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Cole se marchó a Portland antes de que yo llegara al trabajo al día siguiente. Y se había marchado para casi una semana... gracias a Dios.

Estaba tan avergonzada que me alegraba que no hubiera posibilidad de poder encontrármelo. No sabría qué decirle. ¿Qué le dices a alguien después de tener una crisis como la que yo había tenido? Quiero decir, Cole era el director de una empresa de millones de dólares, el arquitecto de docenas de negocios lucrativos que sólo le hacían más rico con cada acuerdo. Nunca había hecho un mal negocio, al menos, no lo suficientemente malo como para manchar su reputación. ¿Qué iba a importarle que una estudiante universitaria no pudiera pagar sus facturas?

La electricidad había vuelto a la mañana siguiente, incluso antes de que consiguiera arreglar el pago. Pensé que quizás se trataba de un apagón en la zona. A veces pasaba. Y conseguí terminar el trabajo, así que las cosas parecían mejorar un poco. Tenía otro trabajo que redactar, y seis exámenes finales para los que empezar a estudiar, pero ya estaba bastante segura con tres de ellos, así eso tampoco estaba nada mal.

Era sólo la idea de ver de nuevo a Cole. Jana había llamado la noche anterior y había dicho que volverían esta mañana, así que él estaría en la oficina para cuando llegara a mi hora. No estaba segura de si iba a poder mirarle a los ojos. Pero quizás las cosas podrían volver a ser como eran antes, cuando él apenas me miraba al pasar por delante de mi escritorio.

Era más fácil fingir entonces que no me atraía, y mucho más sencillo creer que yo no era su tipo.

No sabía qué era peor, si la fantasía que nunca se haría realidad, o haber creído que podría encontrar atractiva a alguien como yo.

Estaba dirigiéndome hacia la puerta, con el bolso en el hombro, dándome prisa para llegar a tiempo de mi primera clase de la mañana, cuando sonó mi teléfono. Lo saqué del bolsillo, pensando que sería probablemente sólo alguien que llamaba por alguna factura o alguna otra persona con la que no tenía ganas de hablar. Pero era mi madre.

—Mamá, estoy a punto de salir. ¿Puedo llamarte...

—¡Lili, no te vas a creer lo que ha pasado! —escuché a mi madre gritar en mi oído a más de dos mil kilómetros de distancia—. ¡Alguien ha pagado todas las facturas médicas de Sam!

Me detuve en seco. —¿Qué?

—Alguien ha pagado todas sus facturas pendientes y ha creado un fondo para pagar los gastos futuros. ¿Puedes creerlo? ¿Quién haría algo tan generoso? Quiero decir, teníamos una deuda de miles de dólares por esas facturas, ¡y ahora no tenemos que preocuparnos por ellas! No sólo eso, sino que ese fondo nos va a permitir conseguir la nueva medicación sin problemas. Íbamos a tener que dejar de dársela porque el seguro no quería pagarla, ¡y ya no tendremos que hacerlo! Y le está ayudando...

Estaba hablando tan rápido que difícilmente podía seguir lo que me estaba diciendo. Pero luego empecé a entenderlo: alguien había pagado las facturas. Miles de dólares de las facturas médicas de Sam. Me senté pesada sobre el brazo del sofá, con el teléfono aún pegado a la oreja, y mi madre charlando felizmente.

—¿Y sabes lo que ha llegado al correo esta mañana? ¡Tres billetes de avión para Dallas! ¡Podemos ir a tu graduación! ¿Te lo puedes creer?

—Es genial, mamá —dije con tono aburrido.

No podía creer lo que había hecho. ¿De verdad pensaba que con ir lanzando su dinero por ahí iba a arreglarlo todo? ¿Pensaba que... en qué estaba pensando? ¿Había pensado en algún momento?

Cole. Tenía que haber sido Cole. ¿Quién si no podría haberlo hecho?

No sé cómo terminó la llamada. Recuerdo muy poco de ella. Todo lo que puedo recordar es el enfado y la indignación que se acumulaban en mi pecho como una bomba a punto de explotar.

ʟᴀ sᴇᴄʀᴇᴛᴀʀɪᴀ ➵『 sᴘʀᴏᴜsᴇʜᴀʀᴛ 』《ᴏ.s》ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴅᴀ TERMINADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora