Nunca olvidaré aquel lunar (Parte 1)

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Lucas tenía ocho años cuando asistía todas las tardes a la  casa de la Señora Martha donde ella cuidaba de varios niños del pueblo durante las tardes.

En aquel pequeño pueblo lleno de prados y montañas era muy común que en las familias que no contaban con tantos recursos, los hombres trabajarán labrando la tierra mientras las mujeres se quedarán con el ganado para poder conseguir ahorrar algo de dinero con el fin de emigrar a la gran cuidad para tener un mejor futuro.
Esto llevó a que estas comunidades se organizáran levantando guarderías improvisadas en casa de algunas de las mujeres del pueblo, para que sus hijos pudieran ir después de la escuela y pasar las tardes mientras sus padres se dedicaban al trabajo.
En aquellas guarderías los niños  almorzaban luego de tomar una ducha, después realizaban sus tareas, hacían la siesta y jugaban hasta que sus padres los retiraban para llevarlos a casa.

Lu, así era como Lucas llamaba a su mejor amiga Luna.

Luna era una niña de seis años (dos años menor que él), con unos hermosos ojos azules y cabello ligeramente ondulado en las puntas, siempre se la pasaba brincando y jugando; su tierna y alegre risa infantil inundaba cualquier lugar por donde pasaba, llevando así alegría por doquier.

En aquellos tiempos era muy común que los adultos corrigieran a los niños dándoles algunas nalgadas a culo visto y sin ningún pudor, ya que la privacidad era considerada un beneficio del cual solo lo disfrutaban al llegar a la edad adulta.

La pequeña Luna era una niña muy viváz y traviesa por lo que era muy común que terminara sobre las rodillas de la Señora Martha recibiendo alguna tunda de azotes en sus pompis infantiles por alguna travesura cometida .

Y aúnque Lucas era un niño muy tranquilo y tímido, sin embargo casi siempre era arrastrado por su singular amiga a verse envuelto problemas debido a alguna travesura, ya que de algún modo él se había convertido en una especie de protector de su amiga, aunque en realidad pocas veces lograba librarla del merecido correctivo ya que hacerlo significaba tener que asumir el haber realizado las travesuras hechas por Luna, siendo así él quien terminara sobre las rodillas de la Señora Martha en lugar de Luna.

En realidad la Señora Marta no era muy amante de los niños, había aceptado el cuidar de ellos solo porque necesitaba de la paga que le daban sus padres.

Martha era una Señora que con solo verla con su rostro serio y su seño fruncido imponia respeto, pero al parecer eso no intimidaba a la pequeña Luna.

Marta a sus cuarenta y tantos años de edad no había podido tener hijos, era alta de aproximadamente 1.70 de altura, gruesa y robusta con algunos kilos de más, tenía aunas gruesas y espesas cejas color negro que añadían seriedad a su rostro. Desde que partió su esposo se volvió una persona bastante seria y poco amigable llegando a tener una personalidad un poco hostil.

Una tarde como tantas Luna había cometido otra de sus travesuras, Martha llevaba a la niña tomándola de una oreja....

Luna: Ya suéltame... Ay... Me lastimas...!

Martha: Ven acá pequeña salvaje.....!
Voy a enseñarte modales, parce que tú solo aprendes a punta de nalgadas.

Luego se sentó en aquella gran vieja butaca sin brazos dónde solía sentarse cuando tenía que azotar a algun pequeño que había cometido alguna travesura, al instante tomó  a Luna inclinándola sobre sus rodillas, quedando así la niña con sus brazos y piernas colgando sin poder tocar el piso de madera de aquel lugar.
Acto segudo levantó la falda de la pequeña dejando al descubierto sus calzones blancos de algodón, para después tomalo del elástico y bajarlo hasta sus tobillos quedando asi su nalguita infantil a la vista de todos los demás niños que se encontraban realizando sus tareas escolares en la misma sala.

LunarcitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora