La casa de la madre de Roderick, Cleodor, estaba cerca. El viento frío de la noche les helaba hasta los huesos a Roderick y a Hansel cuya ropa estaba empapada con vino Hildriano.
Elenor dio tres fuertes golpes en la puerta de la casa. En la pequeña ventana, que estaba a un lado, se podía ver una luz que se acercaba acompañada por un sonido de pasos. La cortina se corrió y Cleodor vio fuera, sus brillantes ojos verdes se pusieron llorosos al ver a su hijo abrazándose a si mismo para disipar un poco el frío.
Un sonido de varias trabas corriéndose se oyó detrás de la gruesa puerta de abeto. Se abrió y antes de cualquier cortesía o saludo Roderick corrió llorando a los cálidos brazos abiertos de su madre.
—Hijo, estaba tan preocupada —dijo Cleodor mientras un par de lagrimas resbalaban por sus mejillas.
Roderick comenzó a llorar sin consuelo, sintió como si todo el miedo e incertidumbre que tuvo le caían por el rostro transformados en lágrimas. La sensación de los brazos de su madre nunca se había sentido tan reconfortante, estaba de nuevo en casa.
—Elenor no sabes lo preocupada que estaba, no tengo manera de expresar mi gratitud. El día que Firentis o tu necesiten algo no duden en hablarme. —Cleodor se limpiaba las lagrimas con el dorso de su mano mientras una enorme sonrisa se pintaba en su rostro sonrojado.
—Cuento con eso —Respondió Elenor devolviendo la sonrisa—. Los chicos estaban en el almacén del ayuntamiento, Hansel no me quiso contar nada pero en casa se lo preguntaré con métodos mas persuasivos. —Le dirigió una severa mirada a su hijo mientras lo sujetaba ferozmente por la ropa.
Cleodor y Elenor eran mujeres muy diferentes pero se llevaban bien. Cleodor era dulce y tierna, tenia un hermosa voz melódica y su cabello color castaño claro resaltaban la belleza de su rostro, se podría decir que era la mujer mas hermosa de ese rincón del mundo aunque ella nunca lo reconocería.
—Me apiado con Hansel —Respondió con una risa incomoda—. Bueno, ya es tarde. Muchísimas gracias Elenor, que tengas buenas noches y envíale mis saludos a Firentis.
—No hay de qué, nos veremos mañana.
Elenor partió con su hijo hacia su hogar mientras la puerta de la casa de Cleodor se cerraba. Estaba pensando si debía haberle contado de la urgencia de Firentis en la iglesia o sobre la "desaparición" de Remo. "Todavía no sé lo que está pasando" pensó Elenor.
Ya era muy tarde, el viento seguía la soplando y la temperatura bajaba cada vez mas.
—¿Como huiste de ahí? —preguntó Firentis a Brahamar luego de que él terminó su relato.
—Cuando vi a la bestia intente correr, pero resbalé con el barro, fue ahí cuando perdí mi espada y la antorcha. El monstruo me miraba fijamente, solo me miraba, es imposible describir lo que sentí en ese momento. Era como si detrás de las luces anaranjadas que había en sus cuencas yacía un infierno de sangre y terror. Luego me reincorporé y corrí hacia aquí.
El miedo y la incertidumbre recorrían el cuerpo de los presentes. Nadie sabia realmente como proceder. El padre Luden se imaginaba el escenario y los pelos se le ponían de punta, Gregor recordaba sus pesadillas que cada vez llegaban un paso mas cerca a parecerse a la realidad, en la mente de Firentis se forjaba un plan para una nueva partida de caza.
—Hay ropa limpia debajo de tu cama, cámbiate. Calentaré un poco de sopa de zanahoria para que comas —le dijo Cleodor a su hijo.
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Fueron Doce
Viễn tưởngLöwen, un pueblo antiguo y rico que delimita con un lúgubre bosque lleno de mitos y leyendas. Las campanas dictaban el fin de la misa. Los fieles se iban felices a sus casas con la bendición recibida mientras en el bosque sangre y tierra se mezclaba...