ᴍʏ ᴘʀɪɴᴄᴇ/ ᴍʏ ᴘʀɪɴᴄᴇss.

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No entendía lo que le sucedía, justo ahora el verla tocarse el cabello le parecía la cosa más maravillosa del mundo, verla sonreír y admirar cada gesto suyo le provocaba en su interior algo que jamás en su vida había experimentado. 

—¡Adrien!—le llamó de pronto.—¡Ven!, únete al juego.

El chico suspiró al ver como su rebelde cabello ondeaba al viento cayendo sobre sus labios, lo cual le hizo sonreír, realmente esta parte de su vida le llenaba de felicidad pues ella era alguien muy importante para que su día estuviera completo.

Estaba sentado en su pupitre con los brazos cruzados, recargando su cabeza en sus piernas, observando cada movimiento que aquel ser angelical hacía, él no era como los demás; estaba completamente seguro de eso, a él no le importaban esos juegos bobos ni se comportaba como alguien de su edad. Sentía su pequeño corazón latir con cada palabra que Marinette decía.

Apenas tenía seis años pero en su interior algo le indicaba que ella era un ser maravilloso lleno de bondad y ternura, admiraba tanto cada aspecto que le mostraba.

—¿Qué pasa pequeño?— escuchó a su lado y al ladear el rostro la vio sentada sobre los escalones del salón, justo a su lado.—¿Te sientes mal?

Colocó su mano en su frente para checar su temperatura corporal no queriendo que uno de sus alumnos tuviera alguna clase de problemas tanto físicos como emocionales.

—Te siento fresco. No tienes fiebre.—Concluyó arrugando su entrecejo.—Pero estos días no estás más callado de lo usual, casi no sales al recreo o juegas con tus compañeros. Es más, ni siquiera has probado tu snack.

Señaló la comida que estaba aun tapada a su lado, algo que desde hace rato llamó su atención pero que lo había estado dejando pasar por querer creer que al rato lo haría, realmente lo notaba extraño cada día que pasaba y quería saber si podía ayudarlo.

—No tengo hambre.—mencionó con sus regordetas mejillas rojizas.—Tam...tampoco quiero jugar.

—Mmm.—musitó con la mirada entrecerrada.—Sabes, puedes contarme lo que te sucede, cada cosa que pasa en esa cabecita loca.—le dio un pequeño toque para luego revolverle los cabellos.—Lo que sea, por algo soy tu maestra.

Adrien suspiró formando un puchero, existía algo que no le gustaba de esa palabra pero no entendía que, solo estaba seguro de que quería seguir viéndola y deseaba tanto no pasar de año solo por estar a su lado. Incluso detestaba un poco el ser tan pequeño a comparación de ella.

—Gracias.—expresó con tristeza, cosa que ella no pasó por largo, tal vez este era su primer trabajo desde que salió de la carrera hace ya un año, pero existía algo que no le terminaba de gustar del comportamiento de su pequeño alumno.

—Está lindo.—añadió ella tras un largo silencio haciendo que él moviera sus pestañas con confusión. La azabache sonrió al verlo.—Me refiero al dibujo que dejaste en mi escritorio…

Adrien se sintió avergonzado, él no era tan bueno dibujando ni siquiera tenía talento para ello, así que pensó que tal vez no le gustaría algo y con ello se alejaría para siempre de su lado.

—Eh...yo...bueno.—miró sus pequeñas manitas.—Quería que supiera lo importante que es para mí, que...es como mi heroína, alguien que me agrada mucho...—la miró tímidamente con sus ojitos brillantes—¿No está molesta por ello? ¿No le parece feo? ¡Me disculpo si es así?

Ella río enternecida por el gesto y la reacción del pequeño, la verdad era que de todos sus alumnos, Adrien era el más seguro de sí mismo, el más divertido y el más caballeroso o dulce pese a su edad. Aún así, algo le decía que el pequeño se estaba yendo por otro lado que no era moral ni éticamente correcto.

── ✦𝑇ℎ𝑖𝑛𝑘𝑖𝑛𝑔 𝑎𝑏𝑜𝑢𝑡 𝓎ℴ𝓊.── ✦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora