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— ¿Una carta de amor?

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— ¿Una carta de amor?

Asentí por segunda vez mientras abría mi casillero y sacaba algunos libros para la clase de hoy. Me giré hacia Giyuu quien tenía una expresión pensativa. Le conté lo sucedido el día anterior, al principio, él creyó que todo era una broma, algo típico en la escuela. Sin embargo, cuando le entregué la carta como prueba tangible, su expresión cambió ligeramente, aunque todavía parecía escéptico.

O tal vez simplemente no sabía cómo reaccionar.

— Lo siento, pero aún no puedo creerlo ¿Seguro que no es una broma? -preguntó mientras me devolvía la carta, tras una rápida inspección.

— Como puedes ver, es real —respondí, tomando la carta nuevamente. A pesar de que la duda se reflejaba en su rostro, no había forma de negar la evidencia.

Pude ver de reojo como asentía lentamente colocando una mano en su mentón, supe al instante que estaba analizando al posible autor o autora de aquel detalle.

Mientras cerraba mi casillero, lo observé por unos minutos. Parecía perdido en su propio mundo, inmóvil, con la mirada fija en algún punto indefinido. Mis ojos se desviaron hacia su cabello, que estaba atado en una coleta baja. Giyuu siempre había tenido una gran cabellera, pero últimamente parecía más larga de lo usual. Por un instante, un impulso extraño me llevó a desear enrollar mis dedos en él, solo para sentir su textura.

Sonreí para mis adentros ante la absurdidad de mis propios pensamientos. ¿Qué estaba haciendo pensando en eso?

Estaba a punto de sacarlo de su trance, sintiendo que ya había durado lo suficiente, cuando la voz de uno de mis compañeros, Uzui, rompió la quietud, interrumpiendo los pensamientos de ambos
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— ¡Hey, Kyojuro! —Uzui se acercó con su habitual energía— ¿Qué están haciendo?

Giyuu pareció volver a la realidad de inmediato, se despidió de ambos diciendo que recordó tenía cosas que hacer y se fue. Su partida fue tan repentina que apenas tuve tiempo de responder. Uzui solo rió ante la situación.

— ¡Vaya! ¿Pero que tenemos aquí? —dijo, quitándome la carta. La sostuvo en sus manos, y al ver su expresión de curiosidad, supe que no la devolvería tan fácilmente. Observó el sobre con un destello travieso en los ojos— ¡Pero si es una carta de amor!

Mis instintos reaccionaron al instante. Sin pensarlo, tapé su boca, intentando evitar que su voz resonara más de lo necesario. Pero fue inútil. Alrededor de nosotros, varios estudiantes ya habían girado la cabeza, mirándonos con interés. Sus ojos curiosos me hacían sentir un calor incómodo en las mejillas.

— Uzui, creo que no te escucharon en la China. —protesté, mientras le quitaba el papel de las manos. La carta ya empezaba a arrugarse de tanto estar de mano en mano, y no quería que se dañara más.

Él se burló de mi intento de guardar la compostura, pero no me molesté en responder.

— No seas tan exagerado. ¡Pero oye! ¿Una carta eh? Quién lo diría —me codeó juguetonamente, provocando un chasquido de fastidio de mi parte.

— No es algo que te incumba. —respondí, guardando la carta con más cuidado en mi mochila.

— Claramente no. —dijo, riendo— Pero igual me meteré. Ya me conoces.

Rodé los ojos, resignado. Tenía que ser él quien se enterara. Maldije mi mala suerte en silencio mientras comenzábamos a caminar hacia el aula.

— ¿No dice quién lo escribió? —preguntó, todavía con esa chispa de curiosidad en la voz.

— Es anónimo, creo que te diste cuenta. Quien lo haya enviado debe ser muy tímida.

— O tímido —señaló Uz— porque también puede ser un chico.

Sus palabras me hicieron pensar. Claro, podía ser hombre o mujer, pero en realidad eso me resultaba irrelevante. No importaba el género, sino el hecho de que alguien había decidido dar ese paso tan audaz.

— En todo caso, ¿qué harás al respecto? —preguntó inquisitivamente, como si estuviera esperando que revelara algún plan maestro.

— Nada, ¿qué puedo hacer? En unos meses ya no estaremos aquí, así que no tiene mucho sentido hacer algo al respecto. —respondí, esperando que el tema terminara ahí. No quería pensar demasiado en ello.

— ¿Planeas terminar la secundaria sin saber quién es la persona que te confesó su amor? —me miró con incredulidad.

Asentí, restándole importancia. A pesar de la curiosidad que sentía, prefería no complicar las cosas.

— Vaya, no es por nada, pero si estuviera en tu lugar, me gustaría saberlo. —comentó, levantando ligeramente los hombros en un gesto casual.

Achiné los ojos, previendo que diría algo así, pero no respondí. En lugar de eso, aceleré el paso hacia el aula, donde el maestro ya estaba alistando sus materiales para dar inicio a la clase.

Aunque no lo parezca, las matemáticas siempre se me daban bien. Sin embargo, ese día, mi mente estaba en otra parte. Fallé en varias preguntas orales, y cada vez que lo hacía, las palabras de Uzui resonaban en mi cabeza, incrementando mi curiosidad. A medida que pasaba el tiempo, me daba cuenta de que lo que había comenzado como una conversación trivial, ahora me tenía más distraído de lo que esperaba.

— Maldición.
     
     

          

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