CAPÍTULO 10

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Gustabo acababa de salir de la ducha y se encontraba eligiendo la ropa que se iba a poner aquel día, cuando escuchó a su amigo Horacio hablar con alguien en la habitación adyacente . Con curiosidad, se acercó a él, y vio que le había robado el teléfono móvil.

— Bueno, Conway, si no deja de llamar a Gustabo todos los días será que le echa mucho de menos... — dijo con picardía, sin percatarse de que Gustaba estaba a sus espaldas. Al otro lado de la línea se escuchaba al superintendente cabreado, muy probablemente insultando al de cresta. Gustabo se acercó por detrás y le quitó el móvil de las manos a Horacio, para después darle una fuerte patada en el culo.

— Superintendente, ya estoy aquí. ¿Qué necesita? —cuestionó con la voz más formal que pudo mientras Horacio se burlaba de él, a lo que Gustabo medio la espalda y se encerró en su habitación.

— Tengo que daros instrucciones sobré cómo vais a proceder en el próximo operativo, que será dentro de unos días, así que me gustaría que vinierais a comisaría.— dijo suavizando su voz, pero se le seguía notando nerviosismo en sus palabras. — Tenéis al comisario Volkov esperando abajo de vuestra casa. Le he dicho que vaya para simular una detención. Así disimularemos que tenéis un pacto con el CNP. ¿Entendiste?

— Perfecto, superintendente. Ahora nos vemos. — se despidió y colgó la llamada. Acto seguido se vistió, y se dirigió a la puerta principal del apartamento, donde le esperaba Horacio con las manos en los bolsillos.

Bajaron las escaleras del piso hasta llegar al portal, donde vieron al comisario Volkov fumándose un cigarro. Al verles, se quitó las gafas de sol que llevaba y las colgó del cuello de su camisa.Sacó un par de esposas de su bolsillo trasero y agarró fuertemente del brazo a Horacio, para tumbarlo contra el capó del coche patrulla, y así esposarle. Al mismo tiempo, otro comisario esposaba a Gustabo por la espalda, mientras este fingía resistirse a la detención.

— Quedan ustedes dos detenidos por el tráfico de sustancias ilegales. Tienen derecho a guardar silencio.

El trayecto en el patrulla rehizo tedioso. Gustabo se dedicaba a mirar por la ventanilla mientras Horacio no perdía el tiempo en tratar de ligar con el comisario Volkov. El comisario Volkov, aunque siempre con su misma impasibilidad, parecía que poco a poco se iba abriendo a los dos chicos. Sí que es cierto que aún le costaba confiar en ellos, o en general en cualquier otra persona, pero la actitud de Conway había mejorado desde que ellos dos aparecieron en su vida. Él, como amigo del superintendente, estaba feliz de ver que por fin en el CNP estaban ocurriendo cosas más interesantes y divertidas que plegar banderas en honor a sus compañeros abatidos.

Tanto Gustabo como Horacio entraron a comisaría por la puerta trasera, que era donde se cacheaba a los detenidos, simplemente para hacer el paripé. Se les encerró conjuntamente en una sala de interrogatorios, aún esposados. Escucharon al otro lado de la puerta unos pasos, seguidos de un movimiento de llaves, y fue cuando se abrió la puerta que pudieron observar la silueta del superintendente. El ya característico olor a tabaco embriagó la sala, casi se podía decir que contaminaba el ambiente y lo llegaba a hacer sentir pesado.

Superintendente, ya tiene las cámaras en bucle. — se escuchó la voz metálica de Volkov proveniente de uno de los altavoces de la sala.

— 10-4, Volkov. — respondió por audífono que el mayor portaba para comunicarse por radio. Carraspeó un poco, y manteniendo sus brazos cruzados sobre su pecho.— Bien, quiero ser breve, porque creo que ya estáis acostumbrados a moveros por ciertos ambientes. Así que las instrucciones serán simples. — dijo mientras sacaba una llave pequeña del bolsillo y comenzó a desesposar a ambos. Gustabo miraba atento, tratando de prestar más atención a sus palabras que a la voz del superintendente, que conseguía ponerle los pelos de punta a veces. — Mañana quiero que vayáis al muelle, a la zona de Muscle Beach, y que compréis droga de la gente que va por ahí. Llevaréis un pinganillo que me remitirá toda la información a mí. Y necesito que vean que estáis interesados en conseguir armas largas, por si os pueden dar un contacto. Y eso sería todo.

— ¿Y no podía habernos llamado por teléfono para decirnos esto? — cuestionó Horacio mientras subía ambas piernas sobre la mesa de la sala y estiraba ambos brazos.

— Negativo, tal y como están avanzando las cosas en comisaría es posible que haya un topo entre nosotros, o peor, que os estén siguiendo. Así que a partir de ahora la sala de interrogatorios será nuestra sale de reuniones. Y hazme el puto favor de bajar las piernas de la mesa. — respondió para luego sacar la porra a modo de amenaza, a lo que Horacio se rindió poniendo las manos en alto. — Bien, pues eso es todo, ya os podéis marchar. — antes de que le diera tiempo a terminar la frase, Horacio ya había salido por la puerta, en busca del comisario Volkov. Se les podía ver hablando al fondo del pasillo, cosa que enervó al superintendente, pero cuando sintió una mano sobre la suya se disiparon sus preocupaciones.

— Se me ha ocurrido una forma de solucionar lo de ayer y que termines de cumplir tu apuesta.— dijo el menor mientras le sonreía. — ¿Qué le parece si me invita a cenar a su casa y vemos una película?— el superintendente le sonrió de vuelta por un instante.

— Ahora tengo trabajo, pero a las ocho pásate. Pediré una pizza. — y dicho esto abandonó la sala de interrogatorios, dejando a Gustabo emocionado. Al final resultaba que Horacio sí tenía razón, y que a veces arriesgarse podía llevarte a conseguir lo que quieres.

A la hora prometida, Gustabo se presentó en el portal de Conway. Se seguía acordando de dónde era desde el día que le llevó en coche borracho hacía unas semanas. Tocó el timbre, y le recibió Conway con una ropa más holgada y cómoda, nada parecida toque solía llevar en su día a día. Gustabo pudo ver cómo la mesa ya estaba puesta y en el centro había una pizza de cuatro quesos recién hecha. Gustabo se quitó su chaqueta y se acercó al mayor.

— Me alegro de que esta vez que visito tu casa no estés borracho ni te tenga que arrastrar hasta tu cama. — dijo tratando de aguantar la risa, y el superintendente le copió en la acción. A Gustabo le alegró ver a Conway tan fuera de su papel habitual, más relajado, y más vivo, por decirlo de alguna manera.

La noche transcurrió tranquila y muy entretenida para ambos. Entre risas, algún que otro beso furtivo y disfrutando de unas buenas cervezas y porciones de pizza, Gustabo acabó agotado, y no pudo evitar quedarse plácidamente dormido sobre las piernas del superintendente, mientras este le acariciaba suavemente la cabeza, incapaz de apartar la mirada de aquella persona que había conseguido hacerle feliz en tan poco tiempo.

Pero bien era cierto que no todo iba a ser fácil en el camino que habían escogido. Aun escondían muchas cosas el uno del otro, cosas del pasado, o cosas que igual incluso podían llegar a afectar el presente y futuro de ambos. Sin embargo, nada estaba claro, y aunque ambos se querían, a penas se conocían, y la desconfianza entre ellos aún era palpable.

El primer atisbo de esa desconfianza lo dejaría ver Gustabo, sería él quien tiraría la primera piedra inconscientemente. Fue así en el momento en el que empezó a llorar desconsoladamente en sueños, revolviéndose entre los brazos del mayor, y con una evidente dificultad para respirar. Y desde luego que no pasaría inadvertido para el superintendente aquellas palabras que logró escuchar de los labios de Gustabo entre sollozos.

Papá, no quiero que sigas. Me duele mucho.

Y en aquel instante, antes de que el menor consiguiera despertarse, Conway juró ver cómo su mundo se derrumbaba.








Holaaa, bueno, espero que os haya gustado este capítulo y de ser así me encantaría leer vuestros comentarios y opiniones.

Poco a poco creo que se está empezando a ver el pasado de los personajes, y aún queda bastante por saber. Es posible que de aquí en adelante los capítulos empiecen a ser un poco más intensos y explícitos, como ya puse en el prólogo con los trigger warnings. Recordad ante todo que esto es ficción, pero sé que puede llegar a afectar a algunas personas, así que me veo en el deber de avisarlo por si acaso.

Muchas a gracias a todos!!~~

Una taza de café - INTENDENTEPLAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora