Hola, pequeñas criaturas de la creación~.
Sé que ha pasado un tiempo desde mi última aparición y lamento muchísimo la tardanza pero estoy en entregas finales. Vi que muchos de ustedes empezaron a pedir esta parte y no quería dejarlos sin ella así que la acabo de terminar.
Si ven que tiene muchas faltas de ortografía me disculpo pero no tuve tiempo de revisarlas. Me costó mucho hacer el lemon así que lamento si quedó muy feo.
Sin nada más que decir, las dejo con la lectura.Llegamos a tu casa después de que te ofrecieras a llevarnos a ambos en mi bicicleta. Casi volabas. Aunque tampoco me quejé; contigo al volante, me la pasé abrazandote durante el camino. Fue una buena excusa.
Bajamos de nuestro transporte y cruzamos corriendo la puerta. El calor de tu hogar nos recibió. Los escalofríos corrieron por mi cuerpo y me abracé. La ropa mojada se pegaba a mi piel, mi cabello escurría. Tu no estabas mejor. Incluso parecía que sentirte como un perro mojado te irritaba. Pensándolo bien muchas cosas te irritaban, tu mal genio me hizo reír. Me volteaste a ver. Me esperaba un "De que te ríes, idiota?" que nunca llegó, solo me miraste fijamente. Seguíamos en la entrada cuando te acercaste para abrazarme. Estaba sorprendido.
"Kageyama?"
Palmeé tu espalda por encima de la chamarra empapada. No dijiste nada y me apretabas con fuerza contra tu cuerpo. Tu respiración me hacia cosquillas en el cuello.
"Oye, vamos a movernos, tu familia nos puede ver"
Susurré.
"No están, viaje de trabajo"
Mis pulmones se detuvieron, dejaste un beso en mi clavícula. Mi aliento salió en un jadeo. Un temblor me recorrió la espalda y se extendió hasta la punta de mis dedos. Una de mis manos se escabulló entre tus hebras negras mientras la otra se aferró a tu espalda.
"Ka...Kageyama"
Tu nombre se deslizo entre mis labios y te alejaste un poco, apenas lo suficiente para que nuestras miradas se entrelazaran. Tus ojos oscurecidos brillaban, mi reflejo apareció en tu iris. Las palabras se congelaron en mi garganta. Inhalé tu aroma hasta que inundó mi ser, después el aire se escapó con lentitud. Dejaste un beso en mi nariz.
"Deberías ir a bañarte, no quiero que te enfermes"
Acariciaste mi cabello, me apoyé en tu mano y cerré los ojos con una sonrisa. Tu toque era suave pero firme. Me recordó a cuando jugabas, tal vez de esa forma manipulabas el balón, hacías que se rindiera ante tí. Tu mano hizo el recorrido hasta mi mejilla y se detuvo. Giré mi rostro para dejar un beso en la palma.
"Hinata"
Murmuraste y tus labios se posaron sobre los míos con ternura. Fue corto. Dulce. Delicioso. Quería más. Iba a ponerme de puntas pero detuviste la magia que fluía entre nosotros.
"Adelantate, me bañaré después de tí"
Me sorprendí por un momento, pero asentí. Me quite los tenis y subí al baño. Entré a la ducha cuando me despoje de la ropa. El calor del agua relajo mis musculos. Suspiré.
Me estaba secando cuando dejaste un cambio de ropa. Era demasiado grande, tus playeras parecían vestidos cuando me las ponía. Los pantalones me quedaron flojos. Salí del baño, arrastraba la pijama. Di un traspié, me recuperé y llegué a tu cuarto.
"Bakeyama, tus pantalones casi me matan allá afuera!"
Estabas sentado en el piso, me volteaste a ver.
"No es mi culpa que no hayas crecido"
Te levantaste. Me crucé de brazos. Sonreíste cuando hice un puchero y dejaste un beso en mi frente. Me sonrojé.
"No tardo"
Saliste de la habitación. Me lancé a tu cama y abracé la almohada. Mis mejillas estaban calientes. Pasaron los minutos. Aproveché para mandar un mensaje a mi madre, ella entendió que no quería estar en medio del diluvio. Escuché la puerta abrirse y volteé a verte. Estabas vestido con un pijama azul y secabas tu cabello.
Nada más me quedé en silencio mientras te acercabas a la cama. Mis ojos seguían tus movimientos. Te detuviste frente a la cama sin apartar la mirada de mí.
"Qué miras?"
Apenas las palabras salieron de mi boca cuando te dejaste caer encima mío. Tu peso hizo que soltara una queja.
"Oye!"
No contestaste. Traté de escabullirme debajo tuyo con mucho esfuerzo.
"Me aplastas, maldito gigante!"
Con trabajo me deslicé y logré liberarme de ti. Terminé sentado a horcajadas encima tuyo, tú sonreías.
Te di una palmada en el pecho.
"No es gracioso, casi muero aplastado"
Tus manos acariciaron mis muslos.
"Para mi si es divertido"
"Eres de lo peor"
Me incliné para darte un beso. Sonreí.
"Pero así te amo"
El sonrojo en tus mejillas y tu ceño fruncido fue lo mejor. Tus manos hicieron presión en mi piel y poco a poco comenzaron a deslizarse bajo mi playera, tus dedos dejaron un camino de caricias hasta mi cintura, fue un toque cálido que se extendió al resto de mi cuerpo como una corriente eléctrica. Te aferraste a mí y sentí tus labios rozar mi cuello, solté un jadeo. El aire comenzó a llegar lento a mis pulmones y mi sangre corrió más rápido. Mis manos trataban inútilmente de separarme de ti, la fuerza de mis brazos había desaparecido. Las caricias me traicionaron y me dejaron caer a tu merced. Cerré los ojos cuando sentí una ligera mordida en mi hombro.
"Kageyama..." jadeé.
De cierta forma parecías ansioso. Me incliné para susurrar a tu oído.
"Por eso estabas de mal humor hoy? Estabas frustrado?"
Reí bajo. Tu toque se detuvo e hiciste que nos sentáramos frente a frente. Mis manos se apoyaron en tu pecho mientras tus ojos permanecían fijos en los míos. El azul oscuro me absorbió. Un océano nocturno. Mis labios cosquillearon.
"Y qué si así fuera?"
El aliento quedó atrapado en mi garganta. Fue algo instintivo. Te besé. Fue lento, fue suave. Apasionado. Las caricias regresaron con más ansiedad. Tus manos apretaban mi cintura y trataban de abarcar toda la piel que podían. El beso se volvió hambriento. Mis manos se deslizaron por tus hombros hasta tu cuello y mis dedos se enredaron entre tus cabellos.
Fue un segundo que nos separamos para poder deshacernos de las playeras. Volvimos a unir nuestros labios con desesperación. El tacto de tu piel bañó hasta el último rincón de mis delirios. Me atreví a dejar una leve mordida en tu labio inferior. Te escuché soltar un gruñido.
"Hinata"
Susurraste. Un gemido escapó de mi boca cuando sentí tus dientes encajarse cerca de mi clavícula y comenzaste a dejar un camino de marcas hasta mi oído, besaste el lóbulo, una extensión de deliciosas sensaciones me hicieron casi gritar.
De un momento a otro estaba debajo tuyo. Mis piernas estaban a cada lado de tu cintura, el exquisito roce de nuestras ereciones nubló mi mente. Con tus labios recorriste mi pecho, acariciaste con ellos mi abdomen. Mi respiración se tornó pesada cuando bajaste los pantalones del pijama, dejaste un beso en la parte interna de mi muslo y los dedos de mis pies se enroscaron.
Después de que dejaste varias marcas me volteaste a ver con una mirada seria y profunda, casi murmuro tu nombre. Extendí mi mano y acaricié tus hebras negras, relamiste tus labios sin apartar tus ojos de los míos; jugueteaste con el elastico del boxer, podía jurar que había visto un vestigio de sonrisa en tu rostro.
"Kageyama, que..."
No pude terminar, quitaste la unica prenda que tenía. La timidez atravesó mi cuerpo pero, en el momento que quise cerrar mis piernas, las mantuviste abiertas con tus manos.
"No escondas las partes dulces"
Sentí mis mejillas y orejas calientes, seguro tenía el color de un tomate. Estuve a punto de decir algo; diste una lamida a mi miembro y solté un grito de sorpresa. El placer viajó a cada rincón de mi cuerpo. Tu lengua era calida, se movía con destreza. Tu boca envolvió mi erección, estuve a punto de ver las estrellas. Mis dedos tiraron de tu cabello y los gemidos se escapaban de mi garganta, no podía pensar con claridad. Mi respiración era errática, ya no tenía el control sobre mí. Ahogué un grito cuando sentía la intrusión de uno de tus dedos en mi entrada. El dolor e incomodidad eran reemplazados por el éxtasis que me entregaba tu boca.
"Ka...Kag...Kageyama"
Apenas podía pronunciar tu nombre. Otro dedo se inmiscuyó en mi interior, solté un pequeño grito. La abrumante sensación de tenerte estimulando sin piedad mi cuerpo me hacía casi desmayarme. Apretaba las sábanas con fuerza, eran lo único que me mantenían en la realidad y que no permitían que gritara sin pudor entre las cuatro paredes de tu habitación. La electricidad recorrió toda mi espina, la gloria del orgasmo se estaba creando en lo más profundo de mi vientre y casi explotó cuando el tercer dedo se unió a los otros. Sentí la boca seca cuando dejaste de estimular mi miembro y tus dedos, una sensación de vacio.
"Se paciente" susurraste.
Tus labios recorrieron la piel de mi abdomen con tortuosa lentitud, diste una ligera mordida a cada pezón y seguiste con tu camino hasta que tus labios se encontraron con los míos. Nuestras lenguas se unieron en una danza lenta y mis gemidos eran bebidos por ti.
Abracé tus hombros y enredé mis manos en tus cabellos. Estaba al borde de la desesperación. Di una ligera mordida a tu labio inferior, te escuché gruñir. Te separaste un momento, acariciaste mi cuerpo con tu mirada; después te deshiciste de tus últimas prendas, dejaste a la vista el cuerpo dedicado al entrenamiento que poseías. Me deleité con apreciarte y volviste a inclinarte sobre mí con la mirada bastante seria.
"Quiero estar más cerca de ti" susurraste con delicadeza.
Mis piernas se apretaron a cada lado de tu cadera por la anticipación y sonreí mientras las miradas se mezclaban. Tus ojos se iluminaron.
Te inmiscuiste en mi interior, el dolor subió por mi columna. Cerré los ojos con fuerza. La invasión en mi cuerpo era abrumadora pero tus labios trataron de calmarme, los besos se extendieron por mi cuello. Un jadeo se escapó de mi garganta cuando sentí tus dientes clavarse en mi hombro y te di un ligero golpe.
"Sin marcas, Bakeyama, que haremos si todos en el equipo se enteran?"
Hice un pequeño puchero que tú besaste con una sonrisa.
"Estás más relajado"
Me quede sin palabras. Sentí como te moviste en mi interior, el exquisito desliz hizo que soltara un gemido. Tus movimientos se volvieron constantes, mis manos se deslizaban por tu espalda tratando de aferrame a ella. Te había dicho que no habría marcas pero seguramente mis uñas dejarian pequeñas líneas que se notarían en tu blanca piel.
Los jadeos que salían de tus labios y los gruñidos eran la sínfonia perfecta, se mezclaban con los pequeños gritos que salían de mi garganta. Era el momento exacto, te tomé desprevenido y en un momento estaba sobre ti con una sonrisa. Sentí como llegabas más profundo y soltaste una maldición cuando empecé a hacer pequeños movimientos que te arrancaron un suspiro.
"Hinata" jadeaste mientras tus manos se aferraban a mi cintura, estaba seguro que tus dedos se plasmarían en mi piel.
Me incliné para besarte. Mis movimientos comenzaron lentos, las sensaciones comenzaron a ser mucho más abrumadoras de lo que creí. Me enderecé y grite tu nombre. Escuche un gruñido, tus dientes se clavaron en mi hombro. La mezcla de dolor y placer escalaron por mi espalda, el extasis me golpeó con fuerza. Tus movimientos no se detuvieron a pesar de la sensibilidad de mi cuerpo. Los gemidos se escapaban de mi boca, conocias con exactitud cada una de mis partes sensibles y abusaste de ellas sin piedad. Mis sentidos se nublaron por la destreza de tus manos. El tiempo se escurrió de mi cordura hasta que sentí tu liberación llenar mi interior.
Caí lánguidamente en tus brazos y escuché tu voz en mi oído.
"Te amo"
Sonreí y levanté la mirada con cansancio. Un delicado beso llegó a mis labios, me acerqué más a ti si era posible. Tu calor fue algo que me arrulló y lentamente nos recostaste a ambos. Tu cuerpo me abrazó, susurraste mi nombre pero apenas tenía la fuerza para mantenerme despierto, me quedé dormido.
A la mañana siguiente desperté por la alarma del celular. Traté de buscarlo a tientas, no quería abrir los ojos todavía pero las sabanas me tenían atrapado y cuando quise liberarme soltaron un quejido. Bueno, no eran cobijas, se trataban de tus brazos que me sostenían firme contra tu cuerpo. Dormías con la boca ligeramente abierta y dejabas ir pequeños ronquidos, no te veías tan aterrador con esa cara adorable, pero era momento de levantarse. Me escabullí como si de un ladrón se tratara, evité despertarte. Mis piernas estaban un poco tambaleantes por lo ocurrido ayer y me di cuenta que no estaba desnudo, traía la playera de tu pijama, me habías limpiado. La idea me dio un poco de vergüenza. Con pequeños tropiezos me acerqué a mi mochila y saqué mi telefono, aún teníamos tiempo para ir al entrenamiento matutino, aunque empecé a conisderar el faltar ya que seguramente no podría correr. Te miré. Seguías dormido. Con pasos silenciosos caminé al baño, primero iba a lavarme la cara para despertar por completo.
La sorpresa llegó a mi cuando me miré en el espejo. La marca de tus dientes se veían en la curva de hombro, tomé la camiseta y me la quite. Marcas de besos y mordidas esparcidas por todo mi pecho.
"Estupido Bakeyama!" grité.
Te levantaste alterado y no pasó mucho para que aparecieras.
No tuve el valor de ir al entrenamiento.Bueno, creo que eso es todo.
Gracias a quienes me apoyaron y espero que les haya gustado.
Una vez más, me disculpo por la tardanza.
Felicidades a la naranja saltarina!
Los amo~
Hasta vernos otra vez ❤️
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Amor de idiotas (KageHina)
FanfictionEl amor puede llegar a ser bastante divertido pero también tiene sus altibajos... como será el inicio de una relación de idiotas del voleibol? Portada hecha por: @nxturlx