Quince

985 144 18
                                    


—El numero favorito de Sheldon Copper es el 73, papá, ¿Cuál es tu número favorito? —Preguntó Ruhig si despegar la vista del programa.

—¿Mi número favorito? Supongo que el 3. —Puso una mano en su barbilla.

—¿Escogiste el 3 por ese jugador de futbol? —Soltó una carcajada.

—No, por él no, lo escogí porque somos tres, no cuatro ni dos, somos una familia con tres integrantes. —Cruzo sus piernas felices por su propia respuesta.

—Eres un romántico, papá.

—¿¡Qué intentas decir!? ¿Entonces cuál es tu número favorito, Ru-chan? —Le preguntó, nada lo superaría, pero cualquier excusa adorable que le diera su hija sería genial.

—9.81, Es la velocidad de la gravedad de la tierra, es asombrosa. —Sus hijos eran raros. —Aunque si lo ves por el lado romántico eso quiere decir que nos sentimos atraídos a otras personas, así que supongo que los tres fuimos atraídos por la gravedad y ahora somos una familia. —¡Su hija era adorable! Sacar tanto romanticismo de un maldito número que le causó problemas en la preparatoria, lo odiaba, pero ahora lo amaba. Quería llorar de felicidad.

—Eso es estúpido, no es 9.81, si no 9.807 metros sobre segundo al cuadrado. —Salió Senku al rescate.

—Solo estoy usando el que viene en los libros de texto, ¿Entonces cuál es tu número favorito, mocoso de porquería? —Escupió su hermana mayor.

—Eso es obvio, 10 mil millones.

—Tengo hijos muy raros. —Chilló Byakuya.

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—Ruhig, recuerda el 9.81. —Su hermano menor la interrumpió de su depresión en un instante al hacer ese comentario, la tomo por los hombros y le pego con su guante. —Cálmate, no fue tu culpa. Ambos estamos aquí y ahora por ese 9.81 que tanto le presumías al viejo, quizá somos dos, pero sin duda alguna estamos los tres aquí juntos, a los diez mil millones por ciento. —Nadie más que ellos dos podía entender esa conversación, hasta que salió Ruri al ataque.

—¡Hay una historia de ese número! —Bien, ahora moría de vergüenza.

—Definitivamente... —Comenzó Senku.

—Papá es un romántico. —Terminó Ruhig.

—No te olvides de payaso. —Añadió el menor.

—¡Senku! Suika no está. Intente detenerla, pero dijo algo sobre llevar a todos al valle de la muerte. —¿Valle de la muerte?

—¡ACIDO SULFURICO! Kaseki, ¡Necesitamos las máscaras de gas! Ruhig, te encargo la aldea. Kohaku, vámonos. —Apenas le entregaron las máscaras de gas ellos se marcharon, dejándola otra vez con la sensación de soledad y profunda tristeza... No quería escuchar esa historia, por que sin duda alguna tendría que pasar días, incluso semanas llorando, y, sin embargo, también quería escucharla, la historia número cien, era específicamente para Senku. Y aunque el mensaje podría interpretarse para ambos, sabía en el fondo que solo era exclusivamente para Senku. No tenía un título llamativo, solo su nombre, porque de antemano sabía que Senku no era para esas cosas. Y ese si lo tenía... 9.81, un número especial para ella, para los tres.

Gen se acercó a ella y tomo su hombro, notaba la angustia de su amiga, la misma aura que siempre dio desde que la conoció, Ruhig era muy propensa a deprimirse por esas cosas, ¿Y cómo no hacerlo? Prácticamente su mundo había sido destruido, su padre estaba muerto, creyó que su hermano estaba muerto y literalmente ahora tenía miedo de perderlo todo otra vez, lo sabía, era fácil de leer; ese miedo a la perdida era más común de lo que parece. Y sumando a que Hyoga incrustó en su mente que toda la culpa de lo que pasaba ahora era de ella y de nadie más, debía sentirse fatal. Se compadecía, era muy inocente y fácil de manipular. Debía odiarse en esos momentos.

9.81  [Dr. Stone]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora