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-Titiiiiiii, tenemos que irnos ya, que siempre llegamos las últimas.

Hacía más de 15 minutos que Maialen la llamaba para poder emprender el camino hacia al bar de siempre, donde habían quedado con el grupo.
El punto fuerte de Samantha no era la puntualidad, y como siempre, se había quedado dormida y ahora tenía que luchar contra el reloj para poder salir decente de casa.

Maialen y Samantha habían pasado toda la vida juntas, tenían una relación muy especial, los años podían pasar, pero ellas eran intocables, se necesitaban.

-Voy Mai voy te lo juro, 5 segundos.
-Voy a contar hasta diez y si no estas aquí, vengo y te arrastro hasta la puerta, estás avisada.

Las dos llevaban años compartiendo un piso en Madrid, la verdad era que no tenían la necesidad de hacerlo, ya que las dos podían permitirse el lujo de pagar un alquiler individualmente, pero así estaban bien, y ninguna tenía la intención de romper esta convivencia.
Vivían con Murphy, un precioso Galgo que adoptó Maialen un par de años atrás, y al que las dos querían como si de un hijo se tratase.

Después de 5 minutos de más gritos por parte de la pamplonica, las dos pusieron rumbo hacia el destino, hablando de todo y de nada.

-Oye Titi, hay algo que no sabes y que te va a hacer mucha ilusión. Pero esque no quiero decírtelo porque quiero que sea una sorpresa.

En ese momento una chica les paró educadamente pidiendo si se podía sacar una foto con ellas.
Samantha y Maialen llevaban varios años dentro del mundo de la música, y eran bastante reconocidas. Samantha quizá lo era un poco más que su amiga, ya que su primer disco fue un boom muy grande, y tuvo la oportunidad de poder hacer una gira por Latinoamérica, cumpliendo así un sueño de esos que ella creía que eran imposibles. En españa también era muy querida, y no podía estar más agradecida con todo lo que le estaba pasando. Maialen, sin embargo, era más de hacer pequeños bolos por bares, ella solo vivía por y para las canciones, y no pedía más.

-Oye Maiiii, no me dejes así, sabes como soy, no me gustan las sorpresas.
-Esta si que te va a gustar, estoy segura.
-¿Han llegado todos ya?
-Bruno, Gèrard y Anne sí, solo faltamos nosotras, Eva y...
-Y ya esta, nosotras y Eva, somos 6.

Samantha miró a su amiga esperando una respuesta a su pregunta.
Maialen sin embargo no se atrevió a mirarle a los ojos, sabia que si lo hacía no podía retener la sorpresa.
Hoy llegaba Hugo tras 5 años en Estados Unidos, donde se tuvo que mudar junto a su Madre en busca de una vida mejor.

Hugo y Samantha tenían una de las relaciones más bonitas que la pamplonica había visto nunca. Los tres se conocieron desde muy temprana edad, y ella había vivido de primera mano toda la historia. Hugo y Samantha eran hermanos, no de sangre, pero eran hermanos de vida, y para la rubia, verlo partir fue uno de los peores sentimientos que había experimentado nunca.
Los dos rubios tenían personalidades muy parecidas, y con eso y el hecho de que siempre hubieran estado el uno para el otro, su relación, con el paso de los años, cogió cada vez más y más fuerza. La gente siempre daba por hecho de que eran mellizos, y es que no se le veía al uno sin el otro.

-Maialen me estás poniendo muy nerviosa. No me hagas esto porfi porfi porfi.

Samantha era una dramática de nacimiento, y Maialen no pudo evitar estallar en una carcajada al observar las caras que la rubia ponía, y es que era una payasa.

Huir significa ir a buscarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora