Capítulo 9: Pesadilla. Parte I

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Corri hacia Tessa y la empuje hacia la acera antes de que el camión pasara sobre ella. Ella me miro y se puso de pie.- ¿¡Que haces!?

- ¿Que hago? ¡Salvarte! No se que te pasa, Tessa. Pero podemos hablarlo.- Me acerqué a ella. Pero dio un paso atrás.

- No.

-Tess...

Miró al suelo cementado y segundos después me lanzó una mirada.- Está bien, vamos.

Pasó por mi lado y la seguí.

Duramos media hora caminando, y me di cuenta de que ella me estaba llevando a un parque. Se sento en una banca y yo hice lo mismo.

Me miró con los ojos acuosos, abrió y cerró la boca varias veces. ―Tess...

―No puedo, William. Tan sólo...

―No te entiendo.

Soltó un suspiro y las lágrimas retenidas barrieron sus mejillas sonrojadas. Me dolía verla así y no entender qué pasaba. Y era yo que tenía la culpa de todo aquello.

―Me siento vacía, sola, triste... Y no sé por que. Sólo... Sólo lo siento, aquí ― tocó la zona de su corazón. ―Es cómo si fuera una muñeca vacía, sin vida...

Miré mis manos nervioso sin saber qué hacer. Era mi culpa, si, lo era. Era un estúpido, no debí escribir sobre ella, tan sólo... Por mi culpa ella sufría, y es que, ella tenía razón. Ella era una muñeca, la cuál yo creé e imaginé. A la cuál puedo controlar y... La podía cambiar, podía hacerlo.

¡Eso era! Debía hacerlo. Debía hacerlo. Aunque no haya querido. Debía hacerlo. No era feliz y ella tampoco lo era... Debia hacerlo.

*

*

*

Estaba frente a mi máquina de escribir, no estaba seguro, no podía... Todo cambiaría, pero es que ella estaba triste, era infeliz, como yo lo era. Deje que mis dedos viajasen por las teclas, cambiando a Tessa.

Tessa ya no era infeliz, al contrario, siempre mantenía una sonrisa en su bello rostro angelical. Ella amaba con locura a aquel chico, y eso la hacía verdaderamente feliz. Ningún rastro de tristeza inundaba su corazón.

Bien, lo había hecho. Lo hice, se me hizo tan dificil hacerlo. Pero era por aquella hermosa chica. Por mi muñeca de papel.

Los días pasaban y fue un error, el haber cambiado a Tessa. No estaba feliz, estaba literalmente feliz. No dejaba de sonreír, me daba miedo tan sólo verla con aquella frígida sonrisa puesta en su angelical rostro. Sólo saltaba de aquí para allá, sus mejillas estiradas debido a sonreír, ella decía que le dolían las mejillas y que no podía aunque quisiera dejar de sonreír. La culpa me invadió por completo. Además de que cuándo quería algo de acción, ella sólo quería saltar y bailar y reír, y no estaba conmigo, me había dejado de lado, como un perro abandonado el cuál el amo ya ha dejado de querer.

Caminé hacia la biblioteca y me senté frente a la máquina de escribir. Comencé a teclear:

Tessa ya estaba cansada de estar tan feliz, de brincar, saltar cómo una niña eufórica. Más bien, se mostraba atenta al joven del cuál se sentía enamorada. Apegada a él siempre, siempre.

Suspire y miré el blanco techo de la habitación. Sólo tenía dos semanas para entregar el libro a la editorial, y todavía me faltaba la mitad del escrito. Me puse de pie y caminé hacia el piso inferior encontrandome a Tessa en la sala de estar. Esta al verme se enganchó a mí, abrazandome.

-Will.

-Hermosa.

Y luego empezó la pesadilla.

Muñeca de Papel (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora