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¿Cómo es posible que no se den cuenta?

—Jenny, ¿qué mierda con eso? 

—¿De qué hablas? 

—¿Ves a ese Chandoso de ahí?

Miró en la dirección que le indiqué, mostrándose confundida y curiosa.

—Sí, sí, ese que sonríe como idiota, es un hijue-

Puso su mano en mi boca un momento antes de yo terminara de decir mi pensamiento para nada erróneo. 

—¡Ami! ¡De por Dios! ¡¿A dónde fue tu sensatez!? —exclamó, bajando el tono de su voz. 

Estábamos en el centro, habían muchas personas a nuestro alrededor. Por supuesto, a Jenny le preocupaba llamar la atención. Señalé la alcantarilla que casualmente estaba a nuestro lado. 

—Mírala, está bajando por ahí. Oh no, está apunto de perderse en medio de esas asquerosas lluvias. Rayos, ya se fue —Volteé a verla y continúe—: La Marica no sabía nadar, ¿qué procede? —Sonreí con cinismo.

—¿Qué fue lo que pasó después que me fui? —inquirió lentamente, acentuando cada palabra.

—Fue culpa de la Chanda, lo juro —me defendí detenidamente, imitando su tono de confidencialidad, pero no podía decir lo mismo de mi mirada de lunática, que era todo lo contrario a la palabra sutil.

Hace dos semanas.

Está en todas partes.

Lo veo en las mañanas, cuando llego al colegio de mi casa. 

Lo veo mientras voy a comprar a la cafetería.

Lo veo cuando rotamos a otra clase. 

Lo veo cuando terminan las clases. 

—Ya no lo soporto... —Mi mirada estaba fija en ningún lugar en especial. 

—¿Qué cosa? —preguntó Jenny, escribiendo algo en su libreta.

—Creí que Dios era el único que podía estar en todas partes, Jenny. Esos bastardos me mintieron.

Jenny apartó la mirada de su libreta al oír mi comentario tan fuera del contexto habitual llamado: "No quiero hacer la tarea". Su desconcertado '¿estás bien?' solo hizo que sonriera con la mi usal expresión de 'mátenme'. Al ver mi cara se tranquilizó.

—¿Crisis existencial?

—Sí, sí, claro.

¡¿Siempre tengo cara de que me quiero morir?! ¡¿Acaso soy la única que nota a ese man todos los días?! ¡Parece mosca en hora de almuerzo!

Cada vez que lo miraba volteaba a ver a otro lado, diciendo repetidas veces en mi cabeza: "Si no lo veo, no existe". No podía hacer lo mismo cuando escuchaba su nombre o su voz al responder los llamados que le hacían sus amigos.

¡Todo a los hijueputas gritos! Claro, tengo que oír ese horrible nombre por culpa de estos animales.

—Ami, debo contarte algo. —Dejó su lapicero encima de su libreta—. Me voy a ir por una semana a cuidar de un familiar.

Cuando terminó de hablar, la miré con extrañeza. Debido a que estábamos realizando una actividad en grupo, nos acomodamos en dirección a la entrada del salón, por lo que el panorama de enfrente era el corredor; giré mi cabeza en esa dirección, procesando la información.

No soy tu Nerd, PendejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora