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Este es un cuento particular. Dónde la princesa no existe. Los príncipes vienen de reinos de óleo y acuarela, las reinas están vacías, y la media noche es más mágica de lo que suele ser.

Había una vez un hermoso príncipe. De piel blanca como la más fina porcelana oriental. Delgados labios color rosa, ojos pequeños y brillantes, tan oscuros a la vez, como las cenizas de una hoguera. Cabellos castaños, algunos pequeños cabellos de un tenue rojizo, para encontrarlas debías acariciar su cabello y observarlo un buen rato. Ver cómo resaltaban teniente entre sus demás cabellos.

Sus mejillas solían tomar un leve tono rosa, era un hermoso niño a la vista de cualquiera. De baja estatura y delgada complexión. El Príncipe de Corazones le decían. Todos deseaban al Príncipe de Corazones, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos. Envidiando o admirando su belleza.

Tal vez, el mismísimo pecado retratado en una persona. El deseo.

Pero el Príncipe, el joven Príncipe de Corazones, lo único que deseaba era verle siempre, a su Príncipe Pintor.

Pero este príncipe de cuentos era especial. Príncipe Pintor no era un príncipe de verdad.

De la realeza como él, la sangre no era. Su reino, de bonitas acuarelas, óleos y lienzos, era mucho mejor que estar rodeado de oro vacío.

Desde el enorme marco de aquellas puertas, observaba a escondidas a su encantador Pintor. Deslizando de manera delicada como nadie más su pincel.

Corazones solo podía pensar, en que daría todo por sentir aquellas hermosas y grandes manos que pintaban sobre aquel lienzo, la imagen real de una reina. Vacía por dentro, glamurosa por fuera.

Aquellas grandes manos, creadoras de arte, recorrer cada centímetro de su cuerpo. Sentir esos gruesos labios sobre su cuerpo. Retorcerse y gritar, nunca dejarlo ir. Era lo que más deseaba.

El joven Príncipe de Corazones, de sangre real y oro vacío, hijo de aquella reina vacía, solo deseaba al Príncipe Pintor.

El príncipe Ten deseaba con todo su ser al príncipe Lucas.

A qué las manecillas del reloj marcase las 12:00, perderse en la oscuridad. Y encontrarlo solo a él. Solo a él.

Pensar en aquello hacía que sus mejillas se ruborizaran. Como lindos corazones.

Estornudó un poco, el polvo del marco se lo había provocado haciendo que su hermoso príncipe pintor voltease a verlo.

Sonreía. Y se veía aún más hermoso.

Su corazón latía por los nervios.

Maldijo a Pintor ysalió corriendo hacía su habitación

Maldecía al Príncipe Pintor, por ser tan hermoso, pero tan difícil de alcanzar siempre. Por siempre. Para siempre.










Todos esperaban en el enorme salón de baile que tenía aquel palacio, de enormes muros y colores claros. Cómo si de nieve estuviese hecho. Un lugar de ensueño, donde los sueños son rotos a veces, y a veces, se pueden cumplir.

Estaba impaciente, había esperado por mucho por aquella noche. Enterraba sus propias uñas sobre sus muslos, cubiertos por aquel pantalón de color negro que su sastre había hecho para él.

—¿Es necesario que me maquille, Jinri? —preguntó el joven príncipe algo impacientando —, todo el tiempo llevaré puesta la máscara, nadie sabrá que soy yo.

after midnight|lutenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora