Fotografías.

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Fotografías (o el levantar de los vientos).

Cariel esperó sentado, al escuchar la puerta abrirse suavemente, levantó la mirada de su libro de poesía

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Cariel esperó sentado, al escuchar la puerta abrirse suavemente, levantó la mirada de su libro de poesía. Lo había encontrado en un estante viejo y estaba decidido a encontrarle la utilidad a las palabras impresas en las hojas desgastadas del libro de bolsillo.
Suspiró, sonriendo con un toque lenido en el gesto en cuanto su madre, con una expresión abatida, se hizo paso.
Dejó el librito sobre una mesada.

—¡Mamá! —Saludó con un deje de alegría el rubio, prácticamente brillaba cuando tenía la oportunidad de interactuar con su madre, abrazándola con dulzura. Empezó a ayudarla con las bolsas de compra. El chico de trece años dejó el contenido en su lugar, desde la leche en el frigorífico hasta las galletas en la alacena. Jessie se sentó en uno de los taburetes que había por la zona cocina-sala de estar.

—¿Qué tal estás, mi amor? —cuestionó la rubia con un tono condescendiente, mirando a su hijo realizar la tarea que se había propuesto. Los dedos de la mujer chocaban contra la madera oscura de la barra que había a pocos metros de la entrada principal. Su tono era áspero, algo ronco, pero nunca dejaba de ser amable y comprensivo—¿Qué tal tus clases?

—Bastante bien, últimamente las clases de lenguaje se me están complicando —Frunció el ceño, dejando las bolsas de tela en un cajón—Pero no te preocupes, yo puedo con todo. Eso decía papá.

—Sí, tu padre —Murmuró ella, mordiendo su labio inferior antes de cambiar drásticamente de tema—Hoy Tom vendrá a comer a casa, cariño.

—¿Tom? ¿Tu marido? —Cuestionó él, volviendo a tomar el libro para pararse justo al otro lado de la barra, donde podía confrontar a su madre tranquilamente—Bueno... Puedo cocinar para todos.

—Sé que siempre cocinas en mi ausencia, mi amor, pero déjame a mí está vez. Estará la familia completa —Comentó con sus labios curvados en una mueca que reflejaba felicidad, según el rubio, aunque la certeza de aquello quedaba únicamente en las manos de Jess—¡Tus hermanastros también vendrán!

—Supongo que puedo jugar con Jake —Dejó al aire para sí mismo, tratando de hallarle lo positivo a la convivencia con sus hermanastros.

Recientemente, su madre, Jessie Edevane, había contraído matrimonio con un hombre de nombre Thomas Williams. Con él habían venido tres hermanos de carácter de lo más curioso.

Christopher Williams, el mayor de todos, contaba con apenas 26 años. Era un residente en el hospital local de por allí. Era el tipo de persona que se la pasaba estudiando, con su par de lentes y una forma de hablar seca, reservada. Perfectamente podría mimetizarse con una roca y nadie se daría cuenta de la diferencia.
Era un tipo alto, pese a su apariencia arreglada de cabello oscuro y rostro impecable, solía ser un desastre por las horas de trabajo extensas que le consumían la existencia.
De manera ocasional intercambiaban palabras, siempre en un tono educado. Ninguno de los dos se quería acercar de más, en especial por el largo trecho de edad y la rutinas tan disparejas que llevaban.

Calm before the storm.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora