Capítulo III

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Una vez en casa me percaté con que había dejado el ordenador encendido.
—Eres un genio Erika—Me dije mientras me daba un golpe en la cabeza.
Me acerqué al monitor para encontrar con que en el mismo se encontraba una página que no me sonaba haber abierto nunca. De hecho, lo primero que hice fue revisar el historial y al parecer aquella página se había abierto durante mi pequeña excursión con Adam.
Al percatarme de aquello lo primero que hice (siguiendo mi tónica de creerme una superheroína) fue ir a la cocina y coger el cuchillo más gordo que tuviese con miedo a que quien fuese que había abierto la página en mi ausencia siguiese en mi casa. Así, asustada y muerta de curiosidad decidí revisar qué era exactamente lo que se había buscado en mi ordenador. Se trataba de una especie de página wiki acerca del Goaghma, donde se recogían supuestos hechos paranormales y demás sucesos extraños. La mayoría parecían simplemente desapariciones totalmente explicables (por experiencia propia sé que huir de un pueblo sin avisar es algo desafortunadamente común) pero sí hubo un artículo que captó por completo mi atención.
—La desaparición de Lisa Jones—Leí en voz alta.
Se trataba de una situación similar a la mía o a la de Adam, Lisa Jones era una nueva vecina en el pueblo, se había mudado por cuestiones de un trabajo que no se especificaba en el artículo pero que tenía que ver con mensajería de alguna forma. Su estancia parecía ser agradable e incluso sembró ciertas amistades al parecer (el propio autor del artículo afirmaba ver como Lisa solía dar largos paseos con gente). Todo muy típico, hasta que cierto desafortunado verano desapareció en extrañas circunstancias. Se encontraron rastros de sus huellas dactilares en el tejado de su casa, además de que la misma había sido saqueada el día posterior a su desaparición. También se encontraron muestras de forcejeo en su coche y un cuchillo de cocina bajo su cama. ¿Todo da a asesinato verdad? Lisa estuvo desaparecida aproximadamente dos años. Dos años en los que alguien pagaba todos los gastos de su casa. Dos años en los que absolutamente nadie pareció percatarse de su ígnota situación pues hasta el día en el que se publicó el artículo como mínimo nadie había denunciado nada; ni familiares, ni amigos, ni conocidos... Nadie.
El artículo concluía con una foto que me erizó los pelos. La foto adjunta al artículo no era más ni nada menos que la de mi casa.
—Que le den a todo, si esto es una broma no hace nada de gracia—Murmuré aterrada. Repentinamente un mensaje se abrió en medio de la pantalla—. La web que usted está visitando ha sido eliminada, se cerrará en unos segundos—Leí, viendo como la ventana se cerraba automáticamente.
Con cuchillo aún en mano, no pegué ojo en toda la noche y decidí que al siguiente fenómeno chungo simplemente dejaría Goaghma atrás.
Junto a los primeros rayos del sol despertaron mis ganas de investigar la casa que una vez fue perteneciente a la desaparecida Lisa Jones.
Sabía que la casa poseía un ático y un sótano que había evitado visitar por mi nariz susceptible a estornudar así que, poniéndome una mascarilla con tal de evitar el polvo, decidí bajar primero.

Para mi sorpresa el lugar lo que era verse se veía bastante acogedor. De no ser por la escasa luz, el polvo y las enormes telarañas el lugar hubiese parecido un salón de lo más bonito, con alfombras rojas, sofás color beige y demás muebles guardados con delicadeza. Más al fondo pude observar unas estanterías con un par de libros viejos y fotos familiares de quien fuera el anterior propietario (¿cuánto llevaría esta casa en pie? Ya había tenido, incluyéndome, mínimo tres propietarios). En la esquina superior derecha de las mismas encontré un pequeño papel ya desgastado, pegado con lo que debía ser el celo más duradero de la historia. Con cuidado, lo tomé e intentando ser lo menos brusca posible, lo abrí.
—Cofre—Era lo único que ponía—. ¿Cofre?—Me repetí confundida.
Supuse que aquello lo habría escrito la pobre Lisa poco antes de desaparecer, o tal vez alguien antes que ella. Unas pequeñas lágrimas recorrieron mis mejillas, pues por mi mente aparecieron el rostro imaginario de la pobre muchacha, pérdida y, por muy feo que suene, probablemente muerta.
Volví a rebuscar por todo el sótano, sin ningún otro resultado, por lo que decidí dirigirme al ático.

Al subir lo primero que me encontré fue con que la iluminación del ático era prácticamente perfecta; unas ventanas adornadas con cortinas color turquesa de lo más cuquis que dejaban entrar de forma esplendorosa la luz del sol. Lo que sí me pareció horrendo fueron las cabezas colgadas de diversos animales en las paredes, No sólo por pena a los pobres ciervos, sino también por la extraña sensación de sentirme observada, sobretodo tras no haber dormido absolutamente nada.
Busqué el dichoso cofre en todas partes, sin éxito. Por un buen rato la frustración se hizo conmigo y recordé el estrés del que precisamente pretendía huir al mudarme. Las lágrimas se acrecentaron, una suma del mencionado estrés, la mencionada Lisa y el temor de que sabiendo lo que sabía, yo misma corría peligro.
Fue en eso, que por un instante noté como la cabeza de uno de los animales parecía haber sido movida, no necesariamente de manera reciente.
En un principio pensé que había sido por el tema de la mudanza, pero mirar no me haría ningún mal.
Clavé mis ojos en la acristalada mirada muerta de la cabeza colgada, me acerqué a ella y la bajé.
—Lo sabía—Dije victoriosa cuando me encontré con que tras el fúnebre trofeo se encontraba una pequeña llave de cobre oxidada.
Logré calmarme, si había llave debía haber algo que abrir con ella.

—¿¡Erika?!—Escuché a alguien gritar desde la entrada—. ¿Estás en casa?!
El susto me ganó y la llave se me cayó de las manos torpemente.
—¡Voy!—Grité tras recogerla y limpiarme las lágrimas lo mejor posible.
Guardé la llave en uno de mis bolsillos y bajé tratando de mantener la calma.
—¿Sí?—Abrí la puerta para encontrarme con un fuerte abrazo.
—Estaba asustado... —Era Adam.
—¿Qué, por qué?–Repliqué tratando de soltarme.
—Esta mañana, en mi móvil ha aparecido una página muy rara y creí que... Menos mal que estás bien—Me volvió a abrazar.
—Oye tío, también me caes bien pero nos conocemos de solo un día—Contesté asumiendo que no podría soltarme.
Él negó con la cabeza, me dejó en libertad y me explicó lo que había ocurrido, que era exactamente lo mismo que a mí salvo por una cosa; si la página supuestamente había sido borrada justo tras que yo hubiese leído la desaparición de Lisa Jones... Era imposible que Adam hubiese podido leer nada al despertarse.
Una vez le dije eso, un frío recorrió mi espalda y por su rostro, sé que por la suya muy probablemente también.
—Algo malo está pasando en este lugar...—Dijo él.
Yo asentí y mirando el precioso pueblo de Goaghma no pude evitar sentir como una oscuridad parecía conquistar aquel idílico lugar, corrompiendo el aire y a sus personas.
—Sí—Contesté.

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