IV

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-Maialen que te lo estoy diciendo enserio.

Samantha había llegado bastante alterada al piso que compartían las dos amigas, en las oficinas había sabido reaccionar de una manera muy calmada y razonable que la había sorprendido, pues ella no solía saber comportarse delante de estas situaciones. Pero ahora que estaba empezando a ser consciente de lo que acababa de pasar, los nervios y la ansiedad se estaban apoderando de ella. Por si no fuera poco, Maialen no se creía las palabras de su amiga, y eso solo hacía que desquiciar más a Samantha.

-Pero vamos a ver titi, ¿Anaju, Anaju? ¿Nuestra Anaju? ¿La hermana de...

-¡SI MAIALEN ANAJU, LA ÚNICA ANAJU QUE CONOCEMOS! -Samantha no permitió que la pamplonica terminara la frase, no le apetecía escuchar ese nombre, además de que no creía poder soportarlo ahora.

-Vale titi relájate, ¿entonces estas segura, muy segura, de esto que me estás diciendo?

-Maialen por dios he estado hablando con ella, la he visto con mis ojos, encima hemos quedado para comer mañana. - La rubia no se acordaba de eso último, ella había sido la que había lanzando la propuesta, y ahora mismo no tenía ni idea de porque lo había hecho. No es que no quisiera compartir esa comida con ella, es que no sabía como afrontar la situación. Anaju iba a ser su nueva mano derecha en todo relacionado con lo profesional, lo que significa que necesitaba esa confianza con ella si quería que las cosas saliesen bien.

Maialen la miraba entre desubicada y muy sorprendida, le costaba creer que toda esa información fuese cierta, y no podía evitar pensar que debía de ser una de esas historias que se monta su amiga en la cabeza. Le parecía imposible que Anaju estuviera aquí, después de tanto tiempo, y Maialen estaba segura de que si estaba aquí de verdad, no había venido sola.

-Entonces, ¿has aceptado trabajar con ella? -preguntó la morena aún con desconcierto.

-Sí, he aceptado. -Lo dijo segura, sin dudar, como si tuviese la situación completamente bajo control, aunque nada más lejos de eso.

-Y mañana vas a ir a comer con ella.

Las dos se quedaron mirando fijamente por unos segundos largos, no hacía falta que ninguna hablara, sabían perfectamente en que estaba pensando la otra y viceversa. Era una situación en cuanto menos surrealista.

El timbre interrumpió los pensamientos de ambas amigas, y finalmente fue la morena la que salió del trance en el que se habían quedado y se dirigió hacia la puerta.

Samantha divisó la silueta de Bruno, seguramente había quedado para ir a comer con Maialen, era una rutina bastante habitual entre ellos, y a decir la verdad, Samantha algunas veces envidiaba sanamente la relación de sus dos amigos, siempre había pensado que se querían de una forma diferente, pero muy especial.

-Titi, que no me he acordado de decírtelo, nos vamos a comer, ¿quieres venir?

La rubia sabia que la invitación de su amiga era sincera, pero sentía que debía dejarles ese momento exclusivamente para ellos.
Rechazó la oferta de Maialen alegando que estaba cansada, se despidió de los dos con un abrazo y se dejó caer en el sofá.

Murphy dormía plácidamente en su cama, Samantha siempre envidiaba la facilidad con la que el animal podía conciliar el sueño a cualquier hora del día e independientemente del ruido que hubiese.

Eran pasadas las dos del mediodía , pero no tenía hambre ni ganas de cocinar, así que decidió que no era el momento de comer.

Recordó que Hugo y Eva aún estaban en casa cuando ella se había tenido que marchar, así que fue a su habitación para comprobar que sus dos amigos no la hubiesen destrozado.
Samantha río al recordar la escena de esta mañana, algo pasaba con esos dos, era innegable la conexión que había entre ellos.
Vio que Hugo se había dejado la chaqueta encima de la cama, y sonriendo ente al hecho de lo desastre que era su amigo, encendió el móvil para decirle que no se preocupase por la prenda.

Huir significa ir a buscarte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora