"eres mi analgésico, cuando el dolor me consume."
CUALQUIER SITUACIÓN, CONFLICTO O RELACIÓN EN ESTA OBRA, ES MERA FICCIÓN, NO ESTÁ HECHA CON EL FIN DE OFENDER O LASTIMAR A ALGUIEN.
Soy Jeon Jungkook y ayer a las 11:11 de la noche, salió el sol.
— Vamos Jungkookie, ¿qué tienes que hacer que sea más importante que salir a divertirte con tus hyungs? —Jin hyung tiraba de mi sudadera mientras que con sus rosados labios formaba un adorable puchero.
— Y-yo, realmente... —rascaba mi nuca como si eso fuese a darme alguna clase de respuesta, pero afortunadamente, una vez más YoonGi hyung me salvó.
— Vamos SeokJin, todos preferiríamos salir con nuestras novias antes que salir con un tipo de veintidós años que colecciona figuras de Mario Bros y se ahoga comiendo mientras ríe como foca —todos reímos ante el comentario de YoonGi hyung, quién nos dio una breve mirada por encima de su celular y le dio un largo sorbo a su café helado.
— Calla, YoonGi —Nam hyung intervino —. Ni siquiera tenemos novias —se dejó caer en la barra dando un pequeño suspiro y después todos estallamos en pequeñas risas que a la brevedad se convirtieron en una guerra de palabras y chistes malos por parte de Jin hyung, pero en mi mente sólo resonaba el hecho de que sí, efectivamente ahora tenía novia, pero mi corazón seguía latiendo por la sonrisa de hyung.
— De hecho —afiné mi garganta antes de continuar hablando —. TaeTae hyung volvió a DaeGu —sonreí recordando la noche de ayer y el recuerdo de Tae hyung con esa beani roja bajo el cielo estrellado, pero por alguna razón sus ojos ausentes de brillo pronto fuero mi centro de atención, aquél chico ya no era más la máscara de hyung que tanto se esforzó por mantener.
— ¿Qué TaeHyung qué? —el café salió disparado de la boca de YoonGi hyung, empapando a Jin hyung y su bonito suéter rosa.
— Ni todos tus millones te van a salvar de la golpiza que te voy a dar, cabeza de pistacho —Jin hyung se abalanzó sobre YoonGi hyung pero él lo evadió ágilmente y Jin hyung terminó entre las tazas y con café en polvo tirado por todo el suelo.
— Tendré que limpiar eso —suspiré con cansancio haciendo pucheros que normalmente funcionaban con Jin hyung, pero esta vez estaba concentrado en matar a YoonGi hyung, así que sólo lo ignoró.
— YoonGi se encargará de limpiar esto —miró a YoonGi hyung con maldad y después se levantó, sacudiendo los restos de café sobre él con suma elegancia—. Ahora pequeño Bambi, deberías subir una foto a tu Instagram de lo bien que haces el café helado —me sonrío y apretó con sus frías manos mi mejilla, asentí con una sonrisa porque haberme salvado de limpiar ese desastre había sido el mejor regalo, no tanto como el regreso de hyung, pero era algo.
— Estoy tan orgulloso —Nam hyung fingió tener una lágrima—. El rostro de "Omelas" definitivamente es nuestro Jungkookie —me miró sonriendo y revolvió mi cabello. Quizá nadie sabía esto pero, una de las razones por las cuales me había quedado trabajando en la cafetería, era por Nam hyung y la genialidad que incluso solo con decir su nombre era evidente.
Jin hyung y los demás se ocuparon cuando repentinamente un montón de estudiantes llegó a la cafetería y los pedidos llovieron en una nube de desorden ocasionada por los chicos que dejaban sus mochilas y se preparaban para ordenar, mientras tanto, yo me esmeraba en preparar un buen café, no sólo para Instagram, sino para algún día invitar a hyung a tomar un café que revelara lo más íntimo de mi en un sabor cálido, como los brazos que me tendió cada vez que lo necesité.
Soy Jeon Jungkook y tengo 17 años, soy bastante ordinario y trabajo en una cafetería ordinaria con amigos ordinarios, pero, aunque todo en mi vida parezca ordinario, hay alguien quién definitivame no lo es; Kim TaeHyung y aunque para mi era la persona más cercana, parecía que todo lo que había visto era una simple máscara y estaba dispuesto a llegar hasta lo más profundo con tal de sacarlo de ese abismo que parecía esconder bajó la hermosa sonrisa que desviaba la atención de la opacidad de sus ojos, que en algún momento brillaron tanto como él, aquella noche en que pude jurar ver el sol salir cuando lo miré a él, robando la atención incluso de las estrellas resplandecientes a su espalda.
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