Nacimiento de los dioses.

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Una noche oscura, el viento hacía que los árboles cantaran a la luz de la luna, acompañando el canto nocturno de algunos de los habitantes de la selva. La vista era bella, la enormidad de jungla alumbrada únicamente por la majestuosa luna y las pequeñas estrellas. Un grupo de indígenas se encontraba contemplando uno de los espectáculos naturales más impresionantes que ofrece la naturaleza, una lluvia de estrellas. 

Cientos de luces blancas cruzaban el firmamento cuando una especial apareció, una luz verde cautivadora, hipnótica se podría decir. Aquellas personas quedaron maravilladas ante tal belleza, pero su asombro rápidamente se transformo en terror al darse cuenta de que la estrella verde no se detendría, arrojándose al suelo para evitar el impacto. Afortunadamente, aquella luz paso de largo, perdiéndose en el horizonte, aterrizando en una pequeña isla cerca de la costa. 

El impacto fue tal que arraso la isla, conviertiendola en un gran cráter ausente de vida, con aquella cegadora luz verde en el centro. La oscuridad de la noche lentamente fue tragándose aquella iluminación, hasta que solo quedo una gran roca. Esta misma comenzó a agrietarse mientras dos figuras se agitaban en su interior, las cuales terminaron por salir del meteoro completamente desnudos. Eran un hombre y una mujer de tres metros de alto, el desprendía un brillo azul mientras que ella uno rojo, sus nombres eran Ometecuhtli y Omecíhuatl. Ambos eran dioses en un planeta distante, pero se vieron obligados a escapar debido a una cruenta guerra que estaba teniendo lugar en dicho planeta, guerra causada por las disputas de sus hijos y que lo más posible era que acabara destruyendo todo su mundo. Por esa razón viajaron en busca de un nuevo planeta, en busca de un nuevo comienzo, no dispuestos a cometer los mismos errores. 

Después de salir de su capsula, ambos usaron hojas y plumas de aves para hacer sus ropas y se aventuraron al continente para conocer a los nativos, pero su llegada no paso inadvertida. Caminando por la selva, quedaron maravillados por la belleza de las plantas y las criaturas del lugar, siendo todo muy parecido a su planeta antes de que la guerra comenzara. Usando su magia, encontraron el poblado humano más cercano y se dirigieron a este, pero antes de llegar, los árboles se apartaron y los animales se alejaron, creando un claro entre la selva ante la atenta mirada de los recién llegados, quienes imaginaban lo que pasaba. En eso, una llamarada roja y azul se alzo desde una grieta en el suelo y cuando el fuego se apago, sin dejar humo, tres figuras se encontraban paradas frente a los dioses, Demetrion, Rexy y Gaia. La pareja había contemplado la idea de que su nuevo hogar ya contara con sus dioses propios y, aunque eran poderosos y muy capaces de pelear, habían tomado la decisión de pedir asilo en el planeta, no querían un nuevo conflicto. Los dos dioses comenzaron a hablar en su idioma pero, obviamente, ninguno de los terrestres entendía sus palabras, hasta que Demetrion lanzo un hechizo de traducción universal y en ese momento Gaia pregunto:

- ¿Quienes son ustedes y qué hacen en mi planeta?- la mujer tenía los brazos cruzados, espalda recta y su voz mostraba completa seguridad, mientras a sus espaldas, sus campeones gruñían y mostraban los dientes.

- Mi señora, mi esposa y yo pedimos humildemente asilo en su bello planeta- dijo Ometecuhtli mientras el y su pareja reverenciaban a la madre tierra - Nuestro planeta fue azotado por una horrible guerra y vinimos aquí en busca de un nuevo hogar- Gaia dudo un momento.

- Lo dudo, se ven demasiado similares a mi ¿Tratan de engañarme a tomar una forma conocida?- los animales comenzaron a avanzar hacía los dioses alienigenas en forma amenazante. 

- Por favor, la forma humanoide es bastante común entre las especies del universo, no tratamos de engañarla- dijo el hombre, con la mano extendida y colocándose frente a su esposa, gesto que causo más dudas en Gaia.

- Alto- ambos animales pararon en seco- ¿Solo desean un hogar?- los extranjeros suspiraron aliviados antes de contestar.

- Si, mi señora-

La serpiente y el jaguar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora