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—Necesito hablar con Cole. Pásame con él, por favor.

Puse los ojos en blanco al escuchar la desesperación en la voz de la mujer al otro lado de la línea. Podía imaginarme su aspecto. No era difícil: Cole tenía un tipo de mujer.

Pelirroja. Alta con espectaculares piernas delgadas y torneadas que siempre conseguía enseñar con una falda que era demasiado corta o que tenía una insinuante abertura lateral. Tenía esas curvas casi masculinas que últimamente parecían gustarles a todos los hombres. Maquillaje perfecto sobre unos perfectos labios finos y unos perfectos pómulos altos. Y probablemente me llamaba desde un teléfono móvil que costaba más que mi sueldo mensual.

Era frustrante que aquello perjudicara siempre mi estado de ánimo como una nube personal que me seguía a todas partes durante el resto del día. No estaba segura de qué me molestaba más: si que estas mujeres aparentemente independientes permitieran que un hombre les sacara de quicio con tanta rapidez, o que todas ellas tuvieran todo aquello que yo nunca tendría.

Ni siquiera quería este trabajo. Pero ir a universidad con una beca que apenas cubría la mitad de la matrícula no era barato. Además de la matrícula, necesitaba libros y tenía gastos de laboratorio, de aparcamiento, de los apuntes de las clases, y necesitaba muy desesperadamente un nuevo portátil. El mío se sobrecalentaba cada maldita vez que lo encendía, apagándose siempre en los peores momentos. La semana anterior tenía que entregar un trabajo y mi ordenador se estropeó justo cuando estaba terminándolo y, cómo no, la función de guardado automático se saltó las últimas cuatro páginas, de modo que tuve que pasarme toda la clase reescribiéndolas y me perdí información para la prueba que hicimos al día siguiente. Si no conseguía un ordenador nuevo pronto, iba a suspender la mitad de mis clases y todo este trabajo, todo este dinero, sería para nada.

Además de esto, tenía otros gastos. Mis padres no podían ayudarme. Mi hermano pequeño, Sam, tiene un problema metabólico que necesita de un tratamiento médico especial, así que mis padres también están bastante justos de dinero la mayor parte del tiempo. Me encantaba el trabajo que tenía. Trabajaba en una pastelería decorando cupcakes. Era la actividad más artística que había hecho nunca, y era buena en ello. Pero corrían malos tiempos para todo el mundo y tuvieron que despedirme porque ya no podían permitirse pagar mi sueldo. Y, al encontrarme ya en la sexta semana del nuevo semestre, la mayoría de los trabajos para los que estaba cualificada habían sido ocupados por otros estudiantes universitarios en las mismas circunstancias que yo.

Y entonces oí lo de la oferta de empleo aquí.

En realidad se trataba de un empleo bastante codiciado. Había docenas de chicas en la sala de espera, todas vestidas como si estuvieran presentándose a un casting de modelos en lugar de a un puesto de trabajo de secretariado. Supongo que pensarían que iba a entrevistarlas el mismo Cole Sprouse. Pero en realidad fue la directora de su oficina, Jana Collins, quien hizo las entrevistas. Yo no pensé que tuviera posibilidad alguna y, de hecho, estaba en otra entrevista cuando recibí la llamada. Estaba bastante emocionada. El trabajo tenía un buen sueldo y estaban dispuestos a organizar mi horario en función de mis clases. Pero en aquel momento no tenía ni idea de que el noventa por ciento del trabajo sería proteger a Cole de sus rollos de una noche.

—Lo siento, señora —dije lo más educadamente que pude— pero el señor Sprouse se encuentra en una reunión.

—¡Y una mierda! Sé que sólo estás evitando pasarme con él. Esta es la cuarta vez que llamo

—Discúlpeme, señora —dije, conteniendo un suspiro—. Pero le aseguro que ha recibido todos sus mensajes.

En realidad, dudo que alguna vez viera sus mensajes. De hecho, posiblemente no viera nunca ninguno de los mensajes de esas mujeres. Mis instrucciones eran pasárselos a Jana y pude verla, en más de una ocasión, tirarlos a la papelera.

ʟᴀ sᴇᴄʀᴇᴛᴀʀɪᴀ ➵『 sᴘʀᴏᴜsᴇʜᴀʀᴛ 』《ᴏ.s》ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴅᴀ TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora