El primer sol.

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Los dioses habían nacido y los humanos que habitaban las tierras de centroamerica los adoraban, rindiéndoles culto y rezándoles, cosa que algunos recompensaban con regalos mientras que otros no hacían nada, exigiendo adoración, y sacrificios en muchos casos, para calmar su ira. Mientras las pareja progenitora vivió junto a sus hijos, ellos fueron los dioses supremos del panteón, pero cuando se retiraron para juzgar a las almas de los muertos, el balance comenzó a peligrar, pues cada dios deseaba ser aquel a quien más se le venerara. Muchos siguieron amenazando a los hombres como siempre lo habían hecho, pero de manera más agresiva, e incluso dioses que nunca habían exigido sacrificio comenzaron a hacerlo, teniendo como ejemplos a Mixcóatl o Huehueteotl, provocando miedo y horror entre los hombres.

Solo cinco de las deidades se negaron a atacar a sus adoradores, Tlaloc, Itzamna, Tezcatlipoca, Quetzalcoalt y Huitzilopochtli, y siguieron dando regalos a los humanos, en busca de ganarse el derecho de ser sus máximos dioses. Esto molesto al resto de las deidades, pero conociendo el poder del que eran poseedores aquellos dioses, especialmente el jaguar y la serpiente, la mayoría detuvieron sus ataques por miedo a ser reprendidos y fueron muy pocos los que continuaron con sus amenazas para ser el dios supremo.

Huehueteotl ataco un poblado, quería dar un mensaje de lo que era capaz si no se le adoraba, incendiado todo el lugar y calcinando a sus indefensos habitantes, de los cuales la mayoría trataban de correr o esconderse, creyendo que rezarle a un dios solo traería más miseria al lugar. Aún así, unos pocos sobrevivientes escondidos rezaban con todas sus fuerzas, rogando por su salvación, siendo escuchados. El dios del fuego mostraba gran furia, pues las únicas oraciones que escuchaba eran murmullos dirigidos a otros de sus hermanos.

- Malditos humanos. Ningún dios los salvara de mi. Si quieren sobrevivir deben rezarme única y exclusivamente a...- en eso, nubes de tormenta oscurecieron el cielo y la lluvia comenzó a caer en el poblado, apagando las llamas y dejando solo a los rayos iluminando el cielo. Y, en una abrir y cerrar de ojos, un poderoso rayo ilumino la zona con más intensidad que el sol y cuando acabo un hombre azul se encontraba flotando en el aire, sosteniendo fuertemente su arma con su mano derecha, mirando con un rostro de odio al dios del fuego. 

- ¡Huehueteotl!- grito Tlaloc- deja en paz a los hombres y lárgate de aquí- 

- ¿Crees que tu presencia me intimida dios de la lluvia?- decía en respuesta la deidad, con una voz tranquila, que ocultaba el terror que invadía su corazón- soy yo quien te ordena que te alejes, seré el dios supremo de esta gente y tu no seras capaz de impedirlo-

- Te ofrecí una salida hermano- dijo con melancolía el dios, antes de levantar su hacha, sobre la cual cayeron varios rayos, para arrojarla hacía Huehueteotl quien logro esquivarla con relativa facilidad. Pero, cuando se quiso dar cuenta, su hermano ya estaba sujetándolo del cuello con la mano derecha, alzándolo sobre si mismo para que cientos de rayos impactaran contra su cuerpo. Cuando la electricidad ceso, Tlaloc acerco el rostro de su hermano al propio para pronunciar:

- Esto es solo una advertencia. Si vuelves a hacer daño a las personas, toda mi ira caerá sobre ti- el dios arrojo el humeante cuerpo de su hermano al suelo - ¿Queda claro?- la deidad del fuego solo asintió y Tlaloc se alzo al cielo para retirarse, escuchando los agradecimientos y aplausos de los humanos, mientras que su hermano se retiro lentamente a la jungla, mientras las personas le lanzaban rocas. Ahora los temores de las deidades estaban confirmados, aquellos quienes seguían apoyando a la humanidad no dudarían en atacar si era necesario y esa fue prueba suficiente para que el resto de los dioses desistieran de sus ataques y amenazas. Oh al menos la mayoría. 

Vucub Caquix, un guacamayo monstruoso de 3 metros de alto y 4 alas, vanidoso y presumido, creación de Omecíhuatl con el propósito de ser la personificación de la belleza, no se dejo intimidar por la demostración de poder de Tlaloc, confiado de que su poder era muy superior al del dios del trueno o cualquiera de sus hermanos.

La serpiente y el jaguar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora