4. Testigo

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Me levanté rápido, a los segundos me volví a sentar, tomé mi cabeza con ambas manos <<Jessie volvió. Jessie está aquí. Sabe que leí su diario, no me dejará vivo>>, pensé. Comencé a entrar en angustia, a sudar en la frente y en la manos. Continuaban tocando la puerta y oí lo siguiente:

—Sr. Tom, soy el repartidor de la Editorial Venus. Le traigo la novela del mes.

Al oír aquella voz masculina, entre en profunda calma. Me levanté, abrí la puerta y vi a Jessie... No miento, era ella vestida con traje de repartidor de libros. LLevaba una casaca verde oscura, pantalón marrón y un gorra, con el logo de Editorial Venus. Estaba totalmente petrificado, el repartidor puso una mano sobre mi hombro y automáticamente cerré los ojos, a los 15 segundos volví a abrirlos y vi a un hombre, ya no era Jessie <<¿Cómo cambiaron de lugar?, necesito tomar aire>>, pensé aliviado. El repartidor me hizo firmar la entrega y se marchó. Miré a ambos lados fuera de mi departamento y no había nadie más. Se abrió la puerta del frente y salió Micaela. Ella es una chica de 22 años, egresada de la carrera de economía, de una de las mejores universidades de la ciudad. Su padre tiene mucho dinero, sin embargo ella decidió independizarse. Describiré un poco a Micaela García: De cabello negro lacio, ojos verdes, los labios eran mas gruesos que los de Jessie, medía 1.60 metros y con unas hermosas caderas.

—Buen día Tomy.
—Buen día, Micaela.
—No me digas así, sabes que me gusta más Mica.
—Sabes que no entró en confianza. <<Felizmente no la vi como Jessie, es un buen avance>>, pensé.
—Tomy, somos vecinos hace 5 años. Por favor.
—Bueno Mica, nos vemos.
—Disculpa ¿Está Jessie?
—No. <<Qué me quieres proponer>>, pensé vagamente a lo que iba.
—Ahhh... Sabes Tom, no tengo café. ¿Podrías invitarme un poco?
—Sí por supuesto, adelante <<Era mejor que la atendiese, así podría distraerme un poco de todas la emociones encontradas en ese diario>>, pensé y entramos.

Le serví el café en su taza de gata negra <<Creo que intenta seducirme, al no estar Jessie presente. Es una buena elección para quien no la conoce>>, pensé sutilmente.

—Mica toma, ya está servido.
—Me siento algo cansada, ¿Puedo recostarme en tu cama?
—Estoy algo ocupado. Estoy trabajando en un proyecto de la oficina <<Debo de terminar de leer todo, antes de que me mate o entregue a Jessie>>, pensé aterrado.
—Picarón... Ay no seas aguafiestas.
—Mica eres bonita e inteligente, pero por ahora estoy con Jessie.
—Lo sé y eso me fastidia.
—Tengo un gran de problema ahora. Te parece si en una semana conversamos sobre esto <<Sería lo mejor, no sé si estaría con Jessie, quizás. Ya termina de conversar>>, pensé desesperadamente.
—Tomaré tu palabra, Tomy.

Salió del departamento con la taza, cerró la puerta y me envió un beso volado. Me quedé mirando como salía lentamente. Lavé mi cara repetidas veces, me recosté en la cama cómodamente, abrí la página y continué.

Pepe yacía en el piso desangrándose, tuve que esperar, hasta que dejara su último aliento. En aquel momento no sentía miedo, tristeza o arrepentimiento, sino, una inmensa satisfacción, está sensación no podría compararla con algo conocido. Al terminar de respirar Pepe, me percaté que tenía los brazos y el traje lleno de sangre. Felizmente traía uno igual, ya que lo compré para este suceso. Saqué los guantes, me dirigí al baño, me limpié con la esponja que había traído; con rapidez y sutileza sobé mis brazos y piernas, me eché perfume en el cuerpo, me cambié y con sumo cuidado lo guardé en mi bolso. Eran las 11:00 p.m. cuando terminé de limpiar todo, me aseguré de no dejar ningún rastro. En un principio había pensado en incendiar el departamento, pero no iba a ser posible, porque también afectaría a los jóvenes estudiantes y a los ancianos del primer piso; por ello debía salir sin hacer mucho ruido y evitar ser vista por algún inquilino. Salí tranquilamente, bajé por las escaleras, las cuales no tenían focos, así que andaba en la oscuridad. Al salir del edificio nadie me vió. Caminaba hacia la avenida principal y a una cuadra en un bote de basura me encontré con un indigente, tenía el cabello largo desordenado y sucio, ojos de color pardo claro, me sentí escaneada y grabada en su memoria, fueron tres segundos del aquel evento, seguí adelante sin mirar atrás. De camino a casa, pensé sí aquel sujeto me delataría como principal sospechoso, sin embargo él no me conocía, ni sabía dónde vivía. Así que a las 12:30 a.m. me duché impecablemente y me acosté.
Por la mañana encontré a mi tía espantada y contrariada. Nunca la ví en ese estado.

El Diario de JessieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora