Capítulo 1: Los primeros pasos.

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Habiendo pasado cinco años viajando y aprendiendo de muchas personas, por fin tenía claro el primer paso, crear un país libre. Pero Arthur no era un tonto soñador que pensaba que deseándolo con muchas ganas se iba a cumplir su deseo, él sabía que tenía que moverse y hacer que las cosas pasaran.

Y claro que tampoco era ingenuo como para pensar que era fácil fundar un país de la nada y aún más, nunca creyó que era fácil dada la situación política del mundo en ese momento. Por lo que tenía más que claro que para lograr su cometido inicial, hacía falta mucho esfuerzo y dedicación, y por supuesto, muchas cosas por hacer.

Lo primero sería buscar aliados, y tiene claro que no puede conseguir aliados de forma fácil. La ruta a seguir podría ser conseguir el apoyo de quienes son afectados de forma desmedida por las monarquías y sus gobernantes.

Para logar esto, el grupo idóneo eran los Colmillo Negro, un clan de personas con habilidades físicas muy por encima del promedio, llegando a desafiar la lógica humana y por si eso no fuera suficiente, tenían de nacimiento una afinidad en el uso de magia para mejorar las aptitudes físicas, como la fuerza y la velocidad. En resumen, unas verdaderas bestias de combate cuerpo a cuerpo.

Claro que un clan así no puede permanecer fuera del radar y mucho menos puede permanecer lejos de la mira de los países que buscan poder militar. Siendo así, gobiernos de los distintos países asedian a este clan, separándolos de los demás para poder encarcelarlos y ponerlos bajo su control.

En este mundo existen distintos tipos de magia y sirven a distintos propósitos, uno de estos tipos de magia son los sellos de esclavitud. Estos sellos eran puestos para controlar al individuo por medio del dolor. Por eso, no era raro suponer que estos poderosos individuos estén hartos de los reinos que pasan por encima de los demás, como si tuvieran derecho a hacerlo.

Fue algo complicado encontrarlos, ya que se habían vuelto nómadas por la constante persecución. Arthur se tuvo que guiar por rumores de los rumores y al parecer se encontraban en una zona montañosa.

Aunque le tomó bastantes días de ardua caminata, pudo encontrarlos por fin, se acercó hasta su campamento y los saludó despreocupadamente.

—¡Buenos días!

De inmediato estaba rodeado, con lanzas, espadas y mazos listos para hacerlo pedazos.

—Vaya, cuánta agresividad —expresó el joven, mientras miraba todas las armas.

—¿Quién eres y qué quieres con nosotros? —le preguntó una mujer alta y con una mirada inquisidora.

—Mi nombre es Arthur y eso es todo lo que necesitan saber al respecto. Y lo que quiero con ustedes, pues quiero que todos ustedes se unan a mí.

Casi sin que Arthur lo notara, la muchacha se acercó a él y puso una daga en su cuello, mirándolo con una mirada desafiante.

—Eres muy valiente o muy estúpido para venir así a este lugar a decir semejante cosa —precisó la mujer, mientras hundía un poco el filo de su arma en el cuello del viajero.

—¡Ya basta, Leona! —intervino una gruesa y profunda voz.

Mientras la fuente de aquella voz se acercaba, los hombres se iban apartando para dejarle paso.

—Te salvaste por muy poco —le dijo la chica, mientras retrocedía.

—Oh, vaya que sí, una mujer tan bonita no debería ser tan agresiva.

En respuesta a este burdo intento de coqueteo, sólo recibió una mirada fría y de desprecio.

—¿Qué te trae a nuestro campamento, joven viajero? —preguntó la grave voz de antes.

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