CAPÍTULO 5

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Gustabo se quedó atónito al escuchar esas palabras. ¿Acaso notaba ciertos celos en el mayor? Pero eso no podía ser, ya que el superintendente le había rechazado previamente. Se encontraba confundido, y no sabía qué responderle. Conway, al mismo tiempo, parecía querer retirar lo que había mencionado, e incluso pudo percibir un sutíl sonrojo en su rostro.

— Déjalo, tampoco es como si tu vida me importara una puta mierda.— dijo, a la vez que se daba la vuelta, pero algo le detuvo al instante. El menor le estaba agarrando de la maga del traje como aquel primer día que se conocieron, mientras miraba al suelo avergonzado.

— Superintendente, Horacio no es mi novio, es sólo mi amigo.—  respondió por fin, sin atreverse todavía a mirarle a los ojos.— Pero no entiendo por qué usted me pregunta esto, creí que- —antes de que Gustabo pudiera terminar su frase el superintendente le detuvo, acortando la distancia entre ellos, acorralándolo contra la pared. Gustabo no pudo evitar sonrojarse ante tal acción.

— Escúchame atentamente, Gustabo. — susurró Conway muy próximo a su oído, haciendo que el menor tuviera escalofríos.— Estás en deuda conmigo, ¿o acaso lo has olvidado? No te creas que esto lo he hecho porque me caes bien, ahora mismo me perteneces. Si quisiera podría dejarte aquí encerrado un mes entero, así que no me toques los cojones más de lo necesario.

Gustabo se quedó paralizado, no sabía si debía sentir miedo en estos momentos. Tal y cómo le había pronunciado esas palabras parecía más una amenaza más que otra cosa, pero a él le había gustado, igual hasta demasiado. Conway se apartó unos centímetros de él, sin romper esa poca distancia que había entre ambos, e hizo contacto visual directo con el menor. Sus rostros estaban tan próximos que ambas respiraciones se entrelazaban, siendo la de Gustabo la más agitada.

Gustabo sintió el impulso de agarrarle de la corbata y romper esa distancia que separaban sus labios de los del mayor, pero se contuvo. Realmente el destino se lo estaba poniendo muy difícil para controlarse, y no lograba comprender qué era aquello que rondaba por la cabeza del superintendente. Tal vez estaba jugando con él, o tal vez, no era consciente del doble sentido que tenían sus palabras y lo mucho que aceleraban el ritmo cardiaco de Gustabo.

Fue entonces cuando ambos fueron interrumpidos por la voz de un agente con un marcado acento ruso, que reclamaba la presencia de Conway.

— Conway, ¿se encuentra aquí? Necesito hablar con usted. —cuestionó en un tono elevado, consiguiendoque el superintendente se separara abruptamente de Gustabo, y se apresurara para salir de la celda en su busca.

— Dígame, Volkov. ¿Qué sucede? — respondió a la vez que se aproximaba al peligris, siempre ocultando bien sus emociones bajo una aparente careta de frialdad.

— Acabamos de recibir una orden judicial para la puesta en libertad de Gustabo García. — comentó el comisario, a la par que ponía al alcance de su mano una serie de documentos. — Ya me encargué yo de los trámites. Sólo faltaría su firma para que Gustabo pueda salir de la celda.

Conway revisó por encima aquellos documentos con una fingida tranquilidad. Sacó del bolsillo interior de su chaqueta una pluma, y firmó con rotundidad al final de las hojas. Aprovechó en ese momento para sacar un cigarro de la caja que llevaba encima, y lo prendió, dejando que el humo se apoderara de sus pulmones. 

¿Qué mierda acababa de hacer? Se preguntaba Conway a sí mismo. No sabía cómo iba a ser capaz de volver a mirar a la cara al chico. No entendía qué le estaba pasando, pero cada vez sentía más necesidad de estar sobre Gustabo y tenerlo a su entera disposición. Se dirigió de nuevo a la celda en la que se encontraba Gustabo y le abrió la puerta evitando el contacto visual. 

— Es tu día de suerte, muñeca. Eres libre.— dijo a la vez que le dejaba pasar. Gustabo aún seguía con un evidente sonrojo en el rostro, mientras que el mayor no se atrevía a devolverle la mirada.— A partir de ahora eres problema de Volkov, no quiero volver a verte en comisaría, así que no la líes. — sentenció firme, a la vez que subía rápidamente escaleras arriba hacia su despacho, sin despedirse de ninguno de los dos.

Gustabo se quedó a solas con el comisario, que le escoltó hasta la puerta, donde se encontraba Horacio esperando su salida. Nada más verle le envolvió en un abrazo, no sin antes dedicarle un guiño al ruso, que fue más que ignorado para la sorpresa de su amigo.

Al mismo tiempo, Conway se encerró en su despacho. Necesitaba estar solo y que nadie le molestara para poder pensar. ¿Qué era lo que se le pasaba por la cabeza? Se había aprovechado un preso, lo había intimidado, y lo peor es que él lo sabía. Él era más que consciente de que se estaba aprovechando de su posición de poder, y se sentía mal por ello, pero a la vez rehacía sentir tan vivo. Necesitaba más, necesitaba estar cerca de ese chico que tanto lo había cautivado.

Frunció el ceño, saboreando el cigarro que reposaba en sus labios. Lo sujetó y dio una calada, tratando de esquivar todo aquello que su cabeza le decía. Él no era gay. Nunca le habían gustado los chicos, y tampoco había sentido la necesidad de tener  ni una relación íntima con nadie. Vivía sumergido en su trabajo, y hasta entonces le había funcionado para evitar sus sentimientos.

Llegó a pensar que tal vez se trataba de una filia o fetiche. Que le suponía placentero tener a gente a sus pies, saber qué podía hacer lo que quisiera con alguien. Su orgullo se veía engrandecido al saber que podía tomar ventaja de su posición de poder. Per eso estaba simplemente mal, iba en contra de su moralidad y de cualquier persona con un mínimo de ética en el trabajo.

Un par de toques le sacaron de su ensimismamiento, para dejar ver la figura de Volkov entrometiéndose en la sala y ganándose la atención del superintendente.

— Ya se ha ido, superintendente. ¿Necesita algo más? —cuestionó, quedando frente a él. Sospechaba que algo rondaba por la cabeza del superintendente, pero guardó las intuiciones para sí mismo, no queriendo abrumarle con preguntas o suposiciones. No obstante, estaba casi completamente seguro que tenía que ver con el chico que acababa de abandonar comisaría.

— Quiero que recopile toda la información posible de Gustabo García. Necesito saber dónde trabaja. — ordenó., sin ánimo de ser malentendido, Conway necesitaba tener una excusa para hablar con él. Quería volver a verle para aclarar lo sucedido y sacarse de dentro aquello que tantas dudas le ocasionaba.

— 10-4, superintendente.— dijo y volvió a desaparecer por la misma puerta que entró.

A partir de ahora las cosas tomarían un rumbo distinto, y si para ello necesitaba formar parte de la nueva vida de Gustabo, lo haría. Además que seguía teniendo la excusa del dinero que el menor le debía, y desde luego lo utilizaría a su favor tarde o temprano.






Un poco tarde pero aquí traigo el nuevo capítulo. Lo siento si este está un poco más flojo de descripción que el anterior pero necesitaba una transición para lo que viene ewe. Los próximos serán mejores, ya veréis...

¡Muchas gracias a todos los que dais vuestro apoyo! :)))






Una taza de café - INTENDENTEPLAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora