annabeth se miraron sin saber qué hacer.

—Tranquila —le susurró Annabeth con suavidad.

Poco a poco la señora Robins comenzó a tranquilizarse entonces miró a Annabeth con un extraño brillo de esperanza en sus castaños y cansados ojos.

—Sabes te pareces mucho a mi Isolde.

Un murmullo provino de los labios de Annabeth ante la incomodidad que le causó la declaración de la mujer. Su mira pasó a Percy, quien también parecía algo incómodo por la situación.

Poco a poco Annabeth comenzó a alejarse de la señora Robins, pero esta tomo sus manos aferrándose a ella.

—Por favor ven conmigo —le suplicó en medio de sus lágrimas—. A mi hija la asesinó su novio, el chico que supuestamente la amaba —su mirada cambió momentáneamente hacía Percy—. Acaso no sabes lo peligroso que es estar con un hombre... No deberías estar sola aquí con él... Ven conmigo, puedes quedarte en mi casa ahí estarás a salvo.

La incomodidad de Annabeth aumenta ante las palabras de anciana y se aleja de ella.

—Siento mucho lo que sucedió con su hija —expresa con absoluta sinceridad—. Pero le aseguró que yo estaré bien, Percy es un caballero, le aseguró que jamás me haría daño a mi o alguna otra mujer.

La señora Robins la mira con reprobación cuando Annabeth se aleja totalmente de ella para ir con Percy.

—Señora entendiendo perfectamente que la muerte de su hija le resulte aún dolorosa, pero eso no tiene absolutamente nada que ver con nosotros —exclama Percy evidentemente molesto por las insinuaciones de la anciana—. Le aseguró que yo jamás haría algo que lastimara a Annabeth, yo la amo y lo último que deseó es hacerle daño.

—Ese hombre también decía que amaba a mi hija y no dudó un segundo en hacerle daño... —dio un paso hacía la rubia—. Por favor, yo solo quiero protégete de él —dice señalando a Percy—, ven conmigo ahí estarás a salvo.

La molestia ya es más que obvia en la expresión de Percy y cuando esta apunto de hablar Annabeth lo detiene con una simple mirada y sin palabras le dice que la deje a ella tratar con ese asunto.

—Lo siento, pero no iré con ustedes y como comprenderá esta situación se a tornado muy incómodo para todos —afirma la chica reemplazando el tono dulce de su voz, por uno lleno de cansancio—, así que mañana mismo mi esposo y yo nos iremos de aquí.

Annabeth mirá a Percy al igual que él a ella. El cansancio es sus miradas es tan evidente.

Algo está mal y ellos lo saben.

La anciana la mira con tristeza mientras dice —Siempre dicen lo mismo.

Y eso es lo último que Percy y Annabeth escuchan antes de que el somnifero que la anciana puso en las galletas haga efecto en ellos.













La cabaña del prado Olympus |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora