CAPÍTULO 11

1.8K 239 128
                                    

Conway no podía creer las palabras que acababan de salir de la boca de Gustabo. Simplemente, no supo cómo reaccionar. Lo que le pareció más sensato en ese momento fue sacudirle hasta conseguir despertarlo de aquella pesadilla.

Gustabo despertó sobresaltado, con lágrimas corriendo por sus mejillas sonrojadas. Conway poco sabía de psiquiatría o de medicina, pero podía jurar por el nivel de palpitación del menor que acababa de ver un ataque de pánico en su máximo esplendor. Pudo notar cómo el menor se sentía aturdido, y se levantaba agresivamente del sillón en el que se encontraban recostados. Conway por un momento pudo sentir el temor en su mirada, como si por unos instantes no le reconociera ni a él ni al piso en el que se encontraba. Y el superintendente sintió miedo ante la posibilidad de herir la sensibilidad del chico. Desafortunadamente, no estaba acostumbrado a tratar con gente así, y no era precisamente conocido por su tacto y empatía.

— ¿Qué te pasa? ¿Has tenido un sueño con tu padre o así? Lo estabas nombrando en sueños. —cuestionó el mayor, tratando de acercarse a Gustabo. Conway nunca había visto a nadie en una situación tan vulnerable, ver así a Gustabo le rompía por dentro. A penas lograba respirar, y mientras intentaba hablar no conseguía frenar el llanto.

— No te acerques a mí, y ni se te ocurra tocarme. — dijo Gustabo mientras Conway trataba de acercarse a él a consolarlo. Nadie en su vida había visto así a Gustabo nunca, ni siquiera Horacio, ya que cuando le daban brotes de este estilo él siempre se marchaba de la casa o se alejaba. Podía parecer, por la dureza de sus palabras, que Gustabo trataba de alejar a Conway por miedo, que le asustaba que el mayor fuera a hacer algo. Sin embargo, no era el caso.

Gustabo no supo elegir las palabras adecuadas, y estaba sufriendo de un ataque de pánico repentino. Él bien sabía que cuando estaba en ese estado le era muy difícil controlarse. Los ataques de agresividad eran herencia familiar, y temía poder hacerle daño al superintendente. Y desde luego que no quería hacerlo en ese momento, le había costado mucho aceptarse a sí mismo, y no sólo eso, le había costado mucho llamar la atención del mayor, y no era su plan arruinarlo así.

— Gustabo, podemos hablar si es lo que necesitas. No me importa si de esta forma puedo conocerte mejor a ti y a tu pasado.Quiero hacer las cosas bien y tratar de entenderte.— Conway hizo un esfuerzo por tratar de sacar su lado más empático, cosa que no fue fácil para él. Pero si algo tenía claro es que Gustabo le importaba mucho, y le dolía verle así. Si pudiera hacer algo por ayudarle o hacerle sentir mejor lo intentaría de cualquier manera.

— Tampoco nos conocemos tanto, no te debo explicaciones de mi vida. — trató de responder Gustabo mientras hiperventilaba.

Fue una lástima que Gustabo pensara así y se pusiera tan a la defensiva. Creyendo que protegía a Conway del dolor, sólo consiguió hacerle más daño. La desconfianza es un sentimiento muy duro, y más cuando quieres a la otra persona. Fue un golpe fuerte para Conway, que por una vez en la vida estaba tratando de no estropear la situación, y creyó estar haciendo bien las cosas esta vez.

El superintendente hizo amago de pedirle explicaciones, o simplemente quedarse como estaban antes. Haberle invitado a dormir y tal vez despertarle a la mañana siguiente haberle despertado con una docena de tortitas recién hechas. Receta que por cierto, había aprendido de su madre hace mucho tiempo. Gustabo simplemente no quiso saber nada más del tema, cogió su chaqueta y salió del apartamento dando un fuerte portazo.

Conway estaba devastado, simplemente no entendía qué había hecho mal esta vez. Además le dio miedo saber que había dejado marchar a Gustabo en ese estado. Habría querido ir tras él, pero no le quedaban fuerzas en el cuerpo para seguirle. Se sentó en el sofá donde apenas unas horas Gustabo estaba plácidamente dormido, y no pudo evitar darle vueltas a sus palabras y a lo que había querido decir: ellos no eran nada, ni nunca serían nada. No se debían explicaciones de su pasado, ni tampoco habían hablado de tener una relación seria.

Una taza de café - INTENDENTEPLAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora