Las mañanas junto a Jisung siempre eran caóticas, pues el chico era un desastre por si solo, entre las cosas que olvidaba preparar desde el día anterior, el resbalarse dentro de la ducha, el haber olvidado pedirle a su novio que le ayudara a planchar su camisa (si, porque Jisung había intentado planchar antes su ropa y la había quemado hasta dejarla inservible) y todavía darse tiempo de desayunar, bueno Chan necesitaba mentalizarse cada día para no acabar uniéndose a la caótica situación mental del menor.
No entendía porqué le costaba tanto a Jisung organizar un poco más su vida, le había pedido muchas veces antes que por favor dejara un par de cosas listas desde la noche anterior para que no se vieran sumergidos en ese caos cada mañana, pero después de varios meses, decidió que no tenía caso presionarlo con algo que era obvio no iba a cambiar, así que empezó a mirar la situación matutina del menor desde lejos.
Lo único que estaba planificado era que cada día al despertar, Christopher caminaba hacia la cocina para encender la cafetera y para poner agua a calentar en la estufa.
Jisung podía continuar con su desastre mientras él tomaba una ducha tranquilamente y se vestía para ir al trabajo.
No importaba lo alterado que estuviera Jisung si siempre que acababa de vestirse y pasaba a la cocina para buscar que iba a desayunar, el mayor lo recibía con su taza de café negro humeante con media cucharada de azúcar, sin una sola onza de leche y con una mirada de autosuficiencia al verlo sonreír como idiota por la clase de detalles que Bang Chan tenía hacia él.
En verdad no importaba si se había despertado tarde o si no alcanzaba a secar su cabello apropiadamente, porque nunca era lo suficientemente tarde como para acercarse a Chan y dejar que envolviera su cintura con un brazo para tener una calmada y corta conversación matutina en la intimidad del agarre del hombre que amaba; él disfrutando de su taza de café americano y su novio de su taza de té verde perfectamente preparada como solo el australiano sabía hacerlo mientras hablaban sobre cualquier cosa que no tuviera que ver con el trabajo, el tiempo o las cosas que los presionaban permanentemente.
No podían durar mucho tiempo en ello porque debían ir a trabajar, pero los cinco minutos que se daban para beber sus respectivas infusiones siempre valían la pena cuando después de beber la última gota, Chan dejaba un beso con sabor a té sobre los labios de su novio y le decía
"Te veo en la tarde. Relájate, no olvides tu billetera y recuerda que te amo."
El pecho de Jisung siempre se sentía cálido ante las palabras de su novio y estaba seguro de que no tenía que ver con el café caliente, sino por la emoción pura que lo invadía al recordar que le importaba a ese australiano y que no solo le importaba, que lo amaba.
Chan sabía que el menor era un desastre siempre, pero sin importar lo mal que comenzara su día, esos cinco minutos de calma e intimidad siempre lo hacían valer la pena.
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Soy una softhoe por la domesticidad, creo que ya lo había mencionado 7v7
