Capítulo 2: A celebrar se ha dicho

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Después de la victoria de Arthur sobre Leona, todos se preparaban para la celebración de la fiesta. Los corpulentos hombres iban de aquí para allá cargando barriles de licor, el ambiente estaba muy animado.

En las costumbres de los Colmillo Negro, si un guerrero del exterior salía victorioso de la batalla de un juicio por combate, era premiado con un título honorífico que lo acreditaba como un guerrero de su clan, pero no significaba que se uniera a ellos o que tuviera una obligación con ellos tampoco.

Cuando la atención sobre Arthur fue disminuyendo por los preparativos, este aprovechó para intentar hablar con Trygor. Se dirigió hasta su tienda y entró.

—¿Se puede pasar? —preguntó mientras alzaba con su brazo la tela.

—Ya entraste.

—Lo siento, ¿cómo se encuentra?

—Parece estar bien, sólo está durmiendo.

—¿Te parece si curo el golpe en su mentón?

—¿Entonces también eres médico?

—No un médico pero sí sé usar uno que otro hechizo de sanación, aunque en realidad es poco lo que puedo hacer. A pesar de ser un genio, no todos los tipos de magia son dominables por un solo individuo.

—Un genio, ¿ahora te volviste arrogante?

—No es algo que yo haya dicho en un principio de mí mismo. Es lo que siempre dijeron de mí. Entonces, ¿puedo ayudar a tu hija?

—Está bien... ¿Tan obvio es que es hija mía?

—Oh por supuesto —afirmó el muchacho mientras acercaba sus manos al mentón de la mujer inconsciente.

Las manos del muchacho empezaron a brillar con una luz tenue de color turquesa. El mentón amoratado de la mujer empezó a aclararse poco a poco. Luego de unos momentos, la piel de la chica volvió a la normalidad.

—Listo, creo que acabé.

Sin que pudiera seguir con lo que decía, fue sorprendido por el súbito despertar de Leona quien, al levantarse de forma violenta, golpeó la cara de Arthur con la frente.

—¡Me rompiste la nariz! —exclamó el joven con las manos en la cara y sangre escurriendo entre los dedos.

—JAJAJAJAJA... vaya, ¿el genio no pudo ver venir eso? —se burló el enorme hombre.

La mujer se puso de pie y de inmediato tomó distancia poniéndose en pose de pelea.

—Tranquila, la pelea acabó y yo gané —trataba de explicar Arthur, con una mano en la nariz y la otra extendida.

—Es verdad Leona, perdiste.

Al oír la explicación de su padre, la joven dejó la pose de pelea y bajó la cabeza, acto seguido salió de la tienda con rapidez.

—Chica difícil de tratar, ¿eh?

—No tienes idea.

Arthur tomó con una mano su nariz rota y dando un tirón se escuchó el tronar del tabique reacomodándose.

—Este es un dolor tolerable comparado con el del brazo dislocado.

—Pareces aguantar muy bien el dolor.

—Creo que es ya por costumbre.

—Durante la pelea pude notar que tus brazos están llenos de cicatrices. Parece que has estado en muchas peleas.

—Oh eso, pues la verdad es que no demasiadas, casi todas las heridas que he sufrido han sido a causa de entrenamientos.

Al escuchar esa declaración, Trygor pudo hacerse una idea de la cantidad de entrenamiento que debió haber pasado el muchacho que tenía frente a él.

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