Capítulo VII

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Cuando Adam despertó, yo todavía me encontraba con el arma en las manos, apuntando a la puerta con temor de que nos asaltaran una vez más, temblando por el miedo y el frío.
—¿Erika?—Dijo mientras se incorporaba.
—No soy una inútil—Dije mientras notaba como las lágrimas recorrían mis mejillas.
Adam me miró confundido y yo solté la pistola.
—¿Qué ha ocurrido?—Preguntó mientras me abrazaba.
Titubée cosas sin sentido durante unos segundos hasta que finalmente correspondí a su abrazo.
—Le disparé y... Y...—Dije.
—¿Mataste a esa cosa?—Me preguntó mientras acariciaba mi cabello.
Negué enérgicamente.
—Se... Se fue...
Adam miró atrás mío y vio el pequeño baúl en el que se encontraba la pistola.
—Bueno...—Dijo mientras continuaba tratando de calmarme—. Se podría decir que tenemos todo el día para revisar lo que hay en ese cofre...
—¿Cómo... Cómo lo sabes...?—Le pregunté.
Adam me dedicó una falsa sonrisa de seguridad.
—Si pudiesen atacar de día ya lo habrían hecho, ¿verdad?
Yo asentí y una vez me noté más calmada, me levanté y me giré, observando los papeles; ya viejos, tirados por el suelo por mi culpa.
—Por lo viejo del papel...—Murmuró Adam—. No parece que la biblioteca fuese quemada hace "un par de años".
Negué con la cabeza.
—No pudo haber sido hace tan poco tiempo, el incidente parece que fue como mínimo hace unos veinte años.
—Eso confirma que el lugar lleva relativamente descomunicado más de diez años, aunque paradójicamente es bastante fácil llegar.
—Aunque...—observé con nerviosismo a Adam—. Si este lugar lleva tanto tiempo descomunicado... ¿cómo es que el Internet funciona? ¿Cómo es que llegó a mi ordenador el artículo acerca de la desaparición de Lisa Jones?
Adam se encogió de hombros, sin conocer exactamente la respuesta.
—Lo mejor será dejar eso de lado y comenzar con la investigación—Dijo mientras acariciaba mi cabello.
Asentí sin soltar el arma y juntos comenzamos a mirar en el cofre con mayor calma.

La búsqueda, a pesar de lo sucedido literalmente hace apenas unas horas, se me hizo como un momento de relativa paz, posiblemente por el ulular del viento chocando con los árboles refrescando mis húmedas mejillas, la presencia de Adam, mi arma, y el hecho de que aunque de mañana, era ya de día.
—Creo que he encontrado algo—Dijo Adam mientras sacaba un pequeño diario del cofre—. Parece bastante viejo así que no sé si todo será legible.
Tragué saliva y me acerqué a él.
—¿Qué pone?—Dije temblorosa.
Adam abrió el cuaderno y tras afinar su voz tosiendo, comenzó a leer.
—Para empezar, mi nombre.
»Me llamo Carl Jones, 47 años, y si lees esto es probable... No.... Es seguro que estoy muerto y es por eso por lo que dejo esto, para ti, quien seguramente estés en peligro.
Vine a este lugar en busca de mi hija, Lisa Jones, a quien llevaba sin ver dos años. Hablaba conmigo habitualmente por mensajes, pero por alguna razón, un día desperté con un mal presentimiento, por lo que sin dudar vine en su búsqueda.
Al llegar me encontré con que la casa que habíamos comprado para ella se encontraba deshabitada, despertando rápidamente todas las alarmas que como padre, tenía todavía medio encendidas.
Pregunté en todas partes para solo recibir respuestas ambiguas y extrañas miradas de los lugareños y es por esto que comencé mi propia investigación.
Lo primero que hice fue registrar la casa por la noche, pues su coche seguía aparcado frente a la misma. Al entrar, lo primero que hice fue investigar la que supuse era su habitación. Nada parecía fuera de lo normal, salvo que por alguna razón un cuchillo se encontraba bajo su almohada.  Esa fue la confirmación que necesitaba para saber que mi niña se encontraba en peligro. Alguien la estaba persiguiendo y por eso guardaba este cuchillo bajo su almohada. Tenía sentido, ¿verdad? 
Tras mirar por todas partes solo pude encontrar un par de dibujos extraños pintados en negro en las paredes del lugar. Nunca averigüé su verdadero propósito más allá de "marcar" una zona, si es que hay alguno. Lo que sí pude descubrir con el paso de los días fue que los lugareños parecen en su mayoría padecer de teces pálidas así como labios exageradamente pigmentados, casi como si llevasen constantemente maquillaje. También pude notar como se enorgullecían de que todo lo que producían provenía del propio pueblo, de dentro. Obviamente tan solo eran comentarios que podría haber hecho cualquier persona orgullosa de su ciudad natal, pero no dejaba de parecerme curioso... 

—¿Y bien?—Le pregunté a Adam cuando se detuvo.
Él me observó con dudas.
—Acaba aquí.
Mis ojos se abrieron como platos.
—Más bien... El resto está reescrito con tres palabras repitiéndose una y otra vez.
Tomé rápidamente las escrituras para verlo con mis propios ojos.

»PadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArthursálvanosPadreArth...

Sin darme cuenta mis manos comenzaron a temblar todavía más y por un momento noté una vez más los ojos de todo el pueblo se clavaban sobre mí.
 —Salgamos de aquí Erika, aún estamos a tiempo...
Por un momento traté de aceptarlo, dejar atrás este pueblo maldito y simplemente huir. Huir. Odiaba aquella palabra. La odiaba con toda mi alma. Pero siempre acababa recurriendo a ella.
—N...No te lo volveré a repetir Adam... Tú eres libre de irte si quieres pero yo me niego... Voy a llegar hasta el fondo y, si aún hay esperanza...—Me mordí la lengua patéticamente.
Adam tragó saliva.
—Entiendo...—Dijo mientras me tendía la mano.
La tomé aún temblando y, tras levantarme, pude ver como sonreía una vez más frente a los débiles rayos del sol que entraban por las rotas ventanas. No era una sonrisa sincera pero tampoco fingida ni forzada, como si aquella fuese su única respuesta a mi frágil determinación.
—No puedo dejarte aquí sola. Lo sabes.
Lo miré a los ojos, primero con alivio, luego con rabia.
—¿Por qué maldito imbécil? ¡Nos conocemos de nombre y poco más!—Le grité golpeando su pecho—. Al fin y al cabo, no puedo seguir dependiendo de los demás... No puedo seguir huyendo...
Adam tomó los golpes y me abrazó.
—Soy el gilipollas que sigue amando a un hombre que lo maltrataba... Tal vez simplemente sea eso, un imbécil incapaz de abandonar a alguien cuando verdaderamente necesita ayuda...
Hubo un silencio, ni cómodo ni incómodo. Escuchaba la brisa soplar a través de la arboleda que nos rodeaba, a los animales; grandes y pequeños, golpear con sus patas las hojas que había en el suelo, escuché mis latidos del corazón calmarse lentamente y finalmente me solté de Adam.
—Tenemos que ir a la iglesia antes de que anochezca—Le dije mientras trataba de ocultar la pistola descargada entre mis ropas.
—¿Qué vamos a buscar?
Negué con la cabeza.
—La verdad es que no lo sé... Me gustaría investigar sobre este tal Black Arthur.
Adam asintió y juntos corrimos hacia allí, sin saber que sería un momento crucial para lo que acaecería más tarde.

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⏰ Última actualización: Jun 09, 2022 ⏰

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