Capítulo 8
Lo antibióticos hicieron efecto, y cada vez que dolía el cuerpo un poquito menos, podía respirar y hablar sin que me hiciese daño en el proceso. Mi madre había vuelto a entrar en la habitación con una extraña sonrisa en el rostro, abrazándome y despidiéndose de mí. Me prometió que vendría a verme seguido, cada día un rato hasta que me recuperara. Le dije que no se molestase, que no podía dejar su peluquería de lado por venir a verme. Pero no me hizo ni caso, y eso, en parte, me hizo feliz.
Jacob no había vuelto a entrar en la habitación, pregunté a todos los enfermeros que veía rondar mi habitación si lo habían visto, pero todos me contestaban que no lo veían desde hacía un buen rato. Me comencé a preocupar, también sentí una gran ansiedad, era como si algo muy importante me faltase, un mal presentimiento. Intenté borrarlo, diciéndome que todo estaba bien, pero ese mal pálpito no dejaba de atormentarme y oprimir mi pecho. Era un sinsentido, pero me dolía igualmente.
Al día siguiente por la mañana, ya cansado de estar solo teniendo sólo la compañía de Jimmy de vez en cuando –el cual se suponía que tenía que haber llamado a Jacob a la habitación y no lo había hecho-, el chirrido de la puerta me hizo ladear la cabeza hasta esa dirección, ya estaba un poco harto de esa maldita puerta. Pero todo enfado existencial se borró al ver una cabellera naranja acercándose a mí.
-¡Max!- exclamé formando una sonrisa en mi rostro.
Ya hacía varias semanas que no nos veíamos, desde que me fui de casa de mi madre nuestras viviendas quedaron muy alejadas la una de la otra, eso sin contar la diferencia de nuestro horario laboral. Nos veíamos poco, pero al menos nuestra amistad era estable y no se esfumaba pese a no mantener un contacto constante.
-¡Thomas Grace, me cago en tu madre!- se acercó a mí a grandes zancadas y me abrazó- Estás hecho una mierda, ¿eh?
Le devolví el abrazo palmeando su espalda con fuerza. Lo normal hubiese sido que él me hubiera molido la espalda a mí con las palmaditas de amigos, pero supongo que se dio cuenta de mi deplorable estado y prefirió tratarme con suavidad por una vez.
-¡Me has tenido cagado tío, no me llamaban y ya pensaba que la habías palmado!- eso pretendió ser una broma, pero el temblor en su tono de voz lo delató.
-Ya, ya lo sé, no hace falta que me digas tú también que soy un imbécil.
-Eres un imbécil.
Me carcajeé mentalmente. “Éste niñato de mierda…-pensé- siempre llevándome la contraria en todo”.
-Me vas a contar ahora mismo qué coño ha pasado- exigió sentándose a mi lado mientras se secaba una pequeña lágrima.
No estaba de ánimos para hablar al igual que había pasado con mi madre, pero supuse que se lo merecía. Le conté por encima lo que había sucedido, porqué había tenido el accidente y un poco de cómo me he encontrado en el hospital.
-¿Cómo se llamaba tu novio?
-Jacob Smith- respondí hastiado. Siempre se le olvidaba su nombre, no por nada en especial, sino porque mi amigo no era una memoria prodigiosa.
-Jacob, eso, lo tenía en la punta de la lengua, lo juro- volví a carcajearme mentalmente- Por cierto… ¿dónde está?
Ese mal pálpito volvió mucho más intento, más doloroso. No pude evitar maldecir por lo bajo, no era a nadie en particular, sino a la razón desconocida de aquella opresión en mi pecho. Negué con la cabeza reiteradas veces quitando malos pensamientos que podrían ser tabú, notando la mirada confusa de mi amigo sobre mí.
-No sé dónde está, nadie me dice nada y mi móvil se perdió en el accidente. Pero… supongo vendrá cuando pueda.
“Pero Jake no es así- pensé-, él no se separaría tanto tiempo de mí estando en un hospital…”
ESTÁS LEYENDO
A SOUL UNDER THE RAIN (Homoerótica)
RomanceNuestro encuentro fue un tanto extraño. Sin embargo, me alegro profundamente de haberle salvado de la lluvia aquel dia. Porque nuestras almas se entrelazaron a partir de aquel momento y el amor comenzó a habitar en nuestros cuerpos empapados.