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Al quinto día, un secreto de la vida del principito le fue revelado, gracias nuevamente al cordero.

Preguntó bruscamente y sin más, como fruto de un problema largamente meditado en silencio.

― Si un cordero come arbustos, ¿come también flores?

Aquella pregunta tomó por sorpresa a Jaemin, quién parecía muy entretenido tratando de reparar su bicicleta averiada como para darle importancia a los asuntos sobre rosas y corderos de un pequeño colmado de curiosidad y ganas de interrogar.

― Un cordero come todo lo que encuentra.

― ¿Hasta las flores qué tienen espinas?

― Sí. Hasta las flores que tienen espinas.

― Entonces, las espinas, ¿para qué sirven?

Jaemin ignoró su pregunta, la rueda rota de su bicicleta ocupaba toda su atención, eclipsando al pequeño rubio que esperaba expectante su respuesta, la cual no parecía llegar. Aquello lo impacientó.

― Las espinas, ¿para qué sirven?

El principito jamás renunciaba a una pregunta, una vez que esta era formulada, sin excepciones. Por muy ocupado que Jaemin estuviera en su bicicleta, no estaba entre sus planes ceder; conseguiría una respuesta a como diera lugar.

― Jaemin. ― dijo su nombre por primera vez, con la seriedad impregnando sus palabras. Aquello provocó que el castaño se volteara y le dedicara una mirada inquisidora, cediendo ante sus caprichosas dudas ― las espinas, ¿para qué sirven?

― Las espinas no sirven para nada... Son pura maldad de las flores.

Respondió sin querer y sin saber, desencadenando una reacción no muy agradable en el más bajo.

― ¡Oh!

El principito, quién siempre mantenía su característico brillo curioso en la mirada, ahora poseía un semblante sombrío.

Y después de un breve silencio soltó, con sus vocablos cargados por el rencor:

― ¡No te creo! Las flores son débiles. Son ingenuas. Se defienden como pueden. Se creen terribles con sus espinas.

Jaemin percibió un tono infantil en su voz, como aquel niño que se niega a creer en la palabra de sus padres. Y en este caso era él quien ejercía el rol de padre, pareciendo más que nunca un adulto inmerso en problemas de adultos.

No respondió nada, su mente estaba demasiado concentrada en cómo reparar ese buje sin tener que recurrir a un mecánico, puesto que dinero para pagarle era lo que le faltaba.

Pero el principito interrumpió de nuevo sus reflexiones:

― ¿Y tú, tú crees qué las flores...?

― ¡Pero no! ¡Pero no! ¡Yo no creo nada!

El más bajo lo miró estupefacto, como si aquellas palabras lo hubiesen desencajado por completo. Se lo esperaría de cualquier adulto, menos de su amigo.

― ¡De cosas serias!

El rubio seguía reclamando, mientras lo veía con un objeto que escapaba de su compresión y sus dedos llenos de grasa, intentando reparar otro objeto que entendía mucho menos y le parecía muy feo.

― ¡Hablas como las personas mayores!

Jaemin se sintió avergonzado, pero el principito no había acabado con su desahogo despiadado:

― ¡Confundes todo! ¡Mezclas todo!

Estaba verdaderamente muy irritado, sacudía al viento sus cabellos dorados.

― Conozco un planeta donde hay un señor carmesí. Jamás ha aspirado una flor. Jamás ha mirado a una estrella. Jamás ha querido a nadie. No ha hecho más que sumas y restas. Y todo el día repite como tú « ¡Soy un hombre serio! ¡Soy un hombre serio! » Se infla de orgullo. Pero no es un hombre; ¡es un hongo!

― ¿Un qué?

― ¡Un hongo!

El principito estaba ahora pálido de cólera.

― Hace millones de años que las flores fabrican espinas. Hace millones de años que los corderos comen igualmente las flores. ¿Y no es importante intentar comprender por qué las flores se esfuerzan tanto en fabricar espinas qué no sirven nunca para nada? ¿No es importante la guerra de los corderos y las flores? ¿No es más serio y más importante qué las sumas de un Señor gordo y rojo? ¿Y no es importante que yo conozca una flor única en el mundo, que no existe en ninguna parte, salvo en mi planeta, y que un corderito puede aniquilar una mañana, así, de un solo golpe, sin darse cuenta de lo qué hace? Esto, ¿no es importante?

Enrojeció, y agregó:

― Si alguien ama a una flor de la que no existe más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira a las estrellas. Se dice «Mi flor está allí, en alguna parte...» Y si el cordero come a la flor, para él es como sí, bruscamente, todas las estrellas se apagaran. Y esto, ¿no es importante?

No pudo decir nada más. Estalló bruscamente entre sollozos. La noche había caído mientras el principito expresaba envalentonado su discurso sobre flores y corderos. Jaemin ya había dejado a un lado sus herramientas. No importaban ni las herramientas, ni el buje, ni el mecánico ni el dinero. En una estrella, en un planeta, el suyo, la Tierra, había un principito que necesitaba consuelo.

Lo tomó en sus brazos, lo acunó y le dijo suavemente:

― La flor que amas no corre peligro... Dibujaré un bozal para tu cordero. Dibujaré una armadura para tu flor. Di...

No sabía bien qué decir, las palabras escapaban torpemente de sus labios y se atropellaban y mezclaban unas con otras. No sabía muy bien cómo llegar a él, dónde encontrarlo, ¡Es tan misterioso el país de las lágrimas...!

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⏰ Última actualización: Jun 09, 2020 ⏰

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le petit prince ― renmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora