Sábado. Primera parte.

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El cálido sol de la mañana brillaba mientras el joven matrimonio terminaba de desayunar. El incidente de la noche anterior parece haber quedado olvidado por completo.

—Bien y Listilla ¿qué planes tenemos para hoy? —le pregunta el azabache reclinándose contra la silla del comedor.

—¿Qué te hace pensar que yo tengo algo organizado? —responde la chica antes de beber de su café.

—Porque estoy hablando de mi increíble y listilla esposa, quien siempre tiene un plan en mente.

Annabeth sonríe con las mejillas coloreadas de rojo. Percy también sonríe al ver su rostro avergonzado y se inclina hacia ella para darle un corto y dulce beso.

—Tenías razón, si tengo un plan —murmuró acariciando su mejilla en cuanto se separan.

—Lo sabía... y bien ¿qué es lo que ha planeado mi hermosa esposa?

—Pues pensé que tal vez podríamos dar un paseo por la zona y tener un día de campo por ahí, es un lugar bastante bonito ¿qué te parece?

—Me parece perfecto —responde con la expresión de un bobo enamorado.

[***]

El sol de la tarde se posa sobre el cielo provocando que algunos tonos púrpuras y rosados se esparcen por el proyectando un bello atardecer.

Algunas risas se escuchan por las inmediaciones del prado mientras el joven matrimonio pasea tomados de la mano.

Después de unos minutos de caminata la pareja se encuentra con unos leñadores que volvían del trabajo.

—Buenas tardes —saludan al pasar junto a los hombres, quienes inmediatamente se sorprenden al encontrar a los jóvenes desconocidos.

—¿Quiénes son ustedes? —les pregunta con brusquedad el mayor de ellos, que aparenta alrededor de unos cincuenta años de edad— y ¿qué hacen rondando por este lugar?

—Tranquilos —murmuró Percy en medio de la tensión—. Solo estamos de fin de semana aquí, nos estamos hospedando en la cabaña del prado.

—La cabaña del prado —susurraron algunos de los leñadores con recelo.

—¿Pasa algo? —les preguntó Annabeth al ver su reacción.

—No deberían estar ahí —murmura el hombre de mayor edad—. Cosas malas pasan en ese lugar.

Con lo curiosa que es Annabeth ella no queda satisfecha con un simple "Cosas malas pasan en ese lugar", así que vuelve a preguntar. —¿Qué clase de cosas?

Los leñadores se ponen algo nerviosos, no están muy convencidos de responder a la pregunta de la chica, pero al final deciden responder.

—¿Acaso no saben de las desapariciones que han sucedido en Olympus?

—Si lo sabemos —responde la rubia—, pero eso no tiene ninguna relación con nosotros. No porque un par de visitantes hayan desaparecido en estos prados significa que a nosotros nos sucederá lo mismos —mira a Percy momentáneamente antes de regresar su mirada gris al hombre—. Le aseguro que somos muy precavidos... Percy —dice ligeramente incómoda y molesta por la extraña mirada que les están dando— creo que es mejor que nos vayamos.

—Si, tienes razón —responde he inmediatamente ambos comienza a alejarse ante la atenta mirada de los leñadores. Cuando han avanzado un par de metros el hombre mayor se adelanta un poco mientras alza la voz. —Todos los desaparecidos estuvieron hospedados en esa misma cabaña, yo no echaría en saco roto lo que les hemos dicho.

Annabeth y Percy solo miran fugazmente al hombre sin darle verdadera importancia a sus palabras, entonces continúan su camino de regreso a la cabaña.

[***]

Es casi media noche, el día ha sido completamente agotador y la joven pareja duerme mientras las sombras se retuercen en la oscuridad.

Los ruidos se repiten uno tras otro y esta vez ambos amantes se percatan de dicho suceso.

—¿Escuchaste eso? —pregunta Annabeth mientras aparta las sábanas.

—Si —él también aparta las sábanas y sale de la cama—. Quédate aquí voy a revisar.

—Por supuesto que no —niega— iré contigo.

Percy rueda los ojos ante la terquedad de Annabeth, pero no intenta detenerla porque sabe que no lograra hacerla cambiar de opinión.

Salen de la habitación caminando en medio de la oscuridad justo como lo hicieron la noche anterior. Al llegar a la sala Percy se acerca a la ventana y observa a través de ella una silueta ante la pálida luz de la luna. Es difícil distinguirla, pero si de algo está seguro es que pertenece a un ser humano.

Una expresión de molestia se refleja en su rostro al pensar que se trata de alguno de los leñadores intentando jugarles una pesada broma. Camina hasta la entrada sin decir absolutamente nada entonces Annabeth lo sigue.

—Percy ¿qué es lo que vas a hacer? —dice cuando lo ve llegar a la entrada.

—Esto debe ser una pesada broma de alguno de los hombres que trataron de asustarnos en el bosque con sus historias ridículas —dijo tomando la manija y con un suave sonido abre la puerta— y no estoy de humor para ellos.

—No —dice Annabeth tomándolo del brazo antes de que salga—, puede ser peligroso. Si tienes razón, ese hombre podría estar armado.

—No te preocupes no va a sucederme nada. Tú espera aquí mientras vuelo ¿sí? —le pide en medio de una suaves y tranquilizadora caricia en la mejilla.

Annabeth lo mira buscando en sus ojos verde mar alguna pista que le diga que miente acerca de sus planes. Lo conoce muy bien, sabe que tiene un temperamento fuerte y que su lado protector no duda en salir cuando algo amenaza la tranquilidad de ambos. —No me pienso quedar aquí —le responde con seriedad—. Si continúas empeñado en salir iré contigo —toma su mano—. Recuerda nuestra promesa..., siempre juntos.

Él mira sus manos unidas, suspira esperando esa respuesta de ella. Sabe que, aunque se tire de un puente ella nunca soltara su mano al igual que él lo haría con ella y por eso la ama.

Abre la puerta y juntos salen al porche. Un suspiro silencioso en medio de una risilla nerviosa sale de sus labios al descubrir la identidad de la silueta frente a la cabaña.

—Señora Robins, pero ¿qué hace sola y tan tarde por aquí? —le pregunta Annabeth soltando la mano de Percy y dando un par de pasos hacia la anciana.

La anciana le sonríe, con la misma sonrisa que una madre le dedicaría a un hijo que no ha visto en mucho tiempo.

—Me enteré de que se encontraron con el grupo de Henry —dice refiriéndose a los leñadores—, solo quería asegurarme de que se encontraran bien, ellos siempre están asustando a mis huéspedes.

—No se preocupe, estamos bastante bien —le asegura Percy situándose al lado de Annabeth.

—Me alegra mucho saberlo..., aprovechando el viaje les traje estas galletas que acabo de hornear —les dice mostrándoles una pequeña canasta a la que ninguno de los dos le había dado importancia.

Annabeth mira a Percy mientras sonríe enternecida por la preocupación y la amabilidad de la dulce anciana.

—Muchas gracias —dice después de tomar la canasta—. Porque no pasa un momento con nosotros —sugiere—, preparare un poco de chocolate caliente. Más tarde Percy y yo podríamos llevarla a casa.

—No quiero molestar —objeta la señora Robins.

—Por supuesto que no es ninguna molestia, usted vino hasta aquí para asegurarse que estuviésemos bien. Esto es lo menos que podemos hacer ¿no es así? —murmura mirando a Percy.

—Oh... sí, claro.

—Lo ve, no hay ningún problema —sonríe mientras le entrega la canasta a Percy. Annabeth se sitúa junto a la anciana para ayudarla a entrar, aunque está claramente no lo necesita—. Pase por favor.

—Oh eres tan dulce cariño —murmuró la anciana mientras los tres entran a la cabaña.







La cabaña del prado Olympus |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora