III.

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Aquel gramófono había sido regalo de un cliente. El viejo Paul partió dos días después de obsequiárselo, pero no iba a hacerlo sin antes darle un "presente" a la persona que tanto lo había acompañado en esas noches de tristeza y necesidad. Al principio, la joven se negó rotundamente, no quería nada proveniente de aquellos hombres, pero cedió... Podría escuchar música mientras hacía las tareas domésticas o mientras bailaba un poco. Roxanne movía todo su cuerpo para olvidar la nostalgia que la rodeaba, se dejaba llevar por las suaves y ruidosas canciones. Aprendió a bailar desde pequeña y ahora fluía con sensualidad mientras varios observaban su esbelta figura. Ellos miraban hambrientos, necesitando siempre un poco más. Pero cuando el reloj marcó las nueve, todo fue diferente. Thomas Shelby entró por la puerta de su casa, preocupado y consternado, pidiendo información para así poder actuar. La violencia era parte del estilo de vida de la familia Shelby, lo que hicieran sería expresado de esa manera. Y esta no era la excepción. Se cobraría venganza y, de alguna manera, Roxanne se sintió protegida y querida, se sintió especial.

Una serena melodía inundaba la habitación, los instrumentos resonaban trayendo paz y tranquilidad al ambiente. Frente a frente, sin decir ni una sola palabra, pero con las miradas fulminantes hablando más de la cuenta. Dio un largo sorbo a la bebida caliente mientras Thomas prendía el tercer cigarrillo, le ofreció uno, pero ella rechazó. El silencio se tornaba incómodo nuevamente y la joven sintió la necesidad de romperlo de una vez por todas. Es como si quisiera rellenar los espacios vacíos con palabras sin importancia, pero esta vez, surgiría una buena e interesante conversación.

—Cuéntame sobre Rick —dijo con la mirada en las nubes, el rostro de soñadora— ¿Cómo fue él en sus últimos días?

Thomas se movió en el lugar, algo incómodo y un poco nervioso. Pues, de uno de sus mejores amigos estaba hablando, pero esas dudas y preguntas eran claras y entendibles. Rick Forest se había casado con Roxanne justo antes de partir a la guerra, el dolor que la muchacha experimentó fue indescriptible, inexplicable. Pero aquel dolor se intensificó cuando recibió la mala noticia: su hombre había muerto por un disparo en el corazón. Bastante irónico, por cierto, porque la viuda pudo sentir el balazo de una manera tan real que despertó en medio de la noche, con los rápidos e intensos latidos y las lágrimas rodando por sus mejillas. Fue una gran pérdida para ella, pero para sus amigos y familiares también. Uno de los grandes motivos por los cuales Thomas Shelby quedó destrozado, sin una sonrisa que pintara su rostro nunca más. Rick la conoció en un burdel de mala muerte, pero quedó fascinado con la mujer y no dudó ni un segundo más: debía sacarla de ese horrible lugar lo antes posible. Ayudarla a comenzar su vida desde cero, hasta formar una gran familia con ella era su sueño. Y lo compartían, sí que lo compartían, iban a ser muy felices juntos. Todo cambió, los juegos del destino no son gratos siempre. Y Roxanne sí que conoce el desconsuelo y la pena, tal vez, eso la une con Tommy. El daño que el tiempo puede dejar, son marcas que nunca se olvidarán.

—Fue un gran soldado —asintió mientras exhalaba el humo de su cigarrillo—. Luchó dándolo todo, su muerte no fue en vano. Siempre hablaba de ti, nunca tocó a otra mujer.

Fueron palabras que necesitaba escuchar. Desde su muerte, nunca más oyó historias sobre él, como si no hubiera existido, como si se hubiera esfumado de la faz de la tierra. Pero ahora, sintió un peso menos, un gran alivio que hacía que su pecho estuviera libre, más liviano. Roxanne quiso ocultar la larga sonrisa que se formó en su rostro, tomó las tazas vacías de té y las colocó en el lavaplatos. Giró para encontrarse cara a cara con él y, nuevamente, se perdió en aquellos profundos ojos celestes. Esta vez, se encontraron y conectaron, sintieron toda esa energía para poder fluir juntos. Y una alegre melodía comenzó a sonar, trayendo ánimos al momento y llenándolo de una diversión singular.

—¡Amo esta canción! —dijo de repente, dirigiéndose al salón para bailar.

La alegría de Roxanne se expresaba por medio del baile, sus movimientos hicieron que él sonriera levemente, sin mostrar los dientes. El negro cabello y los brazos agitándose al compás del buen blues.

—¡Vamos! —dijo invitándolo a la pista de baile—. Baila conmigo.

Ambos cuerpos se deslizaban sin descanso, con las manos entrelazadas y los corazones corriendo como si de una carrera se tratase. Tommy le daba vueltas a la chica y ella reía por lo alto. Compartían un momento único y peculiar, sin la necesidad de frases o palabras por compromiso. Esos fueron unos gratos minutos, donde ya nada importaba, donde todo lo demás quedaba fuera de su alcance. Sin preocupaciones ni inquietudes, simplemente libertad. La canción finalizó con los brazos de la joven en su pecho y los de él en su cintura. Las estrellas pudieron filtrarse por la ventana y la luna se convirtió en un acompañante más. La música ya no importaba, ellos danzaban tranquilamente, sin interrupciones y de una manera muy delicada. Los brazos de Roxanne rodeando su cuello, la tranquilidad que le trasmitía estar cerca de él. Y es que Thomas Shelby fue de gran importancia para la joven, la acompañó desde el principio para que luego se convirtiera en uno de sus clientes más usuales. Ningún remordimiento llenaba el corazón del hombre, simplemente se dejaba llevar por sus deseos más intensos. Pero no sólo fue la belleza de la joven lo que lo atrajo, si no su historia de guerra y la dulzura que acompañaba esos ojos verdes. Frente a frente y con cariño. Tal vez, podrían volver a sentir, porque al final del día, nada está perdido como parece.

Lazos del caos | Thomas ShelbyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora