Colecciono bichos desde que tenía diez años; es la única manera de que dejen de susurrarme cosas. Atravesarle el vientre a un insecto con un alfiler hace que se calle muy rápido.
Algunas de mis víctimas decoran las paredes en vitrinas, mientras otras están ordenadas en tarros y guardadas en un estante para usarlas mas adelante. Grillos, escarabajos, arañas.... abejas y mariposas. No tengo manias. Una vez les da por ponerse a charlar, se abre la veda.Son muy fáciles de capturar. Lo único que necesitas es un cubo de plástico sellado lleno de arena de gato mezclada con unas cuantas cascaras de plátano. Se hace un agujero en la tapa por la que se introduce una tubería de PVC y la trampa para bichos ya esta lista!!. La cascara de las frutas los atrae, la tapa evita que escapen y el amoniaco de la arena los asfixia y los preserva intactos.
Los bichos no mueren en vano. Los uso para mi arte, ordenando sus cuerpos de modo que formen siluetas y formas.
Flores secas, hojas y trozos de cristal añaden color y textura a los patrones que forman los insectos sobre fondos de yeso. Son mis obras maestras.....mis mosaicos macabros.
Los alumnos de último curso hemos salido a mediodía del instituto. Llevo casi una hora trabajando en mi proyecto mas reciente. Un tarro lleno de arañas aguarda entre los utensilios de arte que ocupan lugar en mi escritorio.
El dulce aroma del solidago entra en mi dormitorio por la ventana. Florece en un prado que hay cerca de mi casa, atrayendo a un genero de araña cangrejo que cambia de color —como un camaleón octópodo— para moverse sin ser detectado entre las flores amarillas y blancas.Abro la tapa del tarro y saco treinta y cinco de los pequeños arácnidos blancos con unas pinzas largas, yendo con cuidado de no aplastarles el abdomen ni romperles las patas. Con pequeños alfileres los clavo en un fondo de yeso pintado de negro que hace de cielo nocturno y que ya está cubierto de escarabajos seleccionados por su brillo. Lo que he imaginado no es un típico firmamento salpicado de estrellas, sino una constelación que se enrosca sobre si misma como si fuera un relámpago que corta el cielo y se precipita en espirales como una pluma. Tengo cientos de escenas retorcidas como esta en mi cabeza y no tengo ni idea de donde vienen. Mis mosaicos son mi única manera que tengo de plasmarlas.
Me reclino en la silla y estudio el resultado. Cuando el yeso seque, los insectos quedarán permanentemente fijados, de modo que si quiero realizar algún ajuste tengo que darme prisa.
Miro de reojo al reloj digital en la mesita de noche y me doy un golpecito en el labio inferior. Quedan menos de dos horas para encontrarme con papá en el psiquiátrico. Desde que iba al parvulario se ha convertido en una tradición ir cada viernes a Scoopin' Stop, comprar helado de chocolate y tarta de queso e ir a compartirlo con alison.
El dolor de cabeza que me da el frío del helado y lo helado que se me queda el corazón no son precisamente lo que yo llamo diversión, pero papá insiste en que es terapéutico para todos. Quizá cree que yendo a ver a mi madre al lugar donde yo podría acabar algún día hará que, de alguna forma, escape a mi destino.Qué pena que esté equivocado. Al menos la locura que he heredado tiene una cosa buena. Sin mis alucinaciones,quizá no habría encontrado mi vena artística.
Mi obsesión con los bichos empezó un viernes de quinto curso. No ha sido fácil. Taelor Tremont le dijo a todo el mundo que yo era pariente de Alicia Liddell, la chica que inspiró la novela de Lewis Carroll Alicia en el País de las Maravillas.Puesto que Alicia fue, realmente, mi tataratatarabuela, mis compañeros de clase se burlaban de mí durante la hora del patio hablándome de lirones y tés. Yo creía que las cosas no podían ir a peor hasta que unos compañeros pusieron pintura en mi asiento y cuando me di cuenta tenia todo el tracero manchado. Al borde de las lágrimas, cogí un jersey del montón de ropa que había en objetos perdidos justo al lado de la entrada principal y me lo até ala cintura para taparme durante el corto trayecto hasta la oficina. Caminé con lacabeza gacha, incapaz de mirar a nadie. Fingí que estaba enfermo y llamé a mi padre para que viniera a recogerme. Mientras esperaba en la enfermería a que llegara, imaginé una acalorada discusión entre el jarrón de flores que había en el escritorio y el abejorro que volaba a su alrededor. Fue una alucinación muy potente, porque de verdad oí esa conversación, tan claramente como oía a los estudiantes cambiar de aula al otro lado de la puerta. Alison me había advertido sobre el día en que «me haría hombre». Y sobre las voces que oiría entonces. Había supuesto que todo aquello era producto de su inestabilidad mental...Pero era imposible ignorar los susurros, al igual que los sollozos que ahogaba en mi garganta. Hice lo único que podía hacer: me negué a aceptar lo que sucedía en mi interior. Enrollé un póster de los cuatro grupos básicos de alimentos que había colgado en la pared y golpeé con él al abejorro lo necesario para atontarlo. Sacar las flores del agua y aplastarlas entre las hojas de una libreta de espiral fue efectivo para silenciar a los locuaces pétalos.Cuando llegamos a casa, mi pobre padre, que no tenía ni idea de lo que mesucedía, se ofreció a hacerme una sopa de pollo. Le dije que no hacía falta y me fui a mi habitación.
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Susurros🦋 ~Kookmin~. Pausada
FanfictionEl País de las Maravillas existe. A Park Jimin las flores y los insectos le hablan. Teme que su destino sea acabar en un psiquiátrico, como su madre, pues una vena de locura recorre su familia desde tiempos de su antepasada Alicia, la niña que inspi...