XIII

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Estaba tan nervioso, que no le importó estar siendo imprudente. No pensó, ni meditó nada al respecto. Tan solo abandonó la casa, dejó a Tyler dormido en el sofá y se apresuró a salir llevando consigo un saco y la grabadora.

Había apostado su vida entera por amor, pero ¿Realmente valía la pena?

Daniel quería creer que sí, pero en el fondo era un cobarde. No quería quedarse para averiguarlo. No iba a arriesgarse a que la segunda faceta de Tyler le lastimara de nuevo. Por otra parte, sus mundos eran tan distintos que él simplemente se sentía incapaz de acoplarse a aquel estilo de vida tan inestable. Si se quedaba al lado de Tyler ¿Qué le esperaba? ¿Cuál era su porvenir?

Estando con los jinetes, al menos tenía reconocimiento público. Trabajaba a la par que ayudaba a las personas, era algo que Daniel amaba. Estar inmerso en un mundo de fantasía, jugar a ser el héroe, que el mundo entero le aplaudiera mientras ejecutaba toda clase de proezas en el escenario. Esa era su vida, y renunciar a ella, aún si era por amor, no era conveniente. No lo era en lo absoluto.

Detuvo su errante andar para entrar a una cabina telefónica, entró y se apresuró a marcar el número de la agencia. Eran las últimas monedas de su bolsillo. Así que las depositó en la ranura y rogó esperanzado para que no fuera en vano.

—¿Diga?

No lo fue.

La voz de Dylan, por primera vez en mucho tiempo, se le antojó a Daniel melodiosa.

—Dylan, escucha, no tengo mucho tiempo— cubrió la bocina con la mano y se dispuso a mirar por los vitrales, en todas direcciones. —Tengo la cinta. La...la confesión de Tyler sobre el edificio que explotó.

—Atlas, ¿En dónde rayos estás?

Preocupacion y alarma fue lo que evidenció el tono empleado por su interlocutor. A Daniel le hizo gracia hasta cierto punto, pero la situación no ameritaba risa alguna.

—Estoy...no— sacudió la cabeza y lo pensó mejor. —Calle Evan Lane número 45. Te veré allí en una hora— y colgó, imposibilitando todo regaño, consejo o sermón de su antiguo jefe.

Era lo correcto. Para eso lo habían enviado en primer lugar. Debía dejarse de tonterías y recuperar su vida, o lo que quedaba de ella, antes de que Tyler hiciera de las suyas otra vez.
***

A esa hora, Dylan Rhodes debería estar archivando casos de relevancia, tendría que ponerse en contacto lo antes posible con los miembros de alto rango del ojo para comunicarles sus avances. No obstante, había interrumpido toda clase de labores en cuanto aquella llamada tuvo lugar. Se trataba de Daniel, de su primer recluta dentro de los jinetes. Quien había demostrado estar a la altura de sus expectativas y mucho más. No por nada lo había nombrado líder.

Daniel podía ser bastante joven, pero era tenaz y decidido. No tenía familia en la cuál respaldarse. Había llegado sólo al estrellato, dándose a conocer al publico mediante trucos sencillos de prestidigitación hasta irse puliendo poco a poco en cada una de sus presentaciones. Y claro, Dylan le había seguido de cerca. En algún punto le llegó a coger cariño. A todos los jinetes, pero con Atlas era diferente. Jack era incluso más joven e inexperto (además de declararse admirador de Daniel), pero no existía un vínculo tan fuerte entre ellos. Henley era más independiente del grupo, la eterna enamorada ¿y de quién?, de Atlas, por supuesto. Incluso Merrit, dentro de su perenne sarcasmo, le profesaba cierto respeto a Dan. Todos le querían, de diversas maneras, pero lo hacían.

Por ello, cuando Daniel renunció, el equipo se había vuelto inservible. Ninguno estaba conforme con la salida del líder, y ninguno había accedido a que se buscara un sucesor. Era Atlas, o nadie.

Veneno y Antídoto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora