10. Vecino de los Stevenson

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<<Me siento muy confundido con todo esto: Lo que viví con Jessie, mis antiguos sentimientos por Micaela y la tierna sonrisa de Lourdes. Necesito respirar>>, pensé. Mojé mi rostro repetidas veces, me senté en el inodoro tomándome la cabeza, mientras derramaba pequeños chorros de agua. <<Necesito pensar bien las cosas. Debo bajar el alcohol, antes de que cometa alguna estupidez>>, pensé más tranquilo. Escuchaba un sonido que no lograba descifrar, yendo a la cocina recordé que había apagado el móvil. Bebí una botella de agua helada, me senté incómodo en la cocina, tiré suavemente la cabeza hacia atrás <<Lo siento Jessie... Me duele mucho que no pueda seguir con esto>>, pensé muy triste y desilusionado. Prendí el móvil, la hora que marcaba era 3:40 p.m. Vi que tenía 2 nuevos mensajes sin leer, con algo de pavor lo abrí.

Mensaje 223 - 2:39 p.m.
Acabo de tomar recién un taxi.
Me detuve un rato en la cafetería.
Te extraño mucho Tomto.

Mensaje 224 - 3:37 p.m.
Llegué amor, estoy muy cansada.
Mi tía está feliz de verme.
Mañana te escribo. Te amo.

Suspiré un aire frío que me escarapeló toda la piel. <<Me siento confundido con mis sentimientos. Ahora debo hacer dos cosas: la primera es prepararme un café, la segunda, cuidar de Mica. Me olvidaba de la tercera, salir con Lourdes... ¿Salir con Lourdes? ¿Ahora como lo resuelvo? ¿El Diario también?... ¡Ahhh! Respira Tomas, respira>>, pensé con incertidumbre. Serví el agua caliente en la taza de DC Cómics, eché dos cucharadas de café y una de azúcar, moví 8 veces la cuchara y de pronto un aroma llegó hasta mis fosas nasales, el olor de estabilidad, de amargura, de café. Di un suave sorbo y recogí el Diario que dejé a los pies del sillón <<No puedo creer que Mica y yo no lo hubiésemos visto>>, pensé muy asombrado. La temperatura de mi cuerpo y el nivel de alcohol llegaban casi a la estabilidad. Con la taza en una mano y el Diario en la otra, decidí recostarme al lado de ella, estaba tan cómoda. Tenía la rodilla derecha recogida, los brazos en su boca buscando refugio y abrigo, tomé una manta azul y la cubrí, me recosté estirando las piernas delicadamente para no despertarla. Miré el reloj, marcaba las 4:15 p.m. <<Puedo seguir leyendo hasta antes de las 7 de la noche. No sé cómo haré para la cena ¡Lourdes y Micaela menudo dilema!>>, pensé algo preocupado. Abrí el diario con cierto temblor en las manos.

31 de Agosto del 2015 - Los Stevenson
En cuanto el vecino me contó lo que había pasado en esa casa, decidí conversar lo necesario para pasar desapercibida y saber cómo había ocurrido esa matanza. La bulla, el calor, las luces se tornaron insoportables. El incendio no paraba, los bomberos socorrían con tres mangueras, el fuego los empujaba, se oía como crujían las cosas. Creo que más que las cosas, era que la casa se estaba desmoronando, cuál titán derrotado. Los policías cercaban el perímetro con cinta amarilla. Los periodistas luchaban por acercarse al evento, pero estos eran detenidos por la policía. Los vecinos gritaban con ahínco "Ya era hora, era hora de caer, de caer en pedazos, maldita casa", otros vecinos continuaban trayendo su balde agua. Me percaté del excelente trabajo del ó de los arquitectos, porque la casa no estaba junta a otra, sino que estaba separada por dos metros; por ello ninguna vivienda fue afectada. Noté que el vecino quería seguir hablando.

-Así fue.
-Wow ¿Es en serio lo que me dice?
-Sí. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer.
-¿Me podría contar? -pregunté con mucha curiosidad <<Debo pasar desapercibida es la única forma de escapar>>, pensé.
-Siempre es un placer compartir anécdotas del vecindario ¿Dónde vives? -inquirió con curiosidad.
-Vivo en el norte de la ciudad, vine a hacer un trabajo de la universidad; cuando escuché los gritos, las patrullas y los bomberos, me acerqué. -Sonreí por aquella mentira.
-Con razón no pude recodarte. Siempre recuerdo a mis vecinos, como a los Stevenson. -Me tomó del hombro y me empujó hacia abajo. Nos sentamos en la pista, mientras veíamos como ardía la casa-. La historia comienza más o menos así: George Stevenson compró la casa en el año 2000, tiempo en el que casó con Bárbara. Vinieron de Europa con el fin de vivir tranquilamente y tener su familia. Lo conocí ese mismo año, salí a botar la basura a las 7 p.m. cuando me saludo, me contó que recién se había mudado y que le daba gusto el vecindario. Era un tipo de principios, su esposa era ama de casa, salía solo al mercado y a la iglesia. Los primeros 2 años fueron los más tranquilos, porque aún no venía la cigüeña a su domicilio. Cada sábado jugaba fútbol en la losa deportiva del distrito, siempre lo escogía ya que era buen arquero, no se le escapaba ni una pelota. Me contó ese día del 2002 que sería papá de un pequeño, al cuál le pondría mi nombre. Lloré de emoción, parecíamos dos niños, él seguía contándome con lágrimas y yo las recibía como un pase de fútbol. Le agradecí y al segundo me propuso ser el padrino de su hijo, sin mucho que pensar lo acepté. En su casa reinaba el amor de Bárbara y del pequeño Joseph. Cuando salía al mercado o a botar la basura, siempre oía risas. Un día del 2003 jugando partido, George me llevó hacia un costado de la cancha y me contó que sería papa nuevamente, pero está vez de una pequeña, me preguntó por el nombre de mi señora, reí suavemente y le dije Noelia. Al finalizar el partido me dijo que si podría ser el padrino de su hija, no lo pensé y acepté.
-¿Usted es parte de la familia de los Stevenson? -pregunté tontamente.
-Sí, por eso sé el horrible final de ellos.
-Continúe por favor.
-Gracias. -Tosió para recuperar la voz de narrador-. Los años del 2000 al 2009 fueron los mejores: Las fiestas patrias, las vacaciones, la navidad y el Año Nuevo, me faltan más fechas, pero en sí, todas bellas. Las fotos que tomé están en mi sala, colgadas en la pared. Mi esposa cada noche que toma un té, suele dejar caer unas lágrimas por Joseph y Noelia. En el inicio del 2010 Bárbara empezó a trabajar, ya que los dos pequeños incrementaban la canasta familiar. Accedimos con mi esposa a cuidar de los niños, ya que en ese entonces trabajaba por horas como escritor en una revista política. Recuerdo que la mayoría de veces George me preguntaba a que hora solía llegar su esposa, siempre le respondí cerca a las 10 p.m. ya que él llegaba 11 p.m. Casi las noches de enero y febrero eran gritos e insultos, los ruidos llegaban a mi departamento que quedaba en el frente. En Marzo comenzó a estacionarse un auto azul en la puerta del edificio donde vivía, siempre bajaba Bárbara sonriendo y mandando besitos. Como vecino y padrino de sus hijos le conté a George. Un día de Mayo George los esperó en la recepción de mi edificio, se acercó al auto y bajaron los dos. El tipo de mirada fuerte y bien peinado tomó la mano de Bárbara y los tres entraron a la casa. Por la mañana nadie se acercó para dejarme a los niños, lo cuál me preocupó. Ellos me habían dado una copia de sus llaves para cualquier emergencia. Abrí la puerta y lo que vi me dolió en el alma -Suspiró lentamente, mientras se secaba las lágrimas.
-Perdón por todo esto, desearía que no continuara. -Miré sus ojos que se cristalizaban, mientras suspiraba de tristeza y terror.
-Descuida. -Secó sus lágrimas y se limpió la nariz-. Necesito contarlo, es la única manera de superar este dolor.
-Sí entiendo <<Creo que no podré cargar con todos estos asesinatos. Algún día se lo confesaré a alguien y será mi fin>>, pensé angustiada.
-Continuó por favor, no falta mucho.
-Esta bien, Sr. Joseph.
-¿Dónde me quedé?.... Ya recordé -Sacó un pañuelo del bolsillo derecho-. En la sala encontré el cuerpo de Bárbara, tenía una soga alrededor del cuello. Lloré al sentir que no tenía pulso, mi corazón se estrujó. La intriga y miedo de saber dónde estaban los demás, me despertó. Subiendo por las escaleras vi pequeños chorros de sangre que llegaban hasta el cuarto de George, con mucho cuidado giré la perilla y ahí estaba él. Tenía los ojos abiertos mirando hacia el techo, un corte profundo en la yugular y algunas apuñaladas en el pecho y el estómago. El edredón blanco que yacía debajo, ahora tornaba carmesí. No me sorprendí mucho de mi compadre, ya que esperaba algo así desde que vi muerta a Bárbara. Así que asentí la cabeza de tristeza y dolor.
-¡Dios mío! -interrumpí-. Perdón, continúe.
-Esa casa merece desaparecer. -Se rompieron los vidrios del primer piso, como si alguien hubiese lanzado piedras. El fuego comenzó a elevarse. El tercer piso se desplomó, el estruendo de los ladrillos y maderas retumbaron mis oídos-. En ese momento tomé mi cadena, en la cuál colgaba la cruz de Cristo y recé. Rogaba que los niños estuvieran escondidos y con vida. Caminé sin hacer mucho ruido, temía que el asesino aún anduviera escondido. Giré con mucho terror la perilla del cuarto de los pequeños...
-¿Qué paso Señor Joseph? -pregunté angustiada.
-Vi... -Comenzó a moquear cómo un niño y con los ojos cerrados lloraba. Tomó su pañuelo y se limpió los mocos, luego los ojos. Sin embargo continuaba llorando-. Vi el cuerpo de Joseph con moretones en la cara, ya no era blanca, sino morada y verde, tenía marcas de dedos en el cuello. Estaba bien peinado. El pequeño no lastimaría a nadie... No debió morir maldita sea. -Continuó llorando y secándose a la vez.
-No continúe por favor. -Cuando me di cuenta tenía lágrimas en la cara.
-Debo terminar la historia, discúlpame. -Estalló el primer piso. Las ventanas del segundo piso se quebraron al caerle los restos del piso superior. Una bola de humo se formó encima de la casa de los Stevenson-. Con lágrimas en los ojos lo cubrí con la sábana de su cama. Revisé la habitación y no encontré a Noelia, guardaba la esperanza de que estuviese escondida. Busqué por las habitaciones, por los ambientes, no había señal del señor que bajó del auto azul, supuse que era él quien asesino a todos, no había nadie más que él. Pensé que la habían secuestrado. Marqué desde el teléfono fijo, me contacté con la policía quiénes venían en camino. Comencé a tener náuseas, así que fui al baño. Abrí la puerta y la pequeña Noelia... -Se desmoronó en lágrimas y mocos. Estuvo como 1 minuto en ese estado.
-¡Ya no siga! ¡Por favor! -Lloraba disimuladamente.
-Perdón, ya acabo la historia. -El último pedazo de muro cayo, retumbando la cuadra. El fuego había cesado por el agua de los bomberos. Los periodistas entrevistaban a los vecinos-. Vi que la pequeña Noelia estaba desnuda, tirada en la ducha con moretones en la espalda y marcas en el cuello. La sangre que corría por las baldosas provenía de su genital. Yo... la abracé, le gritaba, le tocaba la cara para que despierte... Pero ya no estaba en este mundo. Ese inmundo animal...-Lloró tristemente y secándose las lágrimas.
-Siento mucho que me haya contado esta terrible historia. -Secaba mis lágrimas.
-Gracias a ti, siento haberme quitado un gran dolor de encima. -Suspiró soltando aire tibio-. Perdón ¿Cómo te llamas hija?
-Me llamó Gabriela. -Sonreí fingidamente.
-Creo que la casa terminó de desaparecer, más no los bellos recuerdos que tengo.
-Es mejor así, Sr. Joseph.
-Gracias por oir mi historia Ga...

Desaparecí entre los vecinos que se retiraban. Aquella casa guardaba varias muertes y lindos recuerdos. Llegué pensando sobre el tipo de mirada fuerte y del auto azul.

El Diario de JessieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora