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Confundido.

El jovencito de la cresta se mantenía en silencio, observando sus pies y lo que tenía en su alredefor. Aquel día Horacio sufría uno de esos días en los que al despertar deseaba no haberlo hecho, en lo que todo sale mal y cualquier mínimo error te pone de mal humor  o sensible, en el caso de Horacio.

Se encontraba sumergido en sus pensamientos al punto de no prestarle atención a su alrededor. En su cabeza todo era un maldito desastre y no sabía cómo sobrellevarlo.

Gustabo se mantenía al margen de la situación, si bien el comportamiento de Horacio para sus compañeros era extraño de cojones, su amigo sabía que debían dejarle su espacio y no presionarle. Porque así era su Horacio, mantenía su personalidad muy alegre pero los pensamientos en su cabeza eran negativos, y eso Gustabo lo sabía y comprendía.

Habían pasado demasiadas cosas juntos, conocía los comportamientos de Horacio perfectamente de todas las veces que lo había socorrido en sus crisis; en esos días en las cuales casi ni respirar a causa de sus traumas, los cuales parecían comerle la cabeza cada maldito segundo.

Horacio era una persona con un pasado horrible, con una vida llena de sufrimiento y actualmente lo único que buscaba era poder ser feliz.

¿Q le pasa al crestitas? —la voz de Emilio se escucho por la habitación, no sabía cuando había llegado pero la alegraba escucharlo.

Horacio al escuchar su voz sonrió por primer vez en el día y se relajó un poco, hacia bastante tiempo que no sabía nada de su amigo y escuchar su voz le había distraído de sus pensamientos por completo.

Pensaba en lo joto que eres. —le respondió mientras se levantaba del sofá y iba hacia él para abrazarlo.

No sea joto mi niño, para eso ya tenemos a Gustabo. —los tres rieron y una sensación de calidez se instaló en el pecho de Horacio, se sentía feliz por estar junto a sus amigos.

Luego de charlar un poco entre ellos habían decidido salir a dar unas vueltas por la ciudad, donde se habían encontrado con Segismundo y su primo Rogelio, charlaron un poco entre ellos y terminaron los cinco en un bar tomando y escuchando las graciosas historias de los demás, riéndose también cuando el pueblerino sollozaba a causa de su estado de ebriedad, su llanto les causaba mucha risa. La sensación de calidez aún permanecía en su pecho, realmente el poder esta con sus amigos era algo que le hacía olvidarse de todo por unos momentos y ser feliz, por lo menos hasta el momento en que tuvieran que despedirse, el cual no tardó en llegar.

Gustabo le había ofrecido que se quedara en su casa junto a él y Conway a cenar mas el chico no quiso molestarles, bastante tenían ya con haberlo alojado unos días hasta encontrar un nuevo apartamento, sabía que como pareja debían tener su intimidad y él sólo iba a molestar si se quedaba allí. Así que simplemente se negó y terminó sólo entre las paredes de su apartamento.

Sus ojos se movían de un lado a otro, buscando alguna otra cosa con la cual entretenerse para no estar aburrido, no le gustaba aburrirse porque siempre terminaba comiéndose la cabeza y eso incluía el terminar llorando, cosa que al final terminó ocurriendo.

Sus inseguridades atacaron nuevamente su cabeza, haciéndole pensar sobre lo inútil que era y que nadie lo quería por eso su madre lo había abandonado de pequeño. Intento calmarse respirando lentamente, contando hasta 10 y incluso tarareando aquella canción que le traía buenos recuerdo pero nada parecía funcionar.

Escucho de un momento a otro como golpeaban la puerta de su piso y se limpio la cara, no iba a abrirle a quien quiera que sea con las lágrimas en los ojos. Al abrir la puerta no esperaba encontrarse con él.

Viktor estaba terminando de cocinar cuando se había quedado sin gas en la cocina, realmente tenía hambre y no se le ocurrió mejor idea que ir a molestar a alguno de sus vecinos para que le prestara su cocina unos minutos, aunque se sorprendió al encontrarse con él y aún más en aquel estado.

Sus ojos estaban rojos al igual que su nariz, se notaba como el delineador que Horacio usaba se había corrido por sus lágrimas y estaba temblando un poco, nunca había visto al chico tan destrozado y eso le dolía.

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¡Oni-chan!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora